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El vientre de los espejos. (1)[BESTIARIO]

8 junio, 2018 - Poesía
El vientre de los espejos. (1)[BESTIARIO]

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El vientre de los espejos es el título de un poemario escrito por Fernando Alcaine, cuyos poemas nunca fueron publicados en papel pero que vamos a ir dando a conocer, uno a uno, en nuestro programa.

 

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(1)[BESTIARIO]

 

Testimonios rescatados de entre las ruinas del Viejo Mundo nos permiten constatar la existencia de seres huraños que vivían ocultos debajo de las rocas. Antisociales por instinto o por convicción, defendían su fiera misantropía con un veneno mortal. Parece ser que suscitaban, ante todo, desprecio. Ése es, tal vez, el significado de su misterioso nombre: escorpión.

Pero no eran los escorpiones los únicos seres pobladores. En numerosas inscripciones se ha hallado un nombre que resuena monstruoso aunque pleno de Belleza: tigre, acaso forjado con los primeros rayos del sol y el relente de las últimas estrellas. Es seguro que todos, absolutamente todos temían sus poderosas fauces. Pero no menos seguro es que todos, absolutamente todos quedaban hechizados por el señorío de su planta.

No escaseaban tampoco los mendigos: seres repugnantes, en cierto modo emparentados con los escorpiones, pero que se diferenciaban de estos en su falta de orgullo, lo que parece ser los convertía en perdedores de una dignidad que paseaba apresurada delante de ellos. Hay razones poderosas para suponer que a este espécimen pertenecían los llamados artistas, seres molestos que enseñaban que todos llevan en sí a un ser desvalido, menesteroso y frágil que en cualquier momento puede suplantarlos.

Pero no insistamos demasiado en lo triste. También existía el Amor, que algunos llamaban Poderosa Muerte. Era la furia destructora del deseo que aspiraba a la unidad primigenia del mundo. Ese es, precisamente, el significado de la palabra águila, hallada en las más vertiginosas cumbres de las más majestuosas cordilleras.

No son escasos los testimonios que dan fe de la existencia de un tótem celeste llamado vaca. Se le asocia a las metrópolis crepusculares. Su inmensa boca yerta y sangrante respondía a un ignorado sacrificio ritual: parece que los seres decidieron mecanizar la naturaleza, dominarla con un perfecto sistema de engranajes y ruedas dentadas.

Es precisamente ese intento de dominación el que creó en muchos seres la ilusión de la libertad, la fantasía de que el mundo podía ser maravilloso, que era bello vivir. Muchos –bellos y generosos o zafios y groseros-, muchos quisieron perseguir esa ilusión, desconociendo quizá la perversidad de una mecánica implacable.

En fin, el ser más extendido era el llamado lobo. Hasta nosotros ha llegado el estremecedor testimonio de los motivos que lo condujeron al Mal, esa pegajosa sustancia negra que acabó anegando hasta el más remotísimo confín del Viejo Mundo.

 

MÚSICA: Tannhuser Overture, Richard Wagner.

 

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