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Nada más que libros – George Orwell – ‘1984’

11 febrero, 2021 - Literatura
Nada más que libros – George Orwell – ‘1984’

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“Nosotros, Winston, controlamos la vida en todos sus niveles. Te figuras que existe algo llamado la naturaleza humana, que se irritará por lo que hacemos y se volverá contra nosotros. Pero no olvides que nosotros creamos la naturaleza humana. Los hombres son infinitamente maleables. O quizás hallas vuelto a tu antigua idea de que los proletarios o los esclavos se levantarán contra nosotros y nos derribarán. Desecha esa idea. Están indefensos, como animales. La Humanidad es el Partido. Los otros están fuera, son insignificantes…..Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano”.

George Orwell – ‘1984’

 


 

cartel NMQL - Orwell - 1984-cuadro

 

Eric Arthur Blair nació en India en 1.903, hijo de padres británicos. Fue educado en Inglaterra antes de volver a Asia para alistarse en la Policía Imperial India en Birmania. En 1.928 se trasladó a París y al año siguiente a Londres, donde escribió “Sin blanca en París y Londres”, que publicó como George Orwell. En 1.936 viajó al norte de su país donde contempló la pobreza causada por la Depresión. Ese mismo año se casó con Eileen O`Shaughnessy, y partió hacia España para luchar en la Guerra Civil, donde recibió un tiro en el cuello. Regresó al Reino Unido en 1.937, y publicó “Homenaje a Cataluña”. En 1.941, ingresó en la BBC, renunciando a su puesto dos años después. En 1.945 escribió “Rebelión en la granja”, que fue un éxito inmediato. Su esposa murió ese mismo año y él se recluyó en la isla escocesa de Jura, donde escribió “1.984”. Falleció en 1.950 de tuberculosis a los cuarenta y seis años de edad.

La literatura distópica es un subgénero que describe la visión de pesadilla de una sociedad diametralmente opuesta a una utopía (un mundo perfecto, ideal). Desde la aparición en 1.516 de “Utopía” de Tomás Moro, diversos autores han imaginado distopías para tratar temas como las dictaduras, la pobreza, la tortura, la opresión social y el control mental del pueblo. La literatura distópica explora las preocupaciones humanas fundamentales y plasma visiones de las posibles consecuencias de la pérdida del control. Así, por ejemplo, “El cuento de la criada” de 1.985, de Margaret Atwood, imagina un mundo regido por un régimen militar, en el que la mujer ha sido despojada de sus derechos y es apreciada exclusivamente por su capacidad reproductora. Las distopías se centran primordialmente en futuros imaginarios, y a menudo en el temor a lo que pueda surgir de las nuevas tecnologías y del cambio social. En el siglo XX, por ejemplo, la amenaza planteada por el poder destructivo de la bomba atómica y el escenario de un drástico cambio climático han inspirado interesantes distopías. “1.984”, publicada en 1.949 , de George Orwell, es la distopía moderna más conocida. La raíz de la novela está en el temor de su autor ante el ascenso del estalinismo. Aunque Orwell creía en un socialismo democrático, veía la emergente Unión Soviética, en la que un partido político había asumido el control total, como algo muy distinto al ideal socialista. Además, en 1.936, había sido testigo de la fragmentación de las fuerzas antifranquistas en la Guerra Civil Española, cuando los comunistas proestalinistas se volvieron contra los que supuestamente eran sus aliados. George Orwell ya había pintado una sombría visión de esa traición en “Rebelión en la granja” de 1.945. Además tenía un modelo para su nueva obra: el mundo descrito por el autor ruso Yevgueni Zamiatin en “Nosotros” de 1.924; un mundo en el que la libertad individual ya no existía. “1.984” describe una sociedad totalitaria que manipula a sus ciudadanos mediante la propaganda, invirtiendo verdades y mentiras para conservar el poder político. Esta sociedad distópica es mucho más oscura: carece de la esperanza prometida por la revolución en “Rebelión en la granja”, y en ella las vidas individuales se han convertido en meros engranajes de un sistema social.

George Orwell-2

La frase inicial de “1.984” alerta al lector de que la naturaleza misma de la construcción temporal del día ha cambiado. Winston Smith, el protagonista, está entrando en el edificio en que se halla su apartamento. Es un ciudadano de Londres, capital de Franja Aérea 1, en el pasado Gran Bretaña, provincia de Oceanía, uno de los tres estados transcontinentales existentes después de una guerra nuclear global. Una pantalla, a modo de cartel, llena todo el espacio de la pared con la imagen de un rostro: “Un hombre de unos 45 años con un gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas, y cuyos ojos le siguen a uno dondequiera que esté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las palabras al pie”. El Gran Hermano es el líder del Partido que gobierna Oceanía. El mundo que habita Smith es dirigido por una élite. Las masas, los llamados “proles”, que componen el 85 por ciento de la población, son controladas por cuatro ministerios paradójicos: el Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra; el Ministerio del Amor, que se ocupa de la vigilancia; el Ministerio de la Abundancia, que trata los asuntos económicos, incluidos los racionamientos y, finalmente, el Ministerio de la Verdad, o Miniver, que gestiona las noticias y la educación de las masas, suministrando la propaganda que controla el pensamiento de la gente. Uno de los principales medios de control es la neolengua, el idioma oficial empleado por el Ministerio de la Verdad, que dicta tanto la verdad del pasado como la del presente. La historia se revisa y reescribe para ajustarse a las cambiantes imposiciones del estado. El propio Winston Smith trabaja en el Miniver editando registros históricos y quemando la documentación original, que arroja a un “agujero de la memoria”. La historia, tal como la entiende el lector, se ha detenido en seco: . Otro importante medio de control es una red de telepantallas y micrófonos ocultos que escuchan y espían a la población. Esta red es controlada por la Policía del Pensamiento, que supervisa la protección del Partido.

El autor sumerge al lector en este atroz mundo totalitario antes de desvelar que el protagonista está implicado en un acto de rebelión. En su diminuto apartamento, dominado por el instrumento de control del Partido (la telepantalla), Winston Smith ha empezado a escribir su propia historia en un diario adquirido de segunda mano: un delito de autoexpresión. El sabe que se trata de un acto del que nunca podrá retractarse y, más aún, que “era como un fantasma solitario diciendo una verdad que nadie oiría nunca”. Y aún así, sigue escribiendo. Winston Smith, el héroe de la novela, es un hombre corriente: lo común de su apellido sugiere que no tiene nada de especial. Y es esa cualidad la que hace que su acto de subversión sea tan incendiario: si todos los Smith o los Jones se alzaran contra la tiranía sería la revolución. La caracterización del ordinario Smith como un rebelde que opone su defensa de la verdad auténtica contra la maquinaria del Partido crea un campeón inverosímil. En Julia encontrará a otra disidente y a una amante. Más joven que él, Julia parece ser una instigadora de la Liga Juvenil Anti-Sexo, pero pasa a Smith una nota con un sencillo mensaje: . Su aventura es un acto de rebelión en sí mismo, un delito sexual. Pero su amor clandestino no puede durar demasiado, escondido bajo la fachada de su obediencia al Gran Hermano y a las leyes de Oceanía.

El enemigo declarado del estado es Emmanuel Goldstein, antiguo lider del Partido que ahora encabeza un movimiento de resistencia llamado la Hermandad. Goldstein es una figura aborrecida (como lo fue León Trotski en la URSS de Stalin; incluso ambos tienen la misma perilla), y es utilizado para unir a la ciudadanía mediante el ritual diario de los “Dos Minutos de Odio”, durante los cuales se profieren insultos contra la imagen de Goldstein en las telepantallas. En una librería de segunda mano, Smith abre un libro en cuya cubierta no figura título ni nombre alguno: se trata de “Teoría y práctica del colectivismo oligárquico”, de Emmanuel Goldstein. Orwell introduce páginas enteras de este libro en su novela para acercar más al lector al protagonista rebelde y para revelar la filosofía política y las teorías sociales que han conducido al presente estado de cosas. Así, este libro dentro del libro sirve como recurso para rellenar una parte del trasfondo: explica el establecimiento de Oceanía y los otros superestados, Eurasia y Asia Oriental, en la reorganización global posterior a la III Guerra Mundial, y apunta que cada uno de ellos tiene una construcción ideológica similar basada en mantener sometida y dócil a la población. La capacidad de persuasión de los pasajes del libro de Goldstein revela el poder de seducción del lenguaje. Uno de los grandes legados de “1.984” es la profusión de palabras y conceptos filtrados al inglés desde la neolengua: “Gran Hermano”, “sexocrimen”, “crimental” o “habitación 101” son solo algunas de las creaciones lingüísticas que se hallan en la obra de Orwell.

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Las formas en que el estado puede manipular y controlar a sus ciudadanos son un tema clave en “1.984”. En un sistema totalitario, las elecciones individuales y el estilo de vida son dictados por un organismo de gobierno global. La organización que rige Oceanía demuestra que está decidida a mantener su dominio del poder mediante el debilitamiento de las relaciones personales y la erradicación de la confianza y la reciprocidad. Orwell describe los métodos psicológicos y físicos mediante los cuales es estado puede coaccionar, ya sea encubierta o abiertamente, sofocar los sentimientos humanos y quebrar el espíritu de las personas. La experiencia de Winston Smith revela como actúa el aparato del estado sobre un individuo haciendo que el lector no solo sienta su dolor, sino también su ardiente deseo de defenderse ante aquella maquinaria por cualquier medio a su alcance. La recepción crítica inicial de “1.984” fue sumamente positiva, destacando la originalidad de su sombría visión. Desde su publicación, la novela se ha difundido por todo el mundo y ha sido traducida a 65 idiomas. La preocupación central de la distopía que se describe en la novela es el peligro de permitir que quienes nos dirigen asuman un poder excesivo. En esta era de globalización, con sus medios de vigilancia masiva y control de la información, la advertencia de George Orwell resuena con más fuerza que nunca.

 

 

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