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Nada más que libros – Frankenstein (Mary Shelley)

9 mayo, 2024 - Literatura
Nada más que libros – Frankenstein (Mary Shelley)

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“Una desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos. Con una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mi alrededor mis instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento compulsivo sacudió su cuerpo.”

-Fragmento de Frankenstein, de Mary Shelley-

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Mary Wollstonecraft Shelley, nació el 30 de agosto de 1797 en Londres, hija de la escritora feminista Mary Wollstonecraft, que murió once días después de alumbrarla, y del filósofo radical William Godwin. A los 14 años, Mary fue enviada a Escocia y en 1814 regresó a Londres, donde su padre había vuelto a casarse. En su casa Mary conoció al joven poeta Percy Bysshe Shelley. El ya estaba casado, pero en 1816 la pareja se fugó al continente para estar juntos. Fue una unión amorosa pero trágica: sólo uno de sus cuatro hijos sobrevivió, y en 1822, Percy murió ahogado. Mary Shelley escribió hasta su muerte en 1851. Aparte de su obra más conocida, “Frankenstein” de 1818 y que empezó a escribir en 1816 durante los tiempos más felices con su marido y su círculo de amigos, la autora escribió “Historia de un viaje de seis semanas” (1817), “Matilda” de 1819, “El último hombre” (1826), “La suerte de Perkin Warbeck” de 1830 y “Lodore” de 1835.

La ficción gótica se estableció como género a fines del siglo XVIII, años antes de la publicación del “Frankenstein” de Mary Shelley. Obras como “El castillo de Otranto” de Horace Walpole, “Los misterios de Udolfo” de Ann Radcliffe o los “Nocturnos” de Hoffmann fijaron los elementos clave del género. En estas obras personajes desterrados vagan por sublimes paisajes extranjeros, o se ven atrapados en castillos ruinosos en espantosos relatos de abuso, tiranía y asesinato. En la novela gótica temprana se mezclaban el interés romántico por el poder de la mente y los límites de la imaginación, con la preocupación por cuestiones sociales contemporáneas, y motivos como villanos aristocráticos, muertes sangrientas y lóbregos escenarios medievales. Esta mezcolanza quedaba personificada a menudo en vampiros, fantasmas, monstruos y figuras femeninas terroríficas y misteriosas.

En “Frankenstein” o “El moderno Prometeo”, Mary Shelley expandió estos elementos, vinculándolos a debates filosóficos más amplios y alterando para siempre el género gótico en el proceso. La inspiración para la novela le llegó a partir de conversaciones mantenidas, entre otros, con los poetas románticos ingleses Percy Bysshe Shelley y Lord Byron. Durante una velada en que el grupo contaba historias en torno a la chimenea mientras en el exterior rugía la tormenta, Byron les propuso inventar relatos de fantasmas, y eso estimuló la imaginación de Mary. Así, el tormentoso origen de “Frankenstein” resulta apropiado, pero la novela es mucho más que un simple relato de terror. Y es que una de las contribuciones más notables de Shelley al género gótico fue su habilidad para extender los temas típicos de la persecución, la amenaza y lo monstruoso hacia una exploración más sofisticada de una de las obsesiones clave de la época: la alienación del individuo en el mundo moderno.

Conviene recordar que el nombre del título no se refiere al monstruo, sino al protagonista, Victor Frankenstein, el científico, artista y creador de la criatura innombrada, a la que describe como << aquel demoníaco cadáver al que yo desgraciadamente había dado vida >>. Frankenstein es un genio solitario que desata el horror cuando sobrepasa las leyes éticas de la humanidad, al estilo típicamente romántico. A través de él, Mary Shelley reelabora el tema gótico de la monstruosidad bajo la forma del personaje idealizado del exiliado o el marginado errante. Como ha sugerido el estudioso David Punter, la novela se centra en el rechazo de lo extraño, tanto a nivel social como psicológico. Así el monstruo de “Frankenstein” es un producto del momento de su creación, en la nueva y perturbadora época de la industrialización, caracterizada por la agitación social y política.
Y es que el terror de “Frankenstein” no radica en su monstruo, sino más bien – con su fusión de los motivos góticos de la aparición, el exilio y el aislamiento – en las ansiedades de la época que tanto preocupaban a los románticos, como las cuestiones de la religión frente a la ciencia, la filosofía de la justicia, los debates sobre el origen de la vida, o el papel de la educación, la cultura y el entorno en la formación de la identidad. La caída de Frankenstein a través de su propia creación monstruosa es la fábula moderna definitiva, que envuelve hábilmente hondas cuestiones morales y sociales con el disfraz del terror gótico.

Del monstruo creado por Mary Shelley, inmerso desde su invención en la cultura popular, se aprovecho el nuevo arte del cine casi un siglo después. Así las películas, fieles o no al relato de la autora inglesa, se sucedieron con asiduidad. Entre ellas citaremos “frankenstein” de 1910, de J. Searle Dawley, la primera que trata la novela, aunque con bastantes licencias con lo escrito por Shelley. En 1931, James Whale produciría la mejor y más conocida versión de la obra, con un Boris Karloff engendrando la que hasta hoy permanece como la imagen, digamos, oficial de la criatura. La británica Casa Hammer, realizó varias películas sobre Frankenstein, siendo la primera (y la mejor) “La maldición de Frankenstein”, dirigida por Terence Fisher en 1957, y protagonizada por Peter Cushing como Victor Frankenstein y Christopher Lee como el monstruo….

……Y ya, en clave de comedia, Mel Brooks dirigió “El jovencito Frankenstein” en 1974, una divertida parodia de la obra. Pero quizá la más fiel adaptación de la novela fue “Frankenstein de Mary Shelley” del director Kenneth Brannagh, de 1994, con él mismo en el papel de Victor y Robert de Niro como la criatura. En fin que hay versiones para todos los gustos. En 1988 el director español Gonzalo Suárez dirigió “Remando al viento”, una hermosa cinta, ganadora de seis Premios Goya y Concha de Plata en el Festival de San Sebastian en ese mismo año. En ella los poetas ingleses Mary Shelley y Lord Byron, se ven obligados a huir de Inglaterra. Durante el viaje, Mary recuerda como conoció en casa de su padre adoptivo al joven y apasionado poeta Percy Shelley, cómo lo amó y cómo se fugó con él. También evoca una cita con Byron en Suiza. Pero, sobre todo, rememora una noche de noviembre de 1816 durante la cual, mientras sus amigos contaban historias de terror , ella daba a luz al legendario monstruo de Frankenstein.

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