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LUIS BUÑUEL – Palacio de Hielo

21 agosto, 2020 - Poesía
LUIS BUÑUEL – Palacio de Hielo

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Para algunos quizás resulte una novedad el tratamiento de poeta que aquí damos a Luis Buñuel. Nada que reprocharles, teniendo en cuenta la extraordinaria importancia de su obra cinematográfica, sin duda una de las más influyentes y auténticas de la historia del cine. Sin embargo, antes de comenzar su brillante andadura cinematográfica, Luis Buñuel también dejó muestras de su talento como escritor y poeta; por eso, por el gran interés que despierta en nosotros la genuina visión surrealista de su poesía, estamos preparando una selección de algunos de sus poemas que presentaremos próximamente en nuestro programa ‘Siéntelo con oído’.

Pero, no hemos podido resistirnos a avanzar uno de ellos: “Palacio de hielo”. Se trata de un poema tremendo, cuyo título inicial era ‘Mojigatería’ que, junto con otros, Buñuel tenía intención de publicar en 1927 en un libro: ‘Polismos”, más tarde ‘El Perro Andaluz’. Lo cierto es que nunca llegó a publicarse, y solo gracias a la gran labor de recuperación de estudiosos de su obra, como Agustín Sánchez Vidal, han podido llegar hasta nosotros.

 

«Lo más admirable de lo fantástico es que
lo fantástico no existe, todo es real»
-A. Bretón-

 


 

Luis Buñuel-06

 

 

Poema: ‘Palacio de Hielo’ (Luis Buñuel)
Voz y efectos: Manuel Alcaine
Música: Luigi Nono – Prometeo (Prologo –fragmento-)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PALACIO DE HIELO

 

Los charcos formaban un dominó decapitado de edificios de los que
uno es el torreón que me contaron en la infancia de una sola ventana
tan alta como los ojos de madre cuando se inclinan sobre la cuna.

Cerca de la puerta pende un ahorcado que se balancea sobre el abismo cercado de eternidad, aullando de espacio. Soy Yo. Es mi esqueleto
del que ya no quedan sino los ojos. Tan pronto me sonríen, tan pronto
me bizquean, tan pronto SE ME VAN A COMER UNA MIGA DE PAN
EN EL INTERIOR DEL CEREBRO. La ventana se abre y aparece una
dama que se da polisoir en las uñas. Cuando las considera suficientemente afiladas me saca los ojos y los arroja a la calle.

Quedan mis órbitas solas sin mirada, sin deseos, sin mar, sin polluelos, sin nada;

Una enfermera viene a sentarse a mi lado en la mesa del café. Despliega un periódico de 1856 y lee con voz emocionada:
“Cuando los soldados de Napoleón entraron en Zaragoza en la VIL ZARAGOZA,
no encontraron más que viento por las desiertas calles.
Solo en un charco croaban los ojos de Luis Buñuel. Los soldados de Napoleón los remataron a bayonetazos.”

 

 

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