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Nada más que libros – El guardián entre el centeno – J.D. Salinger

19 diciembre, 2020 - Literatura
Nada más que libros – El guardián entre el centeno – J.D. Salinger

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“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es donde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, que hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada.”

‘El guardián entre el centeno’
J.D. Salinger.

 


CARTEL JD SALINGUER

 

En contra de los deseos del propio Jerome David Salinger, su nombre continúa generando ruido hoy. Celosamente obsesionado con su vida privada, su fuerte rechazo a la exposición pública marcó la vida de este escritor que, a base de interponer querellas y levantar muros, vivió apartado sus últimos cuarenta años en una granja de Cornish (New Hampshire). “Les aseguro que si fuera pianista o actor de cine o algo así, me reventaría que esos imbéciles me considerarán maravilloso”, escribió en “El guardián entre el centeno”, casi como una profecía. “Hasta me molestaría que me aplaudiesen. La gente siempre aplaude lo que no debe. Si yo fuera pianista, creo que tocaría dentro de un armario”, Salinger dixit. J. D. Salinger nació el 1 de Enero de 1.919 en Nueva York, concretamente en Manhattan, en el seno de una familia acomodada que se dedicaba a la importación de carnes y quesos europeos, y publicó su primer relato en una revista literaria en 1.940. En aquellos años en que aún peleaba por publicar sus textos en esas revistas, conoció a la que sería para muchos, el gran amor de su vida, Oona O´Neill, hija del dramaturgo Eugene O´Neill. Pero el estallido de la II Guerra Mundial lo cambió todo y, tras el bombardeo de Pearl Harbour, el escritor se alistó en el ejército para combatir en el frente, donde participó, entre otras acciones, en el desembarco de Normandía. Salinger era un chaval de 25 años de Park Avenue, un privilegiado criado entre algodones que se creía que la guerra iba a ser una aventura, algo romántico, lleno de glamour. Se preguntaba si tal vez le faltaba el dolor necesario para convertirse en escritor. Quería que la guerra le curtiera, que lo hiciera más profundo como persona y como escritor. Aquello le cambió para siempre. Mientras permanecía en el frente, Oona, que había iniciado un romance con Charles Chaplin, contrajo matrimonio con el mítico actor en 1.943.

Por su parte él regresó a su vida en Nueva York, profundamente marcado por las secuelas de la guerra y casado con una médica alemana llamada Silvia Louise Welter, de la que poco después se divorciaría. Fue precisamente a su vuelta, en 1.951, cuando pubicó “El guardián entre el centeno”, un relato iniciático sobre la pérdida de la inocencia y el paso a la vida adulta, que aún hoy sigue generando ventas de 250.000 ejemplares al año. De ese texto, que le llevó diez años escribir, el autor confesó que seis de los capítulos de la novela estuvieron con él en el frente porque necesitaba llevar aquellas páginas no solamente como amuleto para ayudarlo a sobrevivir, sino como razón misma para sobrevivir. Salinger no solo sobrevivió sino que su obra, que una vez publicada pasó a convertirse en un clásico, es considerada hoy como una de las cumbre de la literatura de iniciación. Su narración sobre un adolescente que cuenta sus aventuras en Nueva York un fin de semana antes de navidad revelaba a un prosista excepcional, con grandes dotes para la narración y la creación de personajes, capaz de combinar la introspección con el humor y el absurdo.

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Tenía 32 años y acababa de convertirse en una leyenda gracias a aquel título, que en la década de los ochenta, estuvo inexplicablemente ligado a varios episodios violentos: John Hinckley Jr., que en 1.981 intentó asesinar a Ronald Reagan, estaba obsesionado con él y se dice que Mark David Chapman, el día que mató a John Lennon, llevaba un ejemplar consigo que acababa de comprar. Tras los disparos, se sentó tranquilamente a leerlos hasta que llegó la policía. “Esta es mi declaración”, había escrito en él. Pero después del éxito de “El guardián entre el centeno”, las secuelas de la guerra y la celebridad exagerada propiciaron que el autor huyera del ruido mediático y de cualquier otra distracción. Nada de fotografías, admiradores y periodistas. Tampoco le interesaba la autopromoción de su obra. Tan pronto como pudo, quiso que las editoriales retiraran su imagen de la portada del libro y toda aquella información adicional al texto en bruto. Fue en 1.965, cuando desapareció por completo. Como Emily Dickinson, Harper Lee, Cornac McHarthy o Thomas Pynchon, de quién se ha llegado a afirmar incluso que era en realidad el propio Sallinger que publicaba bajo seudónimo, Jerome David Salinger se refugió en su particular armario del tamaño de una granja en Cornish. “Me gusta escribir. Amo escribir, pero escribo solo para mí mismo y para mi placer”, declaró en una de las pocas entrevistas que en 1.974 concedió al New York Times. Todas aquellas decisiones, no obstante, lejos de apartarle de la vida pública moldearon el mito de un escritor enigmático, cuya imagen fue durante años buscada y perseguida por propios y extraños. Abrazado al budismo, su vida privada tampoco atravesaba su mejor momento cuando en 1.967, se divorció de su segunda mujer, Claire Douglas, con la que llevaba casado desde 1.955 y con quién tuvo sus dos únicos hijos, Margaret y Matt Salinger, algo más conocido por su trabajo como actor en películas como “Capitán América” del año 1.990. En lo puramente creativo, aunque según el propio escritor no dejó de escribir nunca, lo cierto es que a partir de 1.965 no volvió a publicar nada más y su producción literaria se limitó, además de la novela que lo consagró como escritor de culto, a varios libros de relatos como “Nueve cuentos”, “Fanny y Zooey” y “Levantad, carpinteros, la viga del tejado”. Salinger falleció un 27 de Enero de 2010, a los 91 años, y pasó los últimos años rehuyendo la atención mediática que había vuelto a generar la publicación de varios libros de memorias escritos por su ex amante, Joyce Maynard, a la que conoció cuando ella tenía 18 años y el alcanzaba los 52, y de su propia hija Margaret que en “El guardián de los sueños” describió a su padre como un hombre egoísta, mujeriego y machista. Con todo, extremadamente sensible para unos, obsesivo y excéntrico para otros, la oscuridad en torno a su enigmática figura sigue provocando el mismo o mayor interés hoy, más de cien años después de su nacimiento.

Muchos autores, desde Goethe y Keats hasta Joice y Fitzgerald, exploraron ya el precario estado de la adolescencia antes de la década de 1.950. Pero en esta época, los adolescentes, con su nueva música y su búsqueda de emociones, representaron un reto para la sociedad y la cultura conservadoras, y se toparon con un aprensivo rechazo social: los adultos consideraban a esta generación moralmente laxa y falta de orientación. Los adolescentes respondieron con acusaciones de hipocresía, considerándose marginados en un mundo indiferente; y este es el territorio de la novela de Salinger. “El guardián entre el centeno” es narrada por Holden Caulfield, un chico de 17 años. Holden es liberal con el dinero de sus padres e implacable en sus comentarios sobre la sexualidad, la moralidad y la condición humana. Tiene poco respeto por la autoridad y parece indiferente a su trayectoria autodestructiva.

Pero Holden es mucho más que un adolescente rebelde. La admisión de sus mentiras, imperfecciones y contradicciones revela a un individuo perplejo, que añora la inocencia de la niñez, sufre y que cada vez es más consciente de las contradicciones de la vida adulta. Es un antihéroe, una figura ambivalente y vulnerable, que puede mostrarse tan sensible e ingenioso como inmaduro y vulgar. Su indiferencia por la honradez y su desdén por las normas sociales establecidas se ven mitigados por un genuino impulso confesional y por una sorprendente tolerancia hacia alguno de los personajes que se encuentra en el transcurso de la novela.

Holden es asimismo una víctima fácil. Es acosado en su dormitorio de la escuela y timado por un chulo que trabaja como ascensorista en el hotel en que se aloja. En su confusión respecto a las mujeres y el sexo, busca inconscientemente ternura y confianza. Tras pagar a una prostituta, le pregunta si pueden hablar un rato. Pese a su ateísmo, inicia una conversación con dos monjas, que le dicen que es un chico muy amable. Inevitablemente el realismo sucio de Salinger causó polémica. Algunos críticos despacharon la novela como pueril y sensiblera; pero los años siguientes a su publicación en 1.951, J.D. Salinger adquirió el estatus de figura de culto. La muerte y la aflicción son otros temas presentes en la novela. Tras la muerte de su hermano, Holden se destroza las manos de rabia; su compañero de clase es acosado y encuentra un final trágico. El propio título de la obra se refiere a una reflexión del protagonista, Holden, en que se ve como un guardián que evita que los niños que corren por un campo de centeno se caigan por un precipicio. Puede que la pérdida de tantos soldados jóvenes en la guerra influyera en Salinger para escribir esta fascinante narración en primera persona, que perdura como un retrato memorable del adolescente en crisis.

 

 

 

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