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Nada más que libros – El Gran Gatsby – (Francis Scott Fitzgerald)

22 abril, 2021 - Literatura
Nada más que libros – El Gran Gatsby – (Francis Scott Fitzgerald)

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“Nueva York empezó a gustarme por su chispeante y aventurera sensación nocturna, y por la satisfacción que presta a la mirada humana su constante revoloteo de hombres, mujeres y máquinas. Gustaba de pasear por la Quinta Avenida y elegir románticas mujeres de entre la multitud; imaginar que dentro de breves minutos irrumpiría en su vida, sin que nadie lo supiera o desaprobara”.

-Fragmento de ‘El Gran Gatsby’-

 

 

CARTEL NMQL - Gatsby-cuadro

 

Francis Scott Fitzgerald nació en 1.896 en Saint Paul, Minnesota. Abandonó la Universidad de Princeton en 1.917 para alistarse en el ejército durante la I Guerra Mundial. Se enamoró de Zelda Sayre, hija de un juez, y se casó con ella a los veinticuatro años, tras lograr el éxito con su primera novela “A este lado del paraíso”. Juntos tuvieron una hija, y él mantenía a la familia escribiendo relatos para revistas populares. Su segunda novela, “Hermosos y malditos”, confirmó su reputación como principal cronista y crítico de la era del jazz. En 1.924 se trasladó con Zelda a la Costa Azul francesa para escribir “El gran Gatsby”. Posteriormente vivirían a caballo entre Francia y Estados Unidos. Fitzgerald tuvo una relación problemática con el alcohol; tras publicar “Suave es la noche” en 1.934, batalló durante dos años contra la bebida y la depresión. En 1.937 probó a escribir guiones para Hollywood, donde murió de un ataque al corazón en 1.940 a los cuarenta y cuatro años.

Charlando con Ernest Hemingway, la escritora y anfitriona literaria Gertrude Stein de refirió a una generación perdida de jóvenes: aquellos que habían servido en la I Guerra Mundial. Según Hemingway, Stein había oído por primera vez la expresión en boca del propietario de un taller que le había reparado el coche: un detalle anecdótico que resuena sugestivamente en las escenas del garaje de “El gran Gatsby”. En este contexto significa desorientada o alienada, más que desaparecida. Después de que Hemingway la empleara en el epígrafe de su novela “Fiesta”, la expresión “Generación Perdida” vino a designar a un grupo de jóvenes autores estadounidenses expatriados en el crisol creativo del París de los años veinte, que incluía a Scott Fitzgerald, John Dos Passos, Ezra Pound y el propio Hemingway. La I Guerra Mundial les había dejado su impronta, y ellos eran inquietos y cínicos, y buscaban sentido en la experiencia del amor, la escritura, la bebida y el placer. Fitzgerald, uno de los escritores más importantes de la Generación Perdida, se vio seducido por el centelleo de la llamada en la década de 1.920, al mismo tiempo que era agudamente consciente de sus deficientes valores morales y de la vacuidad de su promesa de una vida mejor para todos. Su novela más famosa, “El gran Gatsby”, relata la historia del sueño de amor frustrado de Jay Gatsby, pero es al mismo tiempo la historia del fracaso del Sueño Americano, en que su promesa de un mundo mejor se revela como una farsa. Fitzgerald veía la era del jazz como una época milagrosa y excesiva, marcada por una nueva prosperidad posbélica centrada en Wall Street, donde se hacían fortunas inmensas comerciando con acciones y bonos. El ideal del hombre hecho a sí mismo era un atractivo antídoto contra el poder del dinero transmitido por herencia y el matrimonio entre las mejores familias. En Estados Unidos, los años veinte parecían ofrecer una nueva movilidad social que sanaba las heridas de clase y desafiaba al esnobismo. Los que habían buscado suerte en el Oeste ahora volvían al Este para hacer fortuna y gastar sus riquezas en casas magníficas, lujosos objetos y un alto nivel de vida; al menos, ese era el sueño. Pero la realidad era que la riqueza para unos conllevaba el empobrecimiento de otros, y además suscitaba una cultura de brillo superficial, pero moral y espiritualmente vacía. La falsedad cundía en todas sus formas y el esnobismo pervivía: simplemente había encontrado nuevos objetivos. Tras la aprobación en 1.919 de la 18ª Enmienda, que prohibía la venta de alcohol, muchos emprendedores canalizaron su talento hacia el contrabando de licor ilegal, gran parte del cual se vendía en bares clandestinos. Por otra parte, el racismo era algo generalizado; en el primer capítulo de la novela, Tom Buchanan lo expresa abiertamente: “ Si no nos mantenemos en guardia, la raza blanca acabará….., acabará hundiéndose completamente”.

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Scott Fitzgerald veía su novela como . Este brillo, reflejado en una prosa sensual teñida de un tono romántico, es visible en el deslumbrante glamour de la lujosa sociedad de la Costa Este que Fitzgerald retrata. Jay Gatsby, posee una mansión colosal al estilo de una villa francesa en el West Egg, en la costa de Long Island frente a Nueva York. Gatsby es un enigma, un recién llegado del Medio Oeste sobre el que circulan muchos rumores: que asesinó a un hombre, que su supuesta educación en Oxford es mentira, que hizo su fortuna con el alcohol ilegal…Cada sábado celebra decadentes fiestas con cientos de invitados, según describe Nick Carraway, el narrador, que ha alquilado una pequeña casa vecina. En estas juergas hay risas y jazz, pero también mucha embriaguez y riñas, especialmente entre parejas. De hecho, a lo largo de la obra, los diálogos entre hombres y mujeres suelen ser frívolos e insinceros. Nick llegará a conocer a Gatsby y descubrirá su secreto: que durante cinco años ha estado obsesivamente enamorado de la bella y mundana Daisy Buchaman, la cual resulta ser prima de Nick, y que está casada con Tom Buchanan, un adinerado amigo de universidad de Nick. Daisy es la razón de que Gatsby haya comprado la mansión en la orilla opuesta a la de la casa colonial georgiana de Tom y Daisy, en el East Egg. Gatsby exhibe su riqueza, adquirida en oscuros negocios con un criminal de aire mafioso llamado Meyer Wolfsheim, con el único objetivo de recuperar a su amor perdido, ahora que por fin dispone de capital para mantenerla.

Los temas de la novela se desarrollan sobre una topografía muy simbólica. El East Egg, hogar de Daisy y Tom, así como de la mayoría de los invitados a las fiestas de Gatsby, simboliza los valores tradicionales y el dinero viejo; el West Egg, donde vive Gatsby, representa la moderna opulencia de los nuevos ricos. Cerca se halla Nueva York, repleta de negocios turbios y placeres clandestinos. En medio, el : una extensión de terreno donde se materializa la desolación subyacente al glamour. Esta región desolada recuerda a “La tierra baldía” de T.S. Elliot, cuyo título hace referencia al antiguo mito de un reino azotado por una maldición. Aquí vive la amante de Tom Buchanan, Myrthe Wilson, con su triste y pasivo marido, propietario de un garaje, cerca de la gigante valla publicitaria de una óptica. Las gafas del anuncio constituyen un guiño irónico, pues en el mundo de Gatsby nadie muestra demasiada claridad visual; ni siquiera Nick, quién dice que “suelo reservarme mis juicios”, pero que en realidad se siente superior a todos, incluida su cínica novia, la golfista profesional Jordan Baker.

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Jordan y Daisy aparecen primero vestidas de blanco, pero ninguna de ellas es tan inocente como este color podría sugerir. En “El gran Gatsby” el color tiene un valor altamente simbólico. Gatsby viste un traje rosa y conduce un Rolls-Royce amarillo, colores que denotan su necesidad desesperada de impresionar. Uno de los símbolos dominantes en la novela es el verde, el color de la luz al final del embarcadero de Daisy, hacia donde Gatsby mira con anhelo desde el otro lado del agua. En las páginas finales, a solas en el jardín vacío de Gatsby, Nick tiene la visión de “un pecho de nuevo mundo, verde y joven”, vislumbrado por los primeros colonos que llegaron a Long Island, y medita sobre la creencia de Gatsby en esa simbólica “luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocede ante nosotros”. Es aquí, bajo esa luz verde y en esa tierra verde, donde convergen las inquietudes de la novela sobre el destino del individuo y de la nación. Al final de la novela, viendo el Este como un lugar afligido por la tragedia y según Nick “distorsionado, sin que mis ojos pudieran corregirlo”, este regresa a su hogar del Medio Oeste. Con sus cambiantes, mundanas y sumamente matizadas percepciones y simpatías, Nick es tan protagonista de la novela como Gatsby. La reflexión que nos deja es que el pasado tira irresistiblemente de nosotros : los sueños de progreso son puro oropel.

Mientras planificaba la novela, en 1.923 , Scott Fitzgerald escribió que logró esta ambición, pero inicialmente la novela recibió una crítica desigual y se vendió mal. En el momento de su muerte, Fitzgerald se consideraba un fracasado: en la declaración de derechos de autor de su último año de vida, solo se consignaron setenta y dos ejemplares vendidos de sus nueve títulos. Actualmente, “El gran Gatsby” y “Suave es la noche” se cuentan generalmente entre las mejores novelas estadounidenses. “Suave es la noche”, publicada en 1.934, noveliza hebras de la turbulenta vida del autor, incluidos el adulterio, la enfermedad mental y una aguda sensación de fracaso personal y creativo. “El gran Gatsby” es la más aclamada de sus obras. Es particularmente admirada por su análisis forense de un ambiente y sus defectos; por su prosa finamente calculada, que combina la informalidad de la primera persona con una soberbia cadencia descriptiva; por sus diálogos magníficamente expresivos, capaces de revelar un vacío moral en el más breve de los intercambios; y por su perfección estructural, que es notable, por ejemplo, en el encaje del relato de Jordan de los antecedentes de Gatsby, que es tanto retrospectivo como prospectivo. Al igual que el resto de la Generación Perdida, Fitzgerald expresaba una reacción al espíritu de la época, o sea, desilusión, pérdida de rumbo moral, prevalencia de lo material sobre lo espiritual, y, sin embargo, su novela trasciende el momento de su creación. Ello se debe en parte a su vigencia en el mundo actual, con sus celebridades, su voracidad empresarial y su economía mundial impulsada por el precio inflado de los activos. Pero también es intemporal porque, estéticamente, cada uno de sus aspectos testimonia la incuestionable maestría de Scott Fitzgerald en el arte narrativo.

 

 

 

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