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Nada más que música – Leonard Cohen

30 noviembre, 2018 - Música, Poesía
Nada más que música – Leonard Cohen

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El pasado día 7 de noviembre conmemoramos el segundo aniversario de la muerte de Leonard Norman Cohen, poeta, novelista y cantautor canadiense, nacido en Montreal en 1934. Este escritor, compositor y cantante canadiense ha sido considerado una figura fundamental del folk estadounidense de los sesenta y setenta, sus canciones, que sobresalen particularmente por la fuerza y calidad literaria de sus letras, reforzadas por expresivas melodías, influyeron en la mayoría de cantautores contemporáneos.

 

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Leonard Cohen

 

Su vocación le llevó en sus inicios a la literatura. Empezó publicando novelas como El juego favorito (1963) y Los hermosos vencidos (1966), aunque ciertamente su género favorito era la poesía. De 1956 es Comparemos mitologías, al que seguirían numerosos volúmenes de poemas: La caja de especias de la Tierra (1961), Parásitos del paraíso (1962), Flores para Hitler (1964), La energía de los esclavos (1972), El libro de la misericordia (1984).

Si bien la poesía parecía ser su principal centro de interés, hacia 1966 empezó a ser habitual su presencia en los escenarios de los clubes de folk del barrio neoyorquino del Greenwich Village. Inició su carrera musical con la ayuda de Juddy Collins, quien introdujo al por entonces prometedor escritor y poeta en los círculos musicales. La versión que Collins hizo en 1966 de su canción Suzanne (publicada como poema dentro del libro Parásitos del paraíso) reforzaría el interés ya existente por la compleja personalidad de Cohen, que casi se vio obligado a debutar discográficamente en enero de 1968. Pero iba a ser John Hammond (famoso cazatalentos del sello CBS) el responsable final del paso de Cohen a la música, tras ver actuar al canadiense en el Festival de Folk de Newport de 1966.

 

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Su primer álbum se tituló sencillamente Songs of Leonard Cohen (Canciones de Leonard Cohen, 1968). De este disco fue sin duda un acierto su producción mínima, prácticamente reducida a la presencia de la voz y la guitarra de Leonard, lo que destacó el interés de las letras. En cualquier caso, este primer trabajo colocó de inmediato a Cohen en la primera línea de los cantautores del momento. El contenido intimista de los textos dejaba bien claro desde el primer instante su postura progresista dentro y fuera de los escenarios. Desde entonces el cantautor canadiense, ajeno siempre a planteamientos comerciales y a las grandes campañas promocionales, compaginaría con idéntico interés y rigor la literatura, la composición y grabación de nuevos temas y las actuaciones en directo.

Su segundo álbum, Songs from a room (Canciones desde una habitación, 1969), se mantuvo en la misma línea y elevó al cantautor al rango de líder de toda una generación de músicos interesados por el folk. Su actuación en el Festival de Wight de 1970 y su posterior gira europea ampliaron el número de seguidores fuera de Canadá y de los Estados Unidos y sirvió a Cohen para descubrir la isla griega de Hydra, a la que convertiría en el lugar preferido de sus periódicos retiros.

Ya en los setenta, su producción discográfica comenzó a hacerse más sofisticada por lo que respecta a los arreglos de los temas contenidos en su álbumes, manteniendo, sin embargo, la misma coherencia inicial en las letras de sus canciones. En 1971 publicó Songs of love and hate (Canciones de amor y de odio) y en 1973 el álbum en directo titulado Live Songs. Ambos anticiparon el éxito popular que alcanzaría New skin for the old ceremony (Nueva piel para la vieja ceremonia, 1974).

 

 

Después de la publicación de Greatest Hits en 1977, se habló de una retirada definitiva de Leonard Cohen de la música, pero el rumor fue desmentido de inmediato con el lanzamiento de Death of a Lady (Muerte de una dama, 1977), producido por Phil Spector. La grabación de este nuevo trabajo se desarrolló en un ambiente de constante tensión entre Spector y Cohen, quienes mantuvieron fuertes discrepancias en los arreglos de cada tema, hecho que perjudicó el resultado final. Tal vez por ello, el cantautor canadiense volvería a sus raíces en Recent songs (Canciones recientes, 1979).

La irrupción de nuevas corriente musicales a finales de los setenta, como el Punk y la New Wave, pareció desplazar a Leonard Cohen de los primeros planos de la actualidad. Pero Cohen, ajeno siempre a las modas, se dedicó igualmente a seguir escribiendo canciones y a escribir, protagonizar y dirigir el cortometraje I am a hotel, que merecería el Gran Premio del Festival Internacional de Televisión de Montreaux, en Suiza. Meses después, en 1985, publicó Various positions (Diversas posiciones), un álbum que mostraba a un Leonard Cohen muy puesto al día en los arreglos de sus canciones. Ganador ese mismo año de un Award canadiense (compartido con Lewis Furey) por la música de la Ópera-Rock Night Magic, en 1988 recuperó las cotas de su antigua popularidad con el álbum I’m your man (Soy tu hombre), superventas a ambos lados del Atlántico.

Sus posteriores trabajos, como The future (El futuro, 1992), siguieron demostrando un alto nivel de creatividad, en una línea de trabajo que, pese a su evolución estilística, mantiene las constantes y las esencias de sus inicios, las mismas que lo convirtieron en el gran letrista y compositor de los setenta. Finalizada la gira de presentación de su nuevo trabajo, Cohen se retiró a un monasterio zen en San Diego (California), donde permanecería durante seis años. Tras nueve años de silencio creativo, el cantautor volvió en 2001 a la escena musical para presentar el vigésimo tercer álbum de su carrera, que se editó con el escueto título de Ten new songs (Diez canciones nuevas). Dear heather (2004), Old ideas (2012), Popular problems (2014) y You want it darker (2016) fueron los últimos títulos de su discografía.

Leonard Cohen

Leonard Cohen en el concierto que ofreció el 15 de septiembre de 2009 en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza

En el año 2009, Leonard Cohen visitó nuevamente Zaragoza y nos obsequió con un concierto memorable en el que encandiló al numeroso público que allí nos encontrábamos. Fue el 15 de septiembre de este año.
Se hizo acompañar por una orquesta de auténticos solistas, entre los que debemos destacar de manera sobresaliente a nuestro vecino Javier Mas, extraordinario con las cuerdas, que supieron conjugar el blues, el folk, el country, el soul, el flamenco y el jazz.
Orquesta y coro al servicio de la peculiar y envolvente voz del Sr. Cohen. Una gozada.
Vamos a volver a escuchar una canción de Cohen pero en esta ocasión, en una versión que Bill Pritchard hizo de I’m your man.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Cohen fue más popular como cantautor que como poeta, pero, paradójicamente, se le reconoció más esta última faceta que la primera. Como cantante recibió el Crystal Globe en 1988 por haber vendido cinco millones de discos fuera de Estados Unidos. En 1991 entró en la Hall of Fame de músicos en Toronto (Canadá) y recibió el premio Juno al escritor de canciones del año. En 1993 le fue concedido el Juno al mejor cantante masculino del año. Sin embargo, en literatura, la lista de galardones cosechados es casi interminable; mereció dos títulos Honoris causa por las universidades de Dalhousie (1970) y McGill (1992), y en 2011 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Se han hecho, a lo largo de los años, innumerables versiones de las canciones de Leonard Cohen con mayor o menor acierto. Entre ellas, esta que acabamos de escuchar a cargo de Jeff Buckley, pero hay muchas más a cual más interesante y, desde luego, muy acertadas. Por ejemplo, la que hace Silvia Pérez Cruz del precioso Pequeño Vals Vienés.

O la que hizo el propio Joe Cocker de Bird on the wire

La canción Priests (sacerdote) nunca salió al mercado cantada por Cohen, sino que su partitura fue publicada junto al disco Songs from a Room. Enrique Morente tradujo su letra e hizo su propia versión en el álbum que cambió la historia del flamento: Omega, en 1996. Escuchamos Enrique Morente junto a Lagartija Nick

En fin, se marchó uno de los más grandes de la música y la poesía. Todos hemos perdido algo con su muerte y hemos contraído una deuda impagable por su legado.
Fue sobre todo, un hombre bueno, que a pesar de su apariencia seria y, porque no decirlo, un poco lúgubre, los que tuvieron la suerte de conocerle afirman que fue un hombre con una increíble paz interior, entrañable, generoso y simpático.
Nos despedimos por hoy con las palabras que en su día le dedicó Enrique Bumbury en redes sociales:

No puedo expresar con palabras lo que ha significado Leonard Cohen en mi vida. Su influencia musical, poética y humana. Tuve el honor de conocerle, de estrechar su mano y hablar con él. Sus canciones y poemas me acompañarán siempre.”

 

Leonard Cohen

 

 

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