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Francisco de Quevedo – Sonetos

14 abril, 2022 - Poesía
Francisco de Quevedo – Sonetos

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Francisco de Quevedo (1580-1645)

Conviene recordarlo desde el principio: la visión del mundo que transmiten los poemas o las obras en prosa de Quevedo no es original. Como no lo es la de ningún escritor de la época clásica. El concepto de originalidad surge con el Romanticismo y contamina, más bien, lo que, para entendernos, podemos llamar la mentalidad moderna. Durante la Edad Media (momento en que surgen las Literaturas europeas), el Renacimiento, el Barroco, el concepto que rige el quehacer de los escritores es el de la imitación: se tiene a gala colocar ante un poema la advertencia “imitación de Homero”, por ejemplo, como signo de la alta empresa acometida. En el caso de Quevedo, su universo literario se nutre de estoicismo senequista y cristianismo, así como de un conocimiento exhaustivo de los clásicos grecolatinos, de la Biblia y de los humanistas desde el Renacimiento italiano. En frase afortunada, pudo decir Jorge Luis Borges que nuestro escritor es “menos un hombre que una compleja y dilatada Literatura”.

Y sin embargo la arrolladora personalidad que poseen todos y cada uno de sus textos –sean concienzudos o de circunstancias-, la intensidad de pensamiento y emoción que transmiten son innegables. Ello se debe, sin duda, a una mente ágil, vivaz, sólida y con un enorme talento comunicativo que se objetiva en un prodigioso dominio del idioma. Y es que no es, en efecto, un pensador pionero: Quevedo es el escritor total. Da igual que escriba prosa o verso, que aborde cuestiones políticas, morales o mundanas, que reproduzca formas cultas o populares: todos sus textos llevan la marca indeleble de su estilo. Puede decir, a nuestros ojos actuales, las cosas más reaccionarias o, incluso, abyectas; puede decir las cosas más nobles y elevadas; pero muy pocos en la historia universal de la Literatura las han dicho con esa expresividad, esa imaginación, esa rotundidad y esa elegancia con que las ha dicho él. Y es que las palabras de Quevedo siempre pesan y siempre hieren: siempre interesan. En tanto que escritor de pura raza, Borges lo compara con Goethe y Joyce. Puede que sea acertada la comparación con el segundo, pero a quien más se asemeja en carácter es a Swift (Jonathan Swift, Dublín 1667-1745, fue un escritor satírico irlandés. Su obra más conocida, Los viajes de Gulliver). Y en el ámbito de la lengua española, sólo Valle-Inclán puede igualársele.

De su obra poética destacamos, hoy, sus sonetos: consumado ejemplo de perfección formal y tensión emotiva, y, sobre todo, imponente muestra de una escritura que, a través de los siglos, sigue latiendo con fuerza al empuje furioso de la vida.

-Fernando Alcaine-


CARTEL. QUEVEDO-cuadro

CRÉDITOS: (Texto/voz/música):

Presentación/Fernando Alcaine/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
1/Néstor Barreto/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
2/María José Sampietro/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
3/Lola Orti/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
4/Ica Ventura/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
5/Elena Parra/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
6/Mingo España/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
7/Manuel Alcaine/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
8/Néstor Barreto/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
9/María José Sampietro/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
10/Lola Orti/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
11/Ica Ventura/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
12/Elena Parra/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
13/Manuel Alcaine/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
14/Mingo España/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
15/Néstor Barreto/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio

 

 

Sonetos seleccionados:

 

CARA A
1
«¡Ah de la vida!»… ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

 

2
¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!
¡Poco antes, nada; poco después, humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!

Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.

Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.

3
¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh, muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!

Feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.

¡Oh, condición mortal! ¡Oh, dura suerte!
¡Que no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!

Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.

 

4
Ya formidable y espantoso suena,
dentro del corazón, el postrer día;
y la última hora, negra y fría,
e acerca, de temor y sombras llena.

Si agradable descanso, paz serena,
la muerte, en traje de dolor, envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.

¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar, piadosa, viene
espíritu en miserias añudado?

Llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe y mi vivir ordene.

5
Huye sin percibirse, lento, el día,
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca, y, despreciada,
lleva tras sí la edad lozana mía.

La vida nueva, que en niñez ardía,
la juventud robusta y engañada,
en el postrer invierno sepultada,
yace entre negra sombra y nieve fría.

No sentí resbalar, mudos, los años;
hoy los lloro pasados, y los veo
riendo de mis lágrimas y daños.

Mi penitencia deba a mi deseo,
pues me deben la vida mis engaños,
y espero el mal que paso, y no le creo.

6

Todo tras sí lo lleva el año breve
de la vida mortal, burlando el brío
al acero valiente, al mármol frío,
que contra el tiempo su dureza atreve.

Aún no ha nacido el pie cuando se mueve
camino de la muerte, donde envío
mi vida oscura: pobre y turbio río
que negro mar con altas ondas bebe.

Cada corto momento es paso largo
que doy a mi pesar en tal jornada,
pues parado y durmiendo siempre aguijo.

Corto suspiro, y último y amargo,
es la muerte forzosa y heredada;
mas si es ley y no pena, ¿qué me aflijo?

7

Retirado en la paz de estos desiertos
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan o fecundan mis asuntos,
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Iosef!, docta la emprenta.

En fuga irreparable huye la hora,
pero aquella el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudio nos mejora.

 

8
En crespa tempestad del oro undoso
nada golfos de luz ardiente y pura
mi corazón, sediento de hermosura,
si el cabello deslazas generoso.

Leandro en mar de fuego proceloso
su amor ostenta, su vivir apura;
Ícaro en senda de oro mal segura
arde sus alas por morir glorioso.

Con pretensión de fénix encendidas
sus esperanzas, que difuntas lloro,
intenta que su muerte engendre vidas.

Avaro y rico, y pobre en el tesoro,
el castigo y la hambre imita a Midas,
Tántalo en fugitiva fuente de oro.

 

9

En los claustros del alma la herida
yace callada; mas consume hambrienta
la vida, que en mis venas alimenta
llama por las medulas extendida.

Bebe el ardor hidrópica mi vida,
que ya ceniza amante y macilenta,
cadáver del incendio hermoso, ostenta
su luz en humo y noche fallecida.

La gente esquivo, y me es horror el día;
dilato en largas voces negro llanto,
que a sordo mar mi ardiente pena envía.

A los suspiros di la voz del canto,
la confusión inunda l’alma mía:
mi corazón es reino del espanto.

 

10

Si me hubieran los miedos sucedido
como me sucedieron los deseos,
los que son llantos hoy fueran trofeos:
mirad el ciego error en que he vivido!

Con mis aumentos propios me he perdido;
las ganancias me fueron devaneos;
consulté a la Fortuna mis empleos,
y en ellos adquirí pena y gemido.

Perdí, con el desprecio y la pobreza,
la paz y el ocio; el sueño, amedrentado,
se fue en esclavitud de la riqueza.

Quedé en poder del oro y del cuidado,
sin ver cuán liberal Naturaleza
da lo que basta al seso no turbado.

11
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera.

Mas no desotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido:
polvo serán, mas polvo enamorado.

 

CARA B
12
Para comprar los hados más propicios,
como si la deidad vendible fuera,
con el toro mejor de la ribera
ofreces cautelosos sacrificios.

Pides felicidades a tus vicios;
para tu nave rica y usurera,
viento tasado, y onda lisonjera,
mereciéndole al golfo precipicios.

Porque exceda a la cuenta tu tesoro,
a tu ambición, no a Júpiter engañas,
que él cargó las montañas sobre el oro.

Y cuando l’ara en sangre humosa bañas,
tú miras las entrañas de tu toro,
y Dios está mirando tus entrañas.

 

13
Hijos que me heredáis: la calavera
pudre, y no bebe el muerto en el olvido;
del sepulcro no come y es comido:
tumba, no aparador, es quien lo espera.

La que apenas ternísima ternera
la leche en roja sangre ha convertido,
no por ofrenda, por almuerzo os pido,
y el responso, después, de hambre, muera.

Dadme aquí los olores cuando huelo;
y mientras algo soy, goce de todo:
venga el pellejo cuando sorbo y cuelo.

A engullirme mis honras me acomodo,
que dar el vino al polvo no es consuelo,
y piensan que hacen bien, y hacen lodo.

 

14
Rogarla, desdeñarme; amarla, hundirme;
seguirla, defenderse; asirla, airarse;
querer y no querer dejar tocarse
y a persuasiones mil mostrarse firme.

Tenerla bien, probar a desasirme;
luchar entre mis brazos y enojarse;
besarla a su pesar y ella agraviarse;
probar, y no poder, a despedirse.

Decirse agravios, reprenderse el gusto
y, en fin, a baterías de mi prisa,
dejar el ceño, no mostrar disgusto.

Consentir que le aparte la camisa,
hallarlo limpio y encajarlo justo:
esto es amor y lo demás es risa.

15
La vida empieza en lágrimas y caca,
luego viene la mu, con mama y coco,
síguense las viruelas, baba y moco,
y luego llega el trompo y la matraca.

En creciendo, la amiga y la sonsaca,
con ella embiste el apetito loco,
en subiendo a mancebo, todo es poco,
y después la intención peca en bellaca.

Llega a ser hombre, y todo lo trabuca,
soltero sigue toda perendeca,
casado se convierte en mala cuca.

Viejo encanece, arrúgase y se seca,
llega la muerte, todo lo bazuca,
y lo que deja paga, y lo que peca.

 

 

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