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Nada más que libros – Sunset Park

31 mayo, 2019 - Literatura
Nada más que libros – Sunset Park

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“…Durante casi un año ya, viene tomando fotografías de cosas abandonadas. Hay como mínimo dos servicios al día, a veces hasta seis o siete, y siempre que entra con sus huestes en otro domicilio, se enfrenta con las cosas, los innumerables objetos desechados por las familias que se han marchado. Los ausentes han huido a toda prisa, avergonzados, confusos, y seguro que dondequiera que habiten ahora ( si es que han encontrado un lugar para vivir y no han acampado en la calle ) sus nuevas viviendas son más pequeñas que los hogares que han perdido. Cada casa es una historia de fracaso – de insolvencia e impago, deudas y ejecución de hipoteca – y él se ha propuesto documentar los últimos y persistentes rastros de esas vidas desperdigadas con objeto de demostrar que las familias desaparecidas estuvieron allí una vez, que los fantasmas de gente que nunca verá ni conocerá siguen presentes en los desechos esparcidos por sus casas vacías…”

 

SUNSET PARK – Paul Auster

 

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Hoy vamos a hablar de una novela del escritor norteamericano Paul Auster, titulada “Sunset Park”, que refleja las paradojas y contradicciones de la sociedad actual, centrada en unos personajes que viven, con frecuencia, al borde de la marginalidad.

Paul Auster nació el 3 de Febrero de 1.947 en Newark, estado de Nueva Jersey. Se crió en un hogar judío de clase media y sus padres Samuel y Queenie Auster le proporcionaron la mejor educación y formación. Paul pasaba mucho tiempo con un tío suyo que era traductor y que poseía una biblioteca muy bien surtida que Paul amaba husmear. Entonces comenzó a desarrollar una gran habilidad para la escritura. Al terminar sus estudios secundarios ingreso en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde cursó la carrera de literatura francesa, italiana e inglesa. Su primer trabajo fue realizar una serie de traducciones de autores franceses contemporáneos y, como parte de su trabajo, viajó a París. En 1.967 regresó a esa ciudad para evitar sufrir los estragos de la guerra de Vietnam. Tras un breve periodo el el que trabajó como marino en un barco petrolero, vivió tres años en Francia donde se ocupó como traductor, “negro” literario y cuidador de una finca. En 1.974, Paul Auster fija su residencia en Nueva York.

En Nueva York, el autor escribe artículos para revistas durante los diez años siguientes y simultáneamente empezó las primeras versiones de “El país de las últimas cosas” y de “El palacio de la luna” Asimismo publica artículos de crítica literaria y recopilaciones de sus poemas. La muerte de su padre, al poco tiempo de haberse divorciado, cambia totalmente su situación personal y económica gracias a la herencia que recibió que le aportó los medios para dedicarse por entero a la escritura. Entre 1.985 y 1.986, Auster escribe la “trilogía de Nueva York”, formada por “Ciudad de Cristal”, “Fantasmas” y “La habitación cerrada”; fue un éxito total. En las siguientes obras Paul Auster tomó como recurso los episodios de su propia vida, aunque según él mismo, nunca tuvo la intención de realizar obras autobiográficas. “ El Palacio de la luna” publicada en 1.989, le valió al autor la consagración internacional. A esta le siguieron “La música del azar” de 1.990, “Tombuctú” 1.999 y Brooklyn Follies” de 2006. Paul Auster es un autor bastante fértil y sus obras son innumerables. Otros títulos a destacar son “Leviatán”, “Mr. Vértigo”, “El libro de las ilusiones” y “viajes por el Scriptorium”. Podemos decir que los temas de las obras de Auster son cercanos a la filosofía y al existencialismo con tramas en ocasiones próximas al realismo mágico. Por ello el autor puede ser considerado como un referente y un punto de partida para la nueva narrativa norteamericana.

Es conocida, también, la vocación que Paul Auster siente por el cine. Ha dirigido varios filmes, de los que destacaríamos “La vida interior de Martín Frost”, basados en obras suyas, y ha escrito los guiones de otras películas. Durante su vida literaria el escritor ha recibido galardones tan importantes como el Premio Medicis, la Orden de las Artes y las Letras de Francia o el Príncipe de Asturias de las Letras.

Miles Heller tiene veintiocho años, y a los veinte desanudó los lazos que lo unían al mundo que hasta entonces había conocido. Abandonó la Universidad, se despidió con nocturnidad y una breve nota de sus padres, dejó Nueva York, y nadie ha vuelto a saber de él. Desde entonces, ha rodado por lugares y trabajos poco cualificados, moviéndose siempre en ese oscuro espacio entre el suelo y el primer peldaño de la escalera laboral y social. Ahora vive en Florida, y trabaja para una empresa al servicio de los bancos de la zona, que se encarga de vaciar las viviendas de los desahuciados que en plena crisis no pudieron seguir pagando su hipoteca, y las prepara para una nueva venta. El desolado y solitario Miles, además de acarrear bultos y repintar paredes, saca fotografías de todas las cosas abandonadas, registra las huellas de esas vidas dispersas para probar que esas familias desaparecidas estuvieron alguna vez allí, que los fantasmas de esa gente que él nunca verá ni conocerá aún están presentes en los objetos abandonados en esas casas ahora vacías. Miles no tiene ambiciones, vive con lo mínimo, mantiene relaciones muy escasas con la gente y con el mundo que le rodea, y sus únicos lujos son los libros, que compra en ediciones baratas, y la cámara digital con la que documenta a los fantasmas. Si algo ha logrado en estos siete años, ha sido poder vivir en un presente perpetuo, sin deseos y sin futuro. Y habría seguido así de no haber sido por una chica, Pilar Sánchez. La conoció en un parque cuando ambos estaban leyendo “El gran Gatsby”. Miles por tercera vez, porque se lo había regalado su padre cuando cumplió dieciséis años. Que es, precisamente, la edad de Pilar, una menor. Y como Miles puede ir a la cárcel por su relación con ella, cuando la feroz y codiciosa hermana de Pilar comienza a chantajearlos, él vuelve a Nueva York para esperar allí la mayoría de edad de la joven. Su vuelta es el retorno al pasado y a sus secretos; a su padre, un brillante editor; a su madre, una actriz implacablemente seductora hasta con su hijo; a su madrastra, una intelectual cuyo juicio no pudo soportar. Pero es también la vuelta al mundo, a la comunidad de Sunset Park y a sus compañeros “okupas”; a la vida, con todos sus horrores y esplendores.

Los personajes de esta novela, como en todas las obras de Auster, suelen ser complejos y poliédricos, y a lo largo de la narración vemos como van evolucionando y como van interactuando entre ellos para que los contornos de esas relaciones vayan articulando la historia. “Sunset Park” es una novela plenamente realista, y narrada de un modo lineal, alejada, en ese sentido, de algunas de sus anteriores novelas, en las que abundaba un mayor componente fantástico. Resulta un placer ver cómo Auster es capaz de dar vida a este relato con la maestría y el dominio técnico con el que lo hace. Cuando lo lees parece sencillo y natural, y está tan bien escrito que parece que el autor la ha ido escribiendo según se le iba ocurriendo, sin tener un plan concebido previamente. Ese es el gran mérito de Paul Auster; su técnica es tan prodigiosa que nos da la sensación de que no hay tal trabajo técnico. En la sencillez está el arte y la belleza de esta novela.

 

 

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