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Gloria Fuertes: La rosa del arrabal

21 junio, 2019 - Literatura, Poesía
Gloria Fuertes: La rosa del arrabal

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Resulta difícil separar la persona de Gloria Fuertes (1917-1998) de su poesía. Una y otra se alimentan y, finalmente, se confunden. De ahí esa sensación de verdad vivida que emanan sus versos. Ahora bien, la suya fue siempre una verdad humilde, amasada con cierto sentimiento de orfandad, humor imaginativo e ingenuista, sencillez expresiva. Borges decía que la Belleza es algo milagroso y, a la vez, común, fácil de encontrar en cualquier sitio por pobre y olvidado que sea. En los arrabales de la poesía española de postguerra, entre escombros y penurias, se hizo el milagro de la rosa.

GLORIA FUERTES: La rosa del arrabal

 

 

CRÉDITOS (Poema-Voz-Música):

 

1. Presentación – Manuel Alcaine – Tchaikovsky (Danza del hada dulcísima-Cascanueces-).
2. Autobiografía – Chus Sanjuán – Jacob´s Piano (Comptine d’un Autre Été LAprès Midi).
3. A veces quiero preguntarte cosas – Jose Sampietro – Ludovico Einaudi (Nuvole Bianche).
4. Nací para poeta o para muerto – Lola Orti – David Garrett (Viva la vida).
5. Al borde – Elena Parra – Jarnefelt (Preludio).
6. Isla ignorada – Jose Sampietro – Mozart (Sinfonía de los juguetes).
7. Los pájaros anidan – Chus Sanjuán – Arnold (Danzas escocesas).
8. Cuando un árbol gigante se suicida – Lola Orti – Tchaikovsky (Danza china –Cascanueces-).
9. Pobre burro – José María Burillo – Leroy Anderson (El reloj sincopado).

 

 

 

 

Selección poemas:

 

Autobiografía

Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
A los quince se murió mi madre,
se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores,
-no digo nombres-,
gracias a eso, pude sobrellevar
mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta,
-pero Dios y el botones saben que no lo soy-.
Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.

 

A veces quiero preguntarte cosas…

A veces quiero preguntarte cosas,
y me intimidas tú con la mirada,
y retorno al silencio contagiada
del tímido perfume de tus rosas.

A veces quise no soñar contigo,
y cuanto más quería más soñaba,
por tus versos que yo saboreaba,
tú el rico de poemas, yo el mendigo.

Pero yo no adivino lo que invento,
y nunca inventaré lo que adivino
del nombre esclavo de mi pensamiento.

Adivino que no soy tu contento,
que a veces me recuerdas, imagino,
y al írtelo a decir mi voz no siento.

 

Nací para poeta o para muerto…

Nací para poeta o para muerto,
escogí lo difícil
—supervivo de todos los naufragios—,
y sigo con mis versos,
vivita y coleando.

Nací para puta o payaso,
escogí lo difícil
—hacer reír a los clientes desahuciados—,
y sigo con mis trucos,
sacando una paloma del refajo.

Nací para nada o soldado,
y escogí lo difícil
—no ser apenas nada en el tablado—,
y sigo entre fusiles y pistolas
sin mancharme las manos.

 

Al borde

Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.

He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.

 

Isla ignorada

Soy como esa isla que ignorada
Late acunada por árboles jugosos
-en el centro de un mar
que no me entiende,
rodeada de NADA,
sola solo-.
Hay aves en mi isla relucientes
Y pintadas por ángeles pintores,
Hay fieras que me miran dulcemente,
Y venenosas flores.
Hay arroyos poetas
Y voces interiores
De volcanes dormidos.
Quizá haya algún tesoro
Muy dentro de mi entraña.
¡Quién sabe si yo tengo
diamante en mi montaña,
o tan sólo un pequeño pedazo de carbón!
Los árboles del bosque de mi isla
Sois vosotros, mis versos.
¡Qué bien sonáis a veces
si el gran músico viento
os toca cuando viene del mar que me rodea
A esta isla que soy, si alguien llega,
Que se encuentre con algo es mi deseo
-manantiales de versos encendidos
y cascadas de paz es lo que tengo-.
Un nombre que me sube por el alma
Y no quiere que llore mis secretos;
Y soy tierra feliz -que tengo el arte
De ser dichosa y pobre al mismo tiempo-.
Para mí es un placer ser ignorada,
Isla ignorada del océano eterno.
En el centro del mundo sin un libro,
SÉ TODO, porque vino un misionero
Y me dejó una Cruz para la vida
-para la muerte me dejó un misterio-.

 

Los pájaros anidan

Los pájaros anidan en mis brazos,
En mis hombros, detrás de mis rodillas,
Entre los senos tengo codornices,
Los pájaros se creen que soy un árbol.
Una fuente se creen que soy los cisnes,
Bajan y beben todos cuando hablo.
Las ovejas me pisan cuando pasan,
Y comen en mis dedos los gorriones;
Se creen que soy tierra las hormigas
Y los hombres se creen que no soy nada.

 

Cuando un árbol gigante se suicida

Cuando un árbol gigante se suicida,
harto de estar ya seco y no dar pájaros,
sin esperar al hombre que le tale,
sin esperar al viento,
lanza su última música sin hojas
sinfónica explosión donde hubo nidos—,
crujen todos sus huecos de madera,
caen dos gotas de savia todavía
cuando estalla su tallo por el aire,
ruedan sus toneladas por el monte,
lloran los lobos y los ciervos tiemblan,
van a su encuentro las ardillas todas,
presintiendo que es algo de belleza que muere.

 

Pobre burro

El burro nunca dejará de ser burro.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
El burro nunca ganará carreras.

¿qué culpa tiene el burro de ser burro?
En el pueblo del burro no hay escuela.
El burro se pasa la vida trabajando,
tirando de un carro,
sin pena ni gloria,
y los fines de semana
atado a la noria.

El burro no sabe leer,
pero tiene memoria.
El burro llega el último a la meta,
¡pero le cantan los poetas!

El burro duerme en cabaña de lona.
No llamar burro al burro,
llamarle “ayudante del hombre”
o llamarle persona.

 

 

 

Un pensamiento sobre “Gloria Fuertes: La rosa del arrabal

FERNANDO

Entrañable, Gloria Fuertes. Bravo, Trafulla!

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