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Nada más que libros – El Principito (Antoine de Saint-Exupéry )

23 enero, 2025 - Literatura
Nada más que libros – El Principito (Antoine de Saint-Exupéry )

“Me puse en pie de un salto como herido por un rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba gravemente. Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo. Pero no es mía la culpa. Las personas mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas”.

Fragmento de ‘El Principito’

CARTEL NMQL - Principito-cuadro

 

Antoine Marie Jean-Baptiste Roger, conde de Saint-Exupéry nació el 29 de junio de 1900 en Lyon, en el seno de una familia aristocrática francesa. Recibió una educación estricta en un castillo en los alrededores de su ciudad natal. Durante el servicio militar se formó como aviador y antes de la II Guerra Mundial trabajó como piloto comercial y fue un pionero de las rutas de correo en Europa, América del Sur y África. Al estallar la guerra se unió al Ejército del Aire francés, y hasta 1940 realizó misiones de reconocimiento. Para entonces ya había escrito algunas obras memorables, como “El aviador” de 1926 o “Vuelo nocturno” de 1931.

Pero fue “El principito” escrito en 1943 en Nueva York, donde se exilió junto a su esposa Consuelo Suncín Sandoval, tras la derrota de Francia y su armisticio con Alemania, su obra más famosa. Vilipendiado por su gobierno y deprimido por su tormentoso matrimonio, Saint-Exupéry llevó a cabo su último vuelo en 1944, sobre el Mediterráneo, donde al parecer fue derribado, aunque su muerte sigue siendo un misterio sin resolver. Su reputación póstuma le ha restaurado como uno de los héroes literarios de Francia. Cientos de páginas de “La ciudadela”, obra alegórica inacabada, fueron publicadas póstumamente en 1948.

Antes y durante la II Guerra Mundial, muchos escritores europeos se vieron obligados a huir de su país natal, y en la obra que escribieron en el exilio a menudo resulta evidente un tono sombrío, nostálgico y elegíaco. Es el caso de autores como Joseph Roth, Stefan Zweig o Paul Celan, así como de Antoine de Saint-Exupéry, que escribió “El principito” tras abandonar la Francia ocupada por los nazis. Esta novela, como muchas de las grandes obras literarias de su época, no es una novela de guerra, pero está moldeada por el contexto político y social provocado por ella. Esta pequeña obra se ha leído bajo muchos prismas: como una fábula moral y filosófica; como un cuento para niños; como un relato autobiográfico tamizado por la fantasía; como una reflexión sobre su tiempo……

Así otras obras de la literatura del exilio, que generalmente lamentan la pérdida de una forma de vida, han recibido interpretaciones similares. Dada su génesis en una época de desplazamiento, no resulta sorprendente que el personaje que da título a la novela sea un niño de otro planeta caído a la tierra en el sobrecogedor paisaje del desierto del Sáhara, donde es encontrado por el narrador, un piloto que se ha estrellado. El desamparo, el error sin rumbo, la huida y la inestabilidad caracterizan la historia de “El principito”, que se presenta como un cuento para niños aparentemente simple. Sin embargo, como todo buen cuento, es un relato tanto para jóvenes como para adultos.

Y es que el autor toma de la literatura clásica infantil la idea de que la niñez es un estado de transición marcado por la diferencia. Así el príncipe es, literal y metafóricamente, un extraterrestre que vaga por la Tierra; un niño perdido en un mundo de adultos. Pero, como personaje, su alteridad está imbuida de una filosofía moral que celebra la disimilitud y cuestiona el mundo adulto que ha dado pie a la guerra y, en el caso de Saint-Exupéry, al exilio; como si la dolorosa maduración del niño por la que ingresa en el misterioso reino de la adultez, el estado de exilio es un proceso de pérdida y reaprendizaje del propio lugar en el mundo.

Esta extrañeza del mundo adulto, a la celebración de la rareza del principito, se ha leído también como una crítica política. Los baobabs que infestan el planeta natal del principito se han interpretado como referencias a la enfermedad del nazismo, que, con su naturaleza igualmente codiciosa, avanzaba por Europa destruyéndolo todo a su paso, incluida la querida Francia de Saint-Exupéry. Así, el narrador avisa: <<Había, pues, semillas terribles en el planeta del principito…..Y si un baobab no se arranca a tiempo….invade todo el planeta. Lo perfora con sus raíces>>.

Frente a la propagación de este desastre, la novela opone una filosofía humanista repleta de racionalidad, compasión y respeto por la diferencia. El niño extraterrestre nos advierte de que, cito textualmente. << no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos>>. “El principio” es una exploración tan atemporal como apropiada de la vida humana. Como otros autores en el exilio, Antoine de Saint-Exupéry analiza la pérdida y el cambio ante un trasfondo de convulsión y alienación, y propugna la bondad que hacía el otro y la tolerancia de la diferencia.

De “El principito” se editaron millones de ejemplares en trescientas ochenta y dos lenguas y dialectos y se convirtió en uno de los libros más leídos de la historia de la literatura, una obra asequible para los lectores más pequeños y llena de contenido para los adultos. . , aquellos que alguna vez fueron niños. La novela ha sido objeto de numerosas adaptaciones, tanto al cine, como al teatro, la ópera, los dibujos animados y el cómic. También se han realizado una gran cantidad de reediciones en diferentes versiones y formatos. Como sabemos el manuscrito original de “El principito” cuenta con una serie de ilustraciones en acuarela dibujadas por su autor, que han servido como punto de partida para las distintas reinterpretaciones de la obra. Una de las primeras adaptaciones al cine, en forma de musical, fue la del director Stanley Donen en 1974.

Podemos decir que “El principito” no es solo un libro para niños, sino que es una obra que invita a lectores de todas las edades a reflexionar sobre la vida, el amor y la amistad. Su narrativa simple, adornada con ilustraciones que hablan más allá de las palabras, esconde profundas verdades sobre la naturaleza humana. El libro nos enseña a ver el mundo con la maravilla y la curiosidad de un niño, recordándonos la importancia de la imaginación y la capacidad de asombro, aspectos que a menudo se pierden en la vida adulta. De manera que esta obra trasciende generaciones, ofreciendo una mirada profunda a las lecciones que Antoine de Saint-Exupéry tejió en esta historia.

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