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Nada más que libros – Madame Bovary (Gustave Flaubert)

21 marzo, 2024 - Literatura
Nada más que libros – Madame Bovary (Gustave Flaubert)

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“A su corazón le pasaba lo mismo: el roce de la riqueza le había echado encima algo que ya no se borraría nunca”

-Fragmento de ‘Madame Bovary, de Gustave Flaubert –

CARTEL NMQL - M. Bovary-cuadro

 

Gustave Flaubert nació el 12 de diciembre de 1821 en Ruan. Su padre era cirujano jefe del principal hospital de la ciudad. Comenzó a escribir estando aún en la escuela, pero en 1841 se trasladó a París para estudiar leyes. Sufrió un trastorno nervioso a los 22 años y dejó el derecho para dedicarse a la literatura. En 1846 murieron su padre y su hermana Caroline; entonces, con su madre y su sobrina, Flaubert se mudó a Croisset, cerca de Ruan, donde viviría el resto de su vida. Nunca se casó, aunque entre 1846 y 1855 mantuvo una relación con la poeta Louise Colet. Gustave Flaubert empezó a trabajar en “Madame Bovary” en 1851, y la terminó cinco años después. En 1857 viajó a Túnez, donde recopiló material para “Salambó”, su siguiente novela, publicada en 1862, que ambientó en la antigua Cartago. A esta seguirían otras novelas, como “La educación sentimental” de 1860 o “Tres cuentos” de 1877, pero ninguna de ellas alcanzó el éxito de “Madame Bovary”. Flaubert murió el 8 de mayo de 1880 en su ciudad natal.

El Romanticismo dominaba la literatura francesa desde finales del siglo XVIII; pero en la década de 1830, un nuevo estilo estaba cobrando fuerza: el Realismo. Aunque el movimiento se iba a extender por toda Europa y más allá, sus comienzos y su desarrollo están particularmente asociados con Francia. Surgido en parte como reacción al romanticismo, y reflejo de la evolución de las ciencias puras y las ciencias sociales, el realismo aspiraba a describir la vida y la sociedad contemporáneas con detalle y precisión, sin adornos románticos. Los autores realistas pusieron bajo el microscopio literario las situaciones y los acontecimientos familiares, representándolos de una forma realista, no idealizada, aún cuando algunos de los temas pudieran considerarse banales comparados con los románticos.

Uno de los primeros novelistas franceses del periodo en afrontar este enfoque fue Stendhal, que en sus obras “Rojo y negro” de 1830 y “La cartuja de Parma” de 1839, incorporó tanto el romanticismo como el realismo. Otro pionero fundamental fue Honoré de Balzac, que pintó un agudo y realista retrato de la vida ordinaria en su monumental “La comedia humana” (1830 – 1856), que comprende más de cien novelas y relatos. Sin embargo, Gustave Flaubert fue más allá en el camino de la descripción realista con “Madame Bovary”, obra que se considera el mejor y más influyente ejemplo del realismo francés. A primera vista, “Madame Bovary” tiene un argumento bastante simple: la joven Emma Bovary está infelizmente casada con un médico bastante anodino en la provinciana Normandía. Influida por las lecturas románticas de su juventud, sueña con una vida más emocionante y gratificante; no obstante, sus intentos de forzar la realidad para vivir a la altura de sus fantasías tendrán efectos devastadores.

La novela , sin embargo, es más compleja. Desde su comienzo, con la presentación del joven Charles Bovary, hasta su trágico final, “Madame Bovary” está profundamente enraizada en la Francia provinciana de mediados del siglo XIX. Los acontecimientos en el mundo se sucedían deprisa y, para la recientemente emergente clase media, París era el centro de la sofisticación. Pero Flaubert prefirió concentrarse en la pequeña burguesía de provincias, cuya vida retrató con aguda – y no siempre amable – perspicacia psicológica. Basándose en un suceso real (la muerte de un médico cuya esposa había provocado un escándalo) el autor empezó a trabajar en su novela. Su objetivo era escribir sobre la vida de gente corriente. Así el proyecto le llevó cinco años e implicó una meticulosa investigación. Situó la acción en la región que circunda Ruan, donde vivió gran parte de su vida y que conocía con gran detalle. Moldeó los escenarios de su novela, los pueblos de Tostes y Yonville, a partir de pueblos auténticos y recorrió la región e incluso hizo mapas para asegurar una mayor precisión. Asimismo elaboró biografías de sus personajes ficticios, y se propuso crear un estilo prosístico despojado de todo romanticismo, trabajando cada frase. Sentado en su habitación junto al Sena en Croisset, corregía y reescribía constantemente cada página del manuscrito, en un lento proceso.

Y es que su propósito era escribir de una forma totalmente nueva y objetiva que el mismo definió : <<sin ninguna reflexión, ausente la personalidad del autor>>. Así la novela contrasta la desesperación del romanticismo sentimental con la monótona realidad de la vida cotidiana. Flaubert crítica especialmente la necedad y la mediocridad de la clase media, a la que desprecia, aunque él mismo sea un burgués. El personaje de Emma Bovary, en torno al cual gira la novela, simboliza el romanticismo fantasioso. Buscando una <<pasión maravillosa>>, Emma se casa con Charles Bovary, un amable pero aburrido médico del pequeño pueblo de Tostes. Casi de inmediato se siente defraudada, no sólo por la insulsez y la falta de ambición de Charles, sino también sexualmente. La disparidad de sus sueños y la nada estimulante realidad de su matrimonio, tan agudamente descrita por el autor, se encuentra en el núcleo de la novela. Emma y Charles se trasladan a Yonville, lugar que Flaubert describe con minuciosidad, ironía y con la habilidad para captar lo rutinario.

El autor presenta a otros personajes que viven en Yonville, como el señor Homais, el boticario, un individuo ateo y engreído que practica la medicina sin licencia y aprovecha toda ocasión para exhibir su aparente conocimiento de la forma más pedante; o el señor Lheureux, un tendero que incita insensiblemente a Emma a endeudarse cuando ella busca superar el tedio marital con lo que hoy en día describiríamos como <<terapia de consumo>>. Flaubert conocía muy bien a estos personajes y los retrató con íntimo detalle y así, a lo largo de la novela capturó con brillantez su mediocridad y mezquindad, sin permitir en cambio que su estilo perdiera el brillo. Igual que se burla con delicadeza de sueños inalcanzables y el romanticismo de Emma, y expone sus trágicas consecuencias, también se mofa de las aspiraciones y pretenciosas de los mercaderes. Insertas entre los detalles realistas de la rutina cotidiana, las descripciones de las esperanzas románticas de Emma y de las frustraciones de su matrimonio provinciano son aún más poderosas, y resultan sorprendentemente modernas.
Y es que Emma Bovary busca el romance y la pasión fuera del matrimonio y se embarca en dos funestas aventuras, primero con el acaudalado hacendado y mujeriego Rodolphe Boulanger, y después con Léon Dupos, un joven estudiante de leyes que comparte sus anhelos por los paisajes gloriosos, la música y la literatura romántica. Excitada y aparentemente satisfecha en un primer momento, Emma queda al cabo desilusionada. Como escribió Flaubert: << Emma se volvía a topar en el adulterio con todas las ramplonerías del matrimonio >>. Abandonada por un amante y rechazada por el otro, cae en una espiral autodestructiva de endeudamiento y enajenación crecientes.

“Madame Bovary” apareció primero por entregas en la revista literaria “Revue de París”. Casi inmediatamente, Flaubert, el director de la revista y el impresor fueron procesados por obscenidad, y hubo un intento de prohibir la novela por, argumentaban: << atentar contra la moral pública y religiosa >>. No era sólo el contenido, sino también el propio realismo del estilo lo que se consideraba vulgar y escandaloso. Pero Flaubert y sus colegas fueron absueltos y aunque la novela tuvo al principio una acogida desigual, llegó a ser un éxito de ventas.
Con su retrato objetivo, detallado y crudo de la vida cotidiana de la burguesía provinciana francesa de la época y de otra novela posterior del autor, “La educación sentimental”, marcaron el paso a la madurez del realismo francés y, al mismo tiempo, su punto más alto. En Francia, la obra de Flaubert influyó en otros grandes escritores, entre los que destacan Guy de Maupassant, cuyo estilo sobrio y enfoque refleja el realismo de su mentor, y Émile Zola, quién, en novelas como “Germinal” de 1885, se centró en retratar la durísima realidad cotidiana y que, al igual que Flaubert, investigaba concienzudamente sus temas.

 

 

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