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Nada más que libros – Charles Dickens. ‘Tiempos difíciles’

4 junio, 2020 - Literatura
Nada más que libros – Charles Dickens. ‘Tiempos difíciles’

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“El fundamento principal del sistema filosófico de Gradgrind era que todo se pagaba. Nadie debía entregar jamás nada a nadie, ni realizar un servicio, sin el correspondiente pago. La gratitud tenía que desaparecer, y con la gratitud todas las virtudes que se derivan de la misma. Desde el nacimiento hasta la muerte, todos los momentos de la vida eran como un toma y daca con un mostrador de por medio. Y si no entrábamos de esta manera en el cielo era porque no se trataba de un lugar político-económico, ni menos se realizaban transacciones en él.”

Charles Dickens – Tiempos difíciles.

 

 

 

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Charles Dickens nació el 7 de Febrero de 1.812, en Portmouth, Inglaterra, en el seno de una familia humilde. Hijo de John Dickens, manirroto funcionario de la Armada, y de Elizabeth Barrow. Pasó la mayor parte de su infancia en Londres y Kent, lugares que aparecen con mucha frecuencia en sus obras. Comenzó a asistir a la escuela a los nueve años, pero sus estudios quedaron interrumpidos cuando su padre fue encarcelado,en 1.824, por no pagas sus deudas. Así, con once años de edad, el joven Charles tuvo que ponerse a trabajar en una fábrica de betún para calzado ubicada cerca de la estación ferroviaria de Charing Cross. Esta experiencia, que más tarde describiría en su novela “David Copperfield” de 1.850, le produjo una sensación de humillación y abandono que le acompañará el resto de su vida. Entre 1.824 y 1.826 asistió de nuevo a la escuela, aunque la mayor parte de su educación fue autodidacta. Aprendió taquigrafía y pudo trabajar en los tribunales, lo que le llevó a ser cronista judicial y, poco a poco, autor de pequeñas estampas de costumbres.

En 1.833 publicó, bajo el seudónimo de Boz, la primera de una serie de originales descripciones de la vida cotidiana de Londres en “The Monthly Magazine” y en 1.836 publica “Los apuntes de Boz” que obtuvo un gran éxito. Con “Papeles póstumos del club Pickwick, de 1.837, se consolida la fama de Dickens además de influir notablemente en la industria editorial de Inglaterra, ya que su innovador formato, el de una publicación mensual poco costosa, marcó una linea que siguieron muchas editoriales. Convertido ya en un autor de fama mundial, Charles Dickens escribió entre 1.837 hasta el día de su muerte novelas tan importantes como “Oliver Twist”, “Tiempos difíciles”, “Historia de dos ciudades”, “Grandes Esperanzas” o el ya clásico cuento “Canción de Navidad”. En 1842 impartió seminarios en los Estados Unidos en favor de un acuerdo internacional sobre propiedad intelectual y en contra de la esclavitud. Charles Dickens murió en Kent el nueve de Junio de 1.890, tras sufrir una apoplejía, y su cuerpo fue enterrado en la abadía de Westminster.

DICKENS-Oliver Twist

La pobreza urbana fue el reverso de la medalla del progreso victoriano. En esa época los agricultores se desplazan a las ciudades ofreciéndose como mano de obra a la naciente industria textil y entonces se conocen los sufrimientos de la nueva clase obrera, con aspectos tan especialmente lamentables como el trabajo infantil en largas jornadas, sobre todo en los túneles de las minas, donde el menor tamaño de los niños les hacía especialmente útiles, como analiza Engels en su estudio de 1.845 “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, que fue material apropiado para las reflexiones de su amigo Karl Marx, por entonces ya asentado en Londres. Y la burguesía no ignoraba su existencia. Sólo eludía toda responsabilidad por ella, al atribuirla, consecuente con su individualismo, al proceso de degeneración urbana que, a la vez que debilitaba físicamente a los inmigrantes venidos del campo, les degradaba moralmente, corrompiéndolos con los vicios de la ciudad y volviéndolos borrachos y vagos, hasta llegar a un punto en que preferían vivir de la caridad pública o privada antes que trabajar por un pequeño sueldo. Y si la pobreza no se debía a causas personales como el despilfarro, la vagancia o el vicio, habría que pensar que existían unas causas sociales que la engendraban. Las causas de las miserias de los trabajadores londinenses radicaban en la desaparición de los viejos oficios y en la sustitución gradual del trabajador especializado por peonaje sin cualificar, y se acentuaron con los empleos eventuales, con la disminución de los salarios y el paro. Todo ello quiere decir que en la próspera Inglaterra había un cuarto de la población urbana que vivía en la miseria.

Tal es el panorama que Dickens observa en el momento de escribir “Tiempos difíciles”, una novela centrada en la industria y en sus primeras huelgas, aún cuando su óptica no reconoce de lleno el sentido de la lucha de clases. “Tiempos difíciles” es, al mismo tiempo, una novela absolutamente dickensiana y un caso aparte dentro de la obra del autor. Ante todo por su estructura y modo de escribirse ya que fue publicada en veinte entregas semanales, en vez de las veinte entregas mensuales acostumbradas en Dickens, y, consiguientemente, con la cuarta parte de extensión, tiene una apretada construcción en que se puede ver que el argumento estaba totalmente pensado al empezar, en vez de ir derivando lentamente – y según las reacciones del público-, como solía ocurrir con las obras de Dickens. Pero esto es sólo el aspecto formal: más importa la originalidad de la ambientación, en una ciudad industrial, incluso con conflictos laborales, y con un personaje eje que es un obrero, asomándonos así a un mundo insólito en Dickens, que, aunque sólo entrevisto, le había golpeado hondamente, moviéndole a sacarlo a la luz. En realidad el autor no da más que una visión lejana y suave, dejando en la sombra lo peor, no sólo la dureza del trabajo infantil, sino toda la dureza del trabajo en larguísimas jornadas, con pagas miserables y sin ningún recurso asistencial. Dickens no llega a hacer aquí literatura de protesta: su público no la habría aceptado, y, por otro lado, el comprende que la industrialización es inevitable. A la hora de la verdad, de la huelga, el obrero Esteban Blackpool no toma partido, de hecho prendido por sus problemas privados, y al final desaparece, cómodamente para la resolución argumental, muerto al caer en un agujero. A última hora, la reivindicación de Dickens de las clases populares no va mucho más allá de mostrar que, “la gente del pueblo también tiene su corazoncito”. Blackpool, cuya mujer está destruida por la bebida, encuentra una amiga, Raquel, que lo consuela con una relación de pureza platónica que no se sabe si hay que ver como una concesión a los códigos puritanos del victorianismo o realmente como un símbolo de la bondad de Esteban. Pero el nivel obrero es sólo uno de los dos planos de la novela, y el menos dramático; el mayor juego argumental está en el nivel de los magnates, reales o ficticios, con el contraste del circo del señor Jupe, símbolo de la fantasía frente a la pedagogía utilitaria de la escuela al servicio del sistema. Ahí Dickens despliega su gran talento en el manejo de las acciones y situaciones: el verdadero rico industrial, el señor Gradgrind, hace que su hija se case de mala gana con un jactancioso industrial , que a la larga se verá que es un impostor, mucho más viejo que ella. También tiene un hijo que, mal ajustado a la pedagogía de su padre, incurrirá en delitos de los que echará la culpa al obrero Esteban Blackpool, hasta que se escapa al extranjero para rehuir las consecuencias. La hija, Luisa, parece que desciende hasta el borde de la tentación con un joven político sin escrúpulos ( y una vez más, no sabemos si hemos de suponer que realmente cae o si la sostiene algo más que la convención editorial), mientras el ama de llaves la observa malignamente, deseando conquistar por su parte al viejo señor Gradgrind.

dickens-CANCION DE NAVIDAD

Al final, de una forma nada dickensiana, hay poca felicidad y nada de matrimonios, todo lo más queda abierta su posibilidad para la enviudada Luisa y para la hija del amo del circo. La posición de Dickens, en este nivel filosófico y pedagógico, es tan moderada como en el nivel de la producción y los conflictos laborales, es decir: hay que dar también su parte al corazón y a la fantasía, así como a la generosidad, porque el concentrarse exclusivamente en la riqueza y el poder lleva a la catástrofe. Pero, a pesar de esa moderación, sigue siendo cierto lo que escribió George Bernard Shaw sobre esta obra, que Freud había comparado al restriegue de un cepillo duro: “le deja a uno incómodo, aunque quizá aún más interesado que incómodo, con una cicatriz más profunda que ninguna de las obras anteriores”.

 

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