Hace ya unas semanas tratamos brevemente el tema del Soul. Hoy iniciamos una mini serie de programas para abordar un estilo de música que merece mucha más atención de la que le dimos en su momento. Y, como no, nos situamos en la decada de los 60, … otra vez!!!
En ese momento, sobre el año 1963, el término “rhytm’n blues” no significaba ni mucho menos lo mismo para los estadounidenses que para los Rolling Stones. Los bluesmen a los que estos idolatraban eran de una generación anterior. En Estados Unidos la urbana e inmaculada “Sherry”, de los Four Seasons, encabezaba la lista de “R&B” a finales de 1962, pese a tratarse de un dudua italoamericano puro y duro, y la razón era muy simple: a los adolescentes negros les gustaba ese sonido tanto como a los blancos.
Los Four Seasons de Nueva Jersey, los Impressions de Chicago, los Miracles de Detroit, las Shirelles de Nueva York, todos ellos estaban guisando un estofado posrock’n’roll que daría paso a algo que, más tarde, se llamó SOUL.
Si bien el uso de la palabra soul como denominación popular del género no se verificaría hasta la aparición en 1966 de “What is Soul”, el sencillo de Ben E. King, el sonido en sí ya se había introducido en la conciencia del pop en 1957, concretamente el día en que Sam Cooke cambió el espiritual negro por la música profana.
Pero fue nuestro amigo Ben E. King el que perfiló con precisión el nuevo estilo. Esto es “What is Soul”.
Sam Cooke no fue el primero que adjuró de la iglesia para derretir a las jovencitas: el primer guaperas del góspel de posguerra había sido Sonny Til, el líder de los Orioles, pero Cooke mezclaba como nadie la finura con el rugido del espiritual negro, y cantaba con intensidad y sin esfuerzo.
Nació en Clarksdale (Misisipi) en 1931. Cuando tenía nueve años se unió al coro de sus hermanos y hermanas que acompañaban a su padre, pastor baptista, en sus viajes de predicación.
Su decisión de abandonar la música religiosa en 1957 cayó muy mal en la feligresía. Así, su primer single “Lovable”, paso sin pena ni gloria y esto le hizo pensar si su decisión había sido acertada. Lo supo cuando publicó su segundo disco “You Send Me”. Éxito instantáneo, el sencillo se aupó al número uno y allí permaneció tres semanas, durante las cuales Cooke se convirtió en ídolo no solo de las chicas negras del Bronx, el público al que en principio se dirigía, sino también de las señoritas judías de Brooklyn.
Los éxitos se sucedieron en cascada. Cooke no se explicaba su don: “Me pongo a cantar y me viene solo” declaró en cierta ocasión. Sea como fuese, en todas sus creaciones latía un trasfondo abrasivo que indicaba a las claras que, por mucha cara de bueno que tuviese, más valía no dejarlo a solas con la hermana pequeña de uno. Perfectamente podía haber hecho carrera como delincuente. Era, a un tiempo, ángel y diablo y en su música podemos apreciar al predicador fervoroso y al pecador arrepentido.
Pero para todo el mundo era el chico de oro y siempre iba por delante del resto. Tras echar los cimientos de la música soul, fundó su propia discográfica, SAR, con brazo editorial incluido. Eran maniobras prácticamente inauditas en un artista de raza negra.
En 1962 la música de Cook adquirió una nueva intensidad, como se aprecia en la cruda “Bring It Home To Me”
Y es que, algo estaba cambiando. En ese año, el gobierno de Kennedy había obligado al Comité de Comercio Interestatal a dictar una nueva orden contra la segregación racial en virtud de la cual los pasajeros de los autobuses podían sentarse donde quisieran. Se retiraron de las estaciones los letreros de “blanco” y “negro”, y en los mostradores de las cafeterías se empezó a atender a los clientes con independencia del color de su piel. En septiembre un adolescente llamado James Meredith ganó un pleito y logró que lo admitiesen en la Universidad de Misisipi. Los disturbios subsiguientes se cobraron dos víctimas mortales, pero gracias a la escolta de una guardia armada, Meredith pudo asistir a clase.
En la desgarrada “That’s Where It’s At” de 1963, resuenan el orgullo negro y las tribulaciones de la raza aunque, según Bob Stanley, nuestro biógrafo de cabecera, la letra no respondiese tanto al estado de la nación como a la vida del propio Cooke, que por aquel entonces se deshacía en jirones: su esposa Bárbara estaba perdiendo la cabeza por la afición del artista al alcohol y las mujeres, y ese verano, el hijo de ambos, se había ahogado en la piscina de la casa familiar. Una tragedia. Tenía para todo.
El día 11 de diciembre de 1964 se lió con quien no debía, una prostituta que huyó con la ropa del cantante mientras él estaba en el baño. Medio desnudo y gritando como un poseso, Cooke asustó tanto a la dueña del motel que la mujer lo mató de un balazo. Nuestras felicitaciones a la asociación del rifle.
Su último trabajo fue un sencillo en el que se incluía “A chage is gonna come”, una canción que Cooke compuso después de escuchar el “Blowin in the wind” de Bob Dylan y concluyó que debería escribir algo que reflejase su vida personal y la de sus amigos. La canción es un augurio entreverado de esperanza y optimismo. Es una pena que fuera su epitafio.
Si Sam Cooke era la voz del soul, el sello Stax era el molde. Los hermanos Estelle y Jim Stewart fundaron este sello y se instalaron en el ruinoso cine Capitol. El puesto de palomitas de la entrada se convirtió en una tienda de discos llamada Satellite, con cuyos ingresos se sufragaba el estudio de grabación. El hijo de Estelle, Pachy, había estado ensayando con unos chicos del instituto, entre ellos el guitarrista Steve Cropper (apuntad este nombre) y el bajista Donald Dunn, alias “Pato Donald”, que se hacían llamar los Royal Spades y que experimentaban con el country, el R&B y el rockabilly, y que, a fuerza de ensayar, se convirtieron en un grupo conjuntado al máximo, capaz de acompañar a cualquier artista de paso. Y así fue como, un día, se presentó por allí Rufus Thomas, locutor de una emisora local: su hija Carla había compuesto una cancioncilla titulada “Gee Whiz” y quería grabarla. Una vez pasada por el tamiz de los Royal Spades, la canción llegó al top 10. Y es esta…
Poco después, un instrumental de una sola nota, sucio y con predominio de metales, titulado “Last Night”, obra de los Royal Spades pero publicado con el nombre los Mar-Keys, llegó nada menos que al número dos. El sello Stax estaba en marcha.
Los numerosos éxitos que acumularon en el año 1962 hicieron que el sello Stax se convirtiera en el sonido Memphis y, por ello, se ganó el derecho a colgar un letrero encima de la tienda de discos que rezaba “Souls-ville USA”. Uno de estos éxitos fue, sin lugar a dudas, su famoso “Green Onions”.
Los músicos empezaron a demandar el estilo Stax y por el estudio terminó pasando gente como Sam & Dave, Otis Redding, Judy Clay, Eddie Floyd y Johnnie Taylor. El sonido Stax no tardó en hacerse más importante que el artista, y el sello se convirtió en el equivalente sureño de la factoría Spector.
Pero no estaban solos. La otra discográfica que definió el floreciente género del soul fue la neoyorquina Atlantic Records. Uno de sus fundadores, el Sr. Ertegun, era un gran amante del blues y, justamente, del blues procedía Ray Charles. En sus comienzos Charles era un pianista dotado del don de imitar a sus ídolos: Louis Jordan, Nat King Cole o Charles Brown, pero cuando el Sr. Charles empezó a componer sus propias obras, y la discográfica había sabido esperar pacientemente, todo cambió. Compuso y grabó “I got a woman”, su primer sencillo con el sello que fue número uno de la lista de R&B en enero de 1955. Más tarde, esta canción conocería las versiones unos “desconocidos” tales como Elvis Presley o los Beatles.
La bomba Ray Charles estalló en 1959, cuando el hombre compuso, sobre una sencilla pieza, concretamente una antífona, religiosa, de seis minutos de duración y que era mitad revival evangélico, mitad procacidad burdelera. Lo nunca visto!!! La pieza se llamaba, bueno, y se llama… “What’d I Say”
Desde ese momento y hasta mediada la década de los 60 rara sería la estrella en ciernes, desde Stevie Wonder a los Searchers, que no citase entre sus influencias a Ray Charles: “el hermano Ray”, “el genio”, “el hermano número uno del soul”… etc.
Convencido de sus dotes, el artista picó en otros géneros: primero grabó jazz instrumental; después coqueteó con el country en una revisión del clásico “Georgia on My Mind”, otro número uno en 1.960
En la canción, Ray se enfrenta a dos lealtades encontradas. El sur era su patria, pero en 1960 también era el campo de batalla por los derechos civiles de los negros. Dos años más tarde, Charles grabó un elepé entero con la misma temática. Hacía falta mucho valor para mezclar country y soul, pero también mucha sutileza.
A estas alturas, el artista ya había dejado el sello Atlantis para aceptar una jugosa suma de ABC-Paramount. Sin nadie que le parara los pies, el hermano Ray se lanzó de cabeza al “countrypolitan” orquestal y firmó dos de los singles de más éxito en su trayectoria, “I can’t stop loving you” y “You don’t know me”
A mediados de la década de 1960 Ray Charles ya había exprimido el truco del country hasta la última gota y perdió tanta credibilidad ante la crítica y los colegas del gremio que al terminar el decenio apenas se hablaba de él.
Tal vez una de las estrellas de Atlantis más injustamente infravaloradas fue Bárbara Lewis. Nuestro amigo Bob Stanley, en su libro “La historia del pop moderno” dice de ella: “su voz de jade pulido en “Hello Stranger”, tema con ritmo de shuffle, a caballo entre la música de verbena y la de tocador: morirá feliz el afortunado a quien, siquiera una sola vez en su vida, le canten personalmente esta canción”. Bueno, pues esta es la canción…
Pero el mayor fichaje del sello, en todos los sentidos, fue Aretha Franklin. Dueña de una voz capaz de reventar un micrófono a medio kilómetro, Aretha cantaba como una fuerza de la naturaleza. La futura dama del Soul ya había grabado algunos temas para el sello Columbia, pero Ertegun la animó y convenció para cambiar de sello discográfico y en Atlantic echó el resto.
Aretha había nacido el 25 de marzo de 1942 en Memphis (Tennessee), y creció en Detroit. Es hija del predicador Clarence LeVaughn Franklin y la cantante de góspel Bárbara Franklin. Su madre abandonó a su familia cuando Aretha era una niña, y poco tiempo después, murió. Su padre vio pronto el talento de Aretha, por lo que quiso que tomara clases de piano, pero ella lo rechazó y prefirió aprender por sí sola con la ayuda de grabaciones. En este tiempo, permanecía en un tour itinerante de góspel, donde uno de los primeros temas que interpretó fue «Precious Lord». Los genios del góspel Clara Ward, James Cleveland y Mahalia Jackson eran íntimos de su familia, por lo que Aretha creció rodeada de ellos. Fue precoz en todos los aspectos de su vida. Con doce años tuvo a su primer hijo, y dos años después tuvo el segundo.
Esto que suena es esa primera grabación con su grupo de góspel. Por cierto, ya me diréis si os suena…
Cuando Aretha abandonó Columbia para fichar por la compañía discográfica Atlantic Records, el productor Jerry Wexler se propuso sacarle todo el soul que llevaba dentro. El primer single que grabó para Atlantic Records fue «I never loved a man (the way I love you)”. Este tema ha sido avalado por muchos críticos como una de las grandes canciones del soul, y la revista Rolling Stone escribió: «Franklin ha grabado su versión de la maravilla soul, un lamento sobre qué-mal-me-has-tratado, con la Muscle Shoals Rhythm Section, unos chicos blancos de Alabama».
El single irrumpió en todas las radios, pero aún lo haría con mucha más fuerza “Respect”, versión de la canción que Otis Redding había grabado en 1965 y con la que Aretha se consagraba definitivamente. La canción se grabó en los estudios de Atlantic, en Nueva York, el 14 de febrero de 1967. A la versión original de Redding se le añadió un puente y un solo de saxo, de la mano de King Curtis.
El 10 de marzo de 1967 se editaba un álbum en el que Aretha también contribuyó como compositora con varios temas. Destacamos este “Dr. Feelgood (Love Is a Serious Business)”. Un precioso blues.
Ese mismo año, consiguió dos premios Grammy, siendo la segunda mujer en hacerlo. También en 1967, concretamente el 4 de agosto, editó un nuevo disco del que nos apetece destacar uno de sus temas. Se trata de “Satisfaction”, el éxito de los Rolling. Vamos a oir una versión, grabada en directo, en el Olimpia de Paris en el año 1968.
Nos despedimos del programa de hoy y de nuestra admirada Aretha Franklin, ahora si, para siempre, porque como sabeis, Aretha Franklin falleció el pasado día 16 de agosto, a la edad de 76 años en su domicilio de Detroit. No obstante, su larga trayectoria profesional da para muchas más horas de programación, horas que le dedicaremos con muchísimo gusto. Cerramos pues este programa con su gran éxito “Chain of fools”, un tema incluido en su disco Lady Soul, editado en 1.968, y con el que volvería a conocer el éxito masivo.