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Nada más que libros – El siglo de las luces

24 mayo, 2019 - Literatura
Nada más que libros – El siglo de las luces

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“…Víctor Hugues se hizo entregar por los tipógrafos varios centenares de carteles impresos durante la travesía, en espesos caracteres entintados, donde se ostentaba el texto del Decreto del 16 Pluvioso, que proclamaba la abolición de la esclavitud y la igualdad de derechos otorgados a todos los habitantes de la isla, sin distinción de raza ni estado. Luego cruzó el combés con paso firme, y, acercándose a la guillotina, hizo volar la funda alquitranada que la cubría, haciéndola aparecer, por primera vez, desnuda y bien filosa la cuchilla, a la luz del sol. Luciendo todos los distintivos de su Autoridad, inmóvil, pétreo, con la mano derecha apoyada en los montantes de la Máquina, Víctor Hugues se había transformado, repentinamente, en una Alegoría. Con la Libertad, llegaba la primera guillotina al Nuevo Mundo…”

 

EL SIGLO DE LAS LUCES – Alejo Carpentier

 

 

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“El siglo de las luces”, del escritor cubano Alejo Carpentier, publicada en México en 1.962, posiblemente la mejor de su obra, y que supone la consagración del autor ya ampliamente reconocido por sus creaciones anteriores.

Alejo Carpentier Valmont nació en La Habana el 26 de Diciembre de 1.904, de padre francés y madre rusa. Su padre era arquitecto y había llegado a Cuba, con su esposa, dos años antes del nacimiento de Alejo. Los Carpienter no eran inmigrantes pobres, en la biblioteca de su casa el autor leyó, sobre todo literatura francesa y española (Baroja entre otros). En ese ámbito se hablaba francés y el español. Sus primeros estudios los cursó en colegios privados de La Habana. En 1.913 viaja a Rusia con sus padres y de regreso permanece tres meses en París, donde estudia en el liceo Jeanson de Sailly. En 1.917 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, y escribe pequeños artículos y cuentos a la manera de Salgari y Anatole France. En 1.921 se matrícula en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana. Con el tiempo Carpentier adquirió una pasmosa erudición tanto en arquitectura como en música, a pesar de que nunca terminaría la carrera. Ese mismo año, nunca se supo el motivo, su padre abandonó a su familia y nunca se volvió a saber de él. Esa circunstancia forzó al joven a dejar sus estudios para mantenerse a sí mismo y a su madre, y comenzó a colaborar en periódicos. Tal vez para compensar la ausencia del padre su trabajo en publicidad y sus escritos le traerá el bienestar económico y la posición social. Se juntan dos elementos que tendrán gran importancia en su vida: la erudición y el comercio. Estos dos elementos es algo de signo ambiguo en su vida y en su obra, es como una camisa de fuerza de la que se quiere liberar; coraza que le protege de la destitución y la marginalidad. Por ello será criticado, y de ello se defenderá hasta el final de su vida.

En los años veinte, y aunque Carpentier había abandonado sus estudios y después de varias intervenciones norteamericanas para “restablecer el orden”, se vio involucrado en actividades políticas cuya fuente era la Universidad. Esos años fueron una década de crecimiento económico y turbulencias políticas en Cuba, que culminaron con una revolución en toda regla contra la dictadura de Gerardo Machado, que había llegado al poder en 1.925, con el apoyo de los Estados Unidos, y que reprimió la oposición con una violencia que le valió el mote de “el asno con garras”. Cuando la revolución estaba a punto de triunfar los EEUU lograron manipular la situación de tal manera que, aunque Machado tuvo que huir, la oposición no pudo tomar el poder. La revolución fue abortada y de las ruinas de la dictadura de Machado habría de surgir el siguiente dictador, Fulgencio Batista, que dominó la política de la isla hasta la revolución de 1.959.

 

En 1.927 Alejo Carpentier fue encarcelado por la dictadura, y permaneció un año en la cárcel. Al salir abandonó la isla y se trasladó a París, donde se dedicó a actividades relacionadas con la música siendo corresponsal de diversas revistas culturales cubanas. Conoció las corrientes vanguardistas, especialmente el surrealismo, llegando a colaborar en la revista Révolution Surréaliste de André Bretón. En 1.933 se dirigió a Madrid donde publicó su primera novela ¡ Ecué-Yamba-Ó !. En España conoció a importantes poetas de la Generación del 27: Pedro Salinas, Rafael Alberti y Federico García Lorca, con los que mantuvo una gran amistad. En 1.937 asiste, con una delegación cubana, al Congreso de escritores antifascistas celebrado en Madrid, Valencia y Barcelona. Posteriormente se traslada a Cuba, donde trabaja en la radio y en diversas revistas como periodista y articulista. Entre 1.945 y 1.959 se radicó en Venezuela, donde se dedicó al periodismo radiofónico, profesor universitario, y columnista en diarios y revistas, aparte de trabajar en publicidad. En 1.959, con el triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro, Alejo Carpentier, hombre de ideales revolucionarios, decidió regresar a Cuba, donde asumió importantes cargos en áreas culturales, así como consejero cultural en las embajadas de Cuba en diversas capitales sudamericanas y del este de Europa. La última embajada en la que estuvo antes de morir fue en la de Francia.


Fue en 1.949, cuando publica “El reino de este mundo”, donde, en su prologo, Carpentier expuso la tesis de “lo real maravilloso”, germen del llamado “boom” de la literatura hispanoaméricana.
Aparte de numerosos ensayos, obras musicales, programas radiofónicos y artículos en revistas y periódicos, de sus novelas destacaríamos: “ Los pasos perdidos “, “El acoso”, “Concierto barroco”, “El recurso del método”, “La consagración de la primavera” y “El arpa y la sombra”. Alejo Carpentier falleció en París, el 24 de Abril de 1.980, y sus restos fueron trasladados a La Habana, donde se le rinde homenaje póstumo en la Plaza de la Revolución.

El hijo, la hija y un sobrino de un comerciante cubano, se quedan huérfanos al morir éste cuando los franceses pierden su autoridad al producirse el colapso de la monarquía. Los jóvenes- Carlos, Sofía y el primo de ambos, Esteban- pasan a ser los únicos dueños de las mercancías de su padre y entusiasmados por esa libertad de que gozan, saquean Europa para divertirse, comprando todo lo que se les antoja almacenándolo en su enorme casa. En el momento en que la libertad se convierte en desenfreno, aparece un salvador, el masón haitiano Víctor Hugues, que les toma bajo su tutela. Al estallar la revolución francesa, sale de La Habana rumbo Haití con Sofía y Esteban, pero Sofía se ve obligada a regresar debido a la violencia de los acontecimientos y los dos hombres se van a Francia si ella. Esteban busca un sentido a la revolución, pero no tarda en ver cómo el movimiento revolucionario degenera en una burocracia inane. Y Víctor Hugues degenera al compás de esta. Cuando embarca de nuevo rumbo a las Antillas junto con Esteban para ser el nuevo gobernador de Guadalupe, se lleva consigo la guillotina, justificándolo con el argumento de que también lleva un decreto que emancipa a los esclavos negros. Aún con la caída de Robespierre, la situación no cambia. Víctor Hugues se convierte en el rey sin corona de la isla, dedicándose a la piratería y manteniendo muy sujeto al cada vez más desilusionado Esteban, hasta que este recobra la libertad al ser enviado a una misión a Cayena. Esteban no encuentra una utopía social en la revolución francesa. Al caos sigue el autoritarismo, las instituciones resurgen de las cenizas de las antiguas. Sólo cuando recorre las islas con los bucaneros y ve la prodigiosa y enigmática creatividad de la naturaleza, los hechos humanos, vistos a la escala temporal de la creación, adquieren su verdadero significado.

Hacía el final de sus andanzas con Víctor Hugues, Esteban se sitúa a sí mismo en el lapso de tiempo de la historia natural, elevándose de las cerradas espirales que circunscriben una única vida, para observar con la visión de un dios la vida oceánica, la lenta transformación de las nubes o de las conchas marinas. Sofía pasa por una experiencia similar de esperanza y desilusión. Cuando Esteban regresa a la Habana rehuye las responsabilidades del trabajo y deambula por las calles en su intento por reconocer los ambientes. Ha vuelto ilusionado y pronto comienzan a fluir ciertas remembranzas más felices; comparte impresiones con Sofía, en las cuales Víctor Hugues sale a colación una y otra vez, hasta que recapitulan:” dejemos a Víctor en paz. Fue un mal engendro de una gran revolución”. En la Habana se vive la incertidumbre ya experimentada en otras islas; se teme una revuelta por parte de los esclavos , nuevamente explotados aunque supuestamente libres, por lo que las autoridades se muestran muy estrictas con los agitadores. Víctor Hugues retoma el poder que había perdido en una de tantas fluctuaciones políticas. Su gobierno se califica como sensato, y un buen día la religión vuelve a implantarse en Francia y sus colonias, al igual que la esclavitud. El restablecido maltrato a los negros son espantosos, pero Víctor Hugues, siempre definido por el sendero que tome la marea de sus intereses, no demuestra convicciones firmes en ningún caso: “Tal parece que yo fuese el autor del Decreto”, dice para justificarse. Finalmente Sofía y Esteban, totalmente desengañados, se van a Madrid, donde viven una existencia casi secreta y solitaria. Durante los sucesos del dos de Mayo de 1.808, Sofía y Esteban salen a las calles del Madrid levantisco y se mezclan con el pueblo en armas. Nunca regresaron a su casa. Nadie supo más de sus huellas ni del paradero de sus carnes.

La importancia y trascendencia del “siglo de las luces” y de su autor en la literatura hispana y universal, puede reflejarse en lo que dijo Gabriel García Marquez de ella: cuando llevaba escritas más de cien páginas de “cien años de soledad” leí la novela de Carpentier y rompí todo lo hecho hecho hasta entones, y comencé la novela desde el principio”.

 

 

 

Un pensamiento sobre “Nada más que libros – El siglo de las luces

FERNANDO

Fascinante momento histórico: las contradicciones de la Ilustración.

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