Juan Vicente Piqueras Salinas (Los Duques, Requena; 1960).
Poeta que se enmarca en el movimiento de poesía de la experiencia. Ha trabajado como locutor de radio, actor, guionista, traductor, subtitulador, profesor de español para extranjeros. Ha residido en Francia, Italia, Grecia, Argel, Lisboa y Jordania, siempre vinculado al Instituto Cervantes donde en la actualidad ejerce de jefe de estudios.
Su estilo rompe con el simbolismo y sentimentalismo de corrientes anteriores. Su voz poética es llana, directa, seca a veces, cercana y sin artificios, con la que resulta fácil identificarse, acercándonos a la realidad de estos tiempos de crisis y globalización que vivimos.
Premios
• Premio José Hierro, por La palabra cuando (1991)
• Premio Antonio Machado, por La latitud de los caballos (1999)
• Accésit Premio Ciudad de Melilla, por Adverbios de lugar (2003)
• Premio Valencia, premio de la Crítica valenciana y premio del Festival Internacional de Medellín (Colombia), por Aldea (2006)
• Premio Jaén de poesía, por La hora de irse (2010)
• Premio Manuel Alcántara, por La habitación vacía (2012)
• Premio Fundación Loewe, por Atenas (2012)
• Premio de Poesía Hermanos Argensola, por La habitación vacía (2022)
• Premio Nacional de Poesía Ciudad de Lucena Lara Cantizani, por Cerezas (2023)
De sus más de veinte obras publicadas hemos seleccionado once de sus poemas. No os los perdáis.
Créditos (Poema / voz):
1. Poética (o consejos a un joven poeta) / Elena Parra
2. Vasos de sed / Ika Ventura
3. Yo que tú / Mingo España
4. Museo de la Acrópolis / María José Sampietro
5. La sed a nosotros / Lola Orti
6. Nombres borrados / José Luis Hernández
7. La espada y la pared / Elena Parra
8. Palmeras / Mingo España
9. Dos islas / María José Sampietro
10. Canción del suicida / Lola
11. Adverbios de lugar / José Luis Hernández
Presentación: Manuel Alcaine (datos tomados de Wikipedia)
Ambientación musical: Manuel Alcaine (utilizando AI-UDIO)
Selección poemas:
1 – POÉTICA (o consejos a un joven poeta)
Trabaja y calla. No pidas. No llames. No cejes. No llores. No mendigues jamás lo que mereces. No escribas a quienes no quieren conocerte. Escribe solo. Olvídate de ser alguien. Estás solo y solo has de llevar a cabo tu trabajo. Eres nadie. Eres un náufrago. Arroja, si lo deseas, tus mensajes al mar, y olvídate de esperar una respuesta. No hay respuestas. Entrégate día y noche, en cuerpo y alma, al amor, a la vida, a la poesía, y lo demás que venga si ha de venir, o que no venga. Olvídate del mundo. Olvídate del siglo. Aleja de ti las pantallas. No publiques hasta que alguien no venga a pedirte tu libro. Y si no viene, nada, prepárate a morir, a ser inédito, a ser leído solo después de muerto, o nunca. La fama no te sirve para escribir mejor. A menudo sucede lo contrario. Lee, escribe, vive, sé feliz, haz feliz, canta. Y calla. Recuerda las palabras de Platón: Lo mejor para la sed es el silencio.
2 – VASOS DE SED
Si dudas de tu sed, si no te atreves
a preguntarle o a ponerle un nombre,
si sólo sabes que buscas un agua
que la sacie y no hallas sino pozos,
y en ellos ecos que te llaman, bebe.
Si la sed al beber desaparece
es que era sólo sed. Sigue buscando.
Pero si crece en ti cuando la sacias,
si quieres no dejar de tener sed
sino seguir bebiendo día y noche
vasos de sed, no hay duda:
puedes llamarla amor, seguir sufriendo,
y saber que no existe quien te guía.
3 – YO QUE TÚ
Yo que tú me amaría, llamaría,
no perdería tiempo, me diría que sí.
No dudaría más, escaparía.
Daría lo que tienes, lo que tengo,
por tener lo que das, lo que me dieras.
Me soltaría el pelo, lloraría
de gozo, cantaría descalza, bailaría,
le pondría a febrero un sol de agosto,
moriría de gusto, no pondría
ningún pero a este amor, inventaría
nombres y verbos nuevos, temblaría
de miedo ante la duda de que fuese
sólo un sueño, me iría
para siempre de ti, de allí, conmigo.
Yo que tú me amaría.
Me diría que sí, me faltaría
tiempo para correr hasta mis brazos,
o al menos, qué sé yo, respondería
a mis mensajes, a mis tentativas
de saber qué es de ti, me llamaría,
qué va a ser de nosotros, me daría
una señal de vida, yo que tú.
4 – MUSEO DE LA ACRÓPOLIS
Una mano de mármol, pero sólo los dedos,
sobre un hombro de mármol sin cabeza.
Un brazo erosionado que nadie tiende a nadie.
Un caballo sin patas.
Un jinete que es sólo sus muslos.
Dionisos a pedazos, recompuesto.
Un toro sin cuernos que está siendo devorado
por un león que no está,
sólo sus garras.
Admiramos lo desaparecido.
Tal vez nuestra cultura nace de estas ausencias,
de lo vacío, de lo que no hay.
También nosotros somos lo que queda
de nosotros,
lo que nos falta,
el hueco que nos cuida.
5 – LA SED A NOSOTROS
Como una palabra en fuga que se hubiese detenido desnuda para entregar sus ropas a nuestro deseo y le dijera: – No soy el amor.”
Vladimir Holan
Lo mismo que las calles conducen a otras calles,
los pasos a otros pasos y la sed a nosotros,
la incierta claridad de la mañana
ilumina el cansancio
de buscar sin descanso a quien nos busque.
Tal vez en una esquina de la noche
nos hemos visto y nunca lo sabremos.
Lo mismo que las horas nos llevan a otras horas,
los días a otros días y el dolor a nosotros,
las manos del amante no encontrado
nos entregan un ramo de renuncias
y la promesa de no morir solos.
Mientras, tal vez, su cuerpo,
ahuyentado por nuestra propia urgencia
en encontrarlo, se nos va adentrando
en la sangre, en el sueño,
a través de las calles o ayer o estas palabras.
6 – NOMBRES BORRADOS
La mente no es un lápiz para tomar apuntes,
es una goma de borrar.
(Marko Vesovič)
Mi padre fue perdiendo poco a poco el lenguaje.
Y empezó por los nombres. Lo primero
que olvidó su cerebro no fueron los adverbios
ni los pronombres ni los adjetivos,
como uno estaría tentado de creer,
ni las motas de polvo de las preposiciones,
sino los sustantivos.
La manzana dejó de ser manzana,
el vaso pasó a ser eso,
y quienes se acercaban dejaban de llamarse.
La muerte comenzó su labor minuciosa
robándole los nombres,
borrándolos, poniendo
en su lugar un esto o un aquello,
un dame, un balbuceo, un gesto de la mano.
Lo último que se pierde son los verbos,
los verbos que se mueven en la sangre
como si fuesen peces
hasta que acaba el mundo,
hasta que ya no puede el cuerpo con su alma.
Los adjetivos son afectuosos,
visten de amor lo que miran
y por eso perviven.
Pero los nombres se esfuman.
Y la sustancia de los sustantivos
es agua de borrajas, niebla, torres de humo.
La manzana deja de ser manzana.
Yo dejo de llamarme
La palabra dolor no significa nada.
7 – LA ESPADA Y LA PARED
(modos y modismos de escribir)
Escribo de puntillas, a escondidas,
a trancas y barrancas,
a tientas, no a sabiendas, al vuelo, a duras penas,
contra viento y marea, a pies juntillas.
Escribo a ratos perdidos los ratos que he perdido.
Escribo entre la espada y la pared,
me agarro a un clavo ardiendo,
me busco las cosquillas.
Escribo al buen tuntún, sin ton ni son, a secas,
a la buena de dios, a lo que caiga.
Escribo a tumba abierta, dando tumbos.
Escribo para no hacer otra cosa,
por puro vicio, por pasar el rato,
para matar el tiempo, el gusanillo,
mil pájaros de un tiro, tiro piedras
a mi propio tejado, porque sí.
Pienso en las musarañas, rizo el rizo,
pierdo ripio, predico en el desierto,
cultivo habas contadas, naranjas de la China,
pongo pies en pared, pierdo las riendas.
Escribo para irme de la lengua,
para que no le puedan crecer pelos,
para que se me vaya el santo al cielo,
para estar en las nubes o en la higuera.
Escribo para no perder el hilo,
para caer de un guindo, si es posible en la cuenta,
para que se me venga el mundo encima.
Escribo entre la espada y la pared
y en lo que digo aquí hay gato encerrado.
Sus ojos verdes brillan por su ausencia.
(del libro Yo que tú)
8 – PALMERAS
Nacemos de la sed. Somos palmeras
que van creciendo a fuerza de perder
sus ramas. Nuestros troncos son heridas,
cicatrices que el viento y la luz cierran,
cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,
ocupa el corazón y lo hace nido
de pérdidas, erige
en él su templo, su áspera columna.
Por eso las palmeras son alegres
como los que han sabido sufrir en soledad
y se mecen al aire, barren nubes
y entregan en sus copas
salomas a la luz, fuentes de fuego,
abanicos a dios, adiós a todo.
Tiemblan como testigos de un milagro
que sólo ellas conocen.
Somos como la sed de las palmeras,
y cada herida abierta hacia la luz
nos va haciendo más altos, más alegres.
Nuestros troncos son pérdidas. Es trono
nuestro dolor. Es malo
sufrir pero es preciso haber sufrido
para sentir, como un nido en la sangre,
el asombro de los supervivientes
al aire agradecidos y estallar
de alta alegría en medio del desierto
9 – DOS ISLAS
No hago vida de mí. Cuando estoy solo
no hago vida de mí. Te necesito
a cada instante, siempre, incluso cuando
no sé quién eres tú ni dónde estás
ni qué quieres de mí. Cuando estoy solo
siento que estoy en mala compañía.
No sé hacer vida de mi soledad.
Pero no sé tampoco no estar solo.
No sé de mí sin ti. Te necesito
tanto como te temo. Amo tus manos
tal vez porque no están. Amo el abismo
abierto entre nosotros (¿qué es nosotros?),
que no existimos. Busco otro pronombre
que no sea tú ni yo, nosotros, nadie,
una especie de yu, de to, de tuya
de Mogador para tallar la barca
de madera y mentira
donde huir dónde, juntos, deseándonos.
Somos dos islas una frente a otra
que aman el mar que las separa y une.
10 – CANCIÓN DEL SUICIDA
Yo soy aquel que sabe la fecha de su muerte.
Soy el que la decide.
Nadie puede negarme este poder.
Nadie podrá después responder a las muchas
y feroces preguntas que dejaré en el aire
como herencia y condena
a quienes me quisieron. Tan en vano.
Quien ama no conoce la respuesta.
Yo sí. No la diré.
Moriré contra todos. Soy el único
que sabe de su vida la segunda
fecha, la que teméis,
la que cierra el paréntesis,
la que dicen que solo Dios conoce.
A Él, que todo lo sabe, preguntadle
por qué me fui, y así, por qué hice esto.
Nadie os dirá más claro,
más oscuro,
lo que yo os digo yéndome.
11 – ADVERBIOS DE LUGAR
Aquí es donde estoy yo. Esté donde esté
yo siempre estoy aquí donde me ves.
Esta casa, estas caras, estas cosas
cansan, porque aquí cansa.
Aquí hace sed de irse, sed de allí.
Pero allí es el lugar donde jamás podré estar,
donde yo soy imposible. Vaya adonde vaya,
allá donde yo llegue será aquí
y estaré ya esperándome a mí mismo
con un ramo de rosas iguales en la mano.
Ahí es tu aquí.
Ahí parece un grito porque es donde te duele.
Yo quiero estar ahí, donde estás tú,
tú aquí o, mejor, los dos allí, remotos, juntos
porque lo vivo es lo junto.
Ahí hay el amor que no hay aquí.
Esas cosas tocadas por tus manos,
eso que piensas, dices, callas, sueñas,
esos lugares donde estás sin mí,
eso deseo, eso necesito.
Y ser tu ahí, tu aliento intercalado.
Allí es la salvación, el espejismo
nacido de la sed de estar aquí.
Allí sí que seríamos felices,
donde tu aquí y mi ahí estarían juntos,
comerían perdices que no existen.
Allí es la lluvia aquella
que cae sobre este páramo sediento.
Allí es Jauja, el Dorado. No hay palabras
que puedan dar idea de aquel sitio.
Las palabras son éstas, nunca aquéllas.
Yo estoy aquí y tú ahí y allá nosotros cuándo.
Esto es piedra. Eso es seda. Aquello es mar.
Aquí, hogar imposible, íntima ausencia,
odiado domicilio, cárcel del cada día.
Ahí, calor del tú, tu vida mía,
tesoro de tu isla, aire de amor.
Allí, donde no estamos, llueve sobre la vida
que nunca será nuestra y nos aguarda.