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Nada más que libros – Gustavo Adolfo Bécquer

18 abril, 2024 - Literatura, Poesía
Nada más que libros – Gustavo Adolfo Bécquer

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“Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.”

Inicio de la rima VII del libro “Rimas” de Gustavo Adolfo Bécquer

CARTEL NMQL -Bécquer-cuadro

Gustavo Adolfo Domínguez Bastida nació en Sevilla en 1836. Hijo y hermano de pintores, quedó huérfano a los diez años y vivió su infancia y su adolescencia en Sevilla donde estudió humanidades y pintura. En 1854 se trasladó a Madrid, con la intención de hacer carrera literaria. Sin embargo, el éxito no le sonrió; su ambicioso proyecto de escribir una “Historia de los templos de España” fue un fracaso, y sólo consiguió publicar un tomo, años más tarde. Para sobrevivir tuvo que dedicarse al periodismo y hacer adaptaciones de obras de teatro extranjero, principalmente del francés. Durante una estancia en Sevilla en 1858, estuvo nueve meses en cama a causa de una enfermedad, probablemente tuberculosis, aunque algunos biógrafos se decantan por la sífilis.

Durante la convalecencia publicó su primera leyenda, “El caudillo de las manos rojas”, y conoció a Julia Espín, que según ciertos críticos fue la musa de algunas de sus “Rimas”, aunque durante mucho tiempo se creyó erróneamente que se trataba de Elisa Guillén, con quién el poeta habría mantenido relaciones amorosas hasta que ella lo abandonó en 1860, y que habría inspirado las composiciones más amargas del poeta. En 1861, Bécquer contrajo matrimonio con Casta Esteban, hija de un médico, con la que tuvo tres hijos, sin embargo el matrimonio nunca fue feliz, y el autor se refugió en su trabajo. La etapa más fructífera de su carrera fue de 1861 a 1865, años en los que compuso la mayor parte de sus “Leyendas”, escribió crónicas periodísticas y redactó las “Cartas literarias a una mujer”, donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor. Una temporada que pasó en el monasterio de Veruela en 1864 le inspiró “Cartas desde mi celda”, un conjunto de hermosas descripciones paisajísticas.

Económicamente las cosas mejoraron para el autor a partir de 1866, año en que obtuvo el empleo de censor oficial de novelas, lo cual le permitió abandonar sus crónicas periodísticas y concentrarse en sus “Leyendas” y sus “Rimas”; pero con la revolución de 1868, el poeta perdió su trabajo, y su esposa lo abandonó ese mismo año. Entonces se trasladó a Toledo con su hermano Valeriano, y allí acabó de reconstruir el manuscrito de las “Rimas”, cuyo primer original había desaparecido cuando su casa fue saqueada durante la revolución septembrina. De nuevo en Madrid, Bécquer fue nombrado director de la revista “La ilustración de Madrid”. El fallecimiento de su hermano Valeriano, en septiembre de 1870, deprimió extraordinariamente al poeta, quién, presintiendo su propia muerte, entregó a su amigo, el también escritor y poeta Narciso Campillo sus originales para que se hiciese cargo de ellos después de su muerte, que sucederá tres meses después de la de su hermano.

Gustavo Adolfo Bécquer, fue un creador , en medio del prosaísmo ambiental de su época, de una obra auténticamente lírica y estilizadamente neorromántica. Colaborador de “El contemporáneo”, periódico conservador, para el que hizo hasta las reseñas de las sesiones del Congreso, y protegido por altas figuras de la política, Bécquer terminó por encargarse de una tarea administrativa quizá poco consonante con su lirismo creador, pero de importante significación política: desde 1864 y hasta la revolución de 1868, es el censor oficial de novelas con el autoritario régimen del general Narváez, el <<espadón de Loja>>. Parece importante tener en cuenta estos datos para situar convenientemente la figura de Bécquer, cuya actitud política coincide por último con la ideología manifestada en su “Historia de los templos de España”, y en sus conocidas “Leyendas”; ideología de significado, no ya moderado, sino conservador.

Así, las “Leyendas”, en prosa, tienen abundantes puntos de contacto con las “Rimas”; son narraciones de tema y ambiente españoles, mas envueltas en una difusa bruma nórdica, y siempre con el amor y la mujer como elementos centrales. Varias de las leyendas, al igual que las “Cartas desde mi celda”, aparecen enmarcadas en las tierras soriano-aragonesas del Moncayo, y fueron concebidas sin duda durante la estancia del autor en el monasterio de Veruela. La obra de Bécquer, aunque monocorde, ofrece una inteligente y sutil teoría poética en consonancia (y eso es un caso único en la España de su tiempo) con las preocupaciones digamos visionarias de la lírica idealista europea. Y es que Bécquer es, sin duda, el poeta del amor, pero del amor como <<ideología>>, inserta en el viejo concepto romántico; (<<La poesía es el sentimiento, y el sentimiento es la mujer>>; <<La mujer es el verbo poético hecho carne>>), y enraizada en el idealismo más absoluto (<<El amor es la suprema ley del universo; ley misteriosa por la que todo se gobierna y rige>>).

Y es que Bécquer es un poeta radicalmente subjetivo e irracionalista, y tanto, que llega a confundir sueño, realidad y deseo; como él mismo afirma, <<me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuales me han sucedido>>. Visionario romántico rezagado en una época positivista, conservador en un momento de intensas luchas políticas y sociales, Bécquer es también y al propio tiempo un poeta precursor. Con la eliminación de los elementos declamatorios y efectistas del viejo romanticismo, con su auténtica sinceridad, se apartó tanto del pasado formal como de la mediocridad de su ambiente: Nuñez de Arce, poeta coetáneo de Bécquer, calificó con desprecio la poesía de este como <<suspirillos germánicos>>. Aunque esos suspirillos que insinuando más que narrando (se ha dicho que la poesía de Bécquer empieza allí mismo donde el verso acaba), apelando a la sencillez antirretórica y mostrando una sensibilidad y una delicadeza genuinas, hacen de su autor un <<huésped de las nieblas>>.

Todo esto acerca a Gustavo Adolfo Bécquer a ciertos aspectos de la mejor poesía española posterior: la de Antonio Machado, Rafael Alberti o Luis Cernuda. Así, el contraste de la lírica de Bécquer con el utilitarismo burgués de su época es sencillamente brutal, profundamente contradictorio. Mientras por un lado puede escribir que la poesía existirá mientras existan las mujeres y el misterio, es también autor de poemas en que pretende alcanzar la distancia irónica de los poetas <<malditos>>. Contradicciones y polarizaciones auténticas que resaltan aún más el papel digno y señero de la obra de Bécquer en el asfixiante ambiente de su época, obra solamente comparable a la de Rosalía de Castro.

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