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Caminar, mirar, contar – La polémica del cometa Kirch

11 mayo, 2023 - Radio reportajes
Caminar, mirar, contar – La polémica del cometa Kirch

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Estamos en medio del frío invierno que enlaza el final del año 1680 y el principio de 1681 del calendario gregoriano, el que actualmente se utiliza de manera oficial en casi todo el mundo y que se llama así porque fue el papa Gregorio XIII el que promulgó su uso a través de la Bula Inter Gravissimas. A partir de 1582 sustituyó gradualmente al juliano, utilizado desde que Julio César lo instaurara en el 46 a C.


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Este invierno de 1680/1681 será frío, muy frío. Europa está sumida en lo que más tarde se ha llamado la Pequeña Edad del Hielo, un período de varios siglos en el que el continente vivió en unas condiciones climáticas extremas, con un gran descenso de las temperaturas. En el centro de Europa los glaciares avanzaban acompañados de avalanchas e inundaciones, lo que suponía una gran pérdida de tierras de cultivo, hambre y miseria. Leemos que en 1642 “ el glaciar Des Bois progresó una medida diaria equivalente al alcance de un disparo de mosquete, incluso en agosto”. Por eso, en junio de 1644, se organizó en Ginebra una gran procesión en la que se suplicaba la ayuda divina para conjurar estos adversos acontecimientos y lograr evitar que el hielo engullera gentes, territorios y villas.

Mientras, en Francia, Luis XIV se encuentra transformando el refugio o pabellón de caza que había construido su padre en el gran palacio real de Versalles. Será en de mayo de 1682, un año más tarde, cuando se traslade oficialmente allí con toda su corte.

Y en Alemania… están a punto de nacer Bach y Händel.

Estamos escuchando el famosísimo Canon en re mayor que Pachelbel compondría, aproximadamente, en los años en los que transcurre la historia que os vamos a contar. El canon es una melodía que se repite y se superpone y este de Pachelbel, originariamente, estaba compuesto para tres violines y bajo continuo, aunque luego se han realizado multitud de arreglos para gran variedad de instrumentos. Esta es una versión que reproduce con bastante fidelidad la composición original.

Vamos con nuestra historia. El 14 de noviembre 1680, Gottfried Kirch, astrónomo alemán, descubre un cometa con su telescopio, muy cerca de la estrella Regulus en la constelación de Leo. Hasta final de marzo de 1681, excepto una semana de diciembre, cuando en su elipse se escondió detrás del sol, el cometa fue visible y brillante hasta a plena luz del día. A finales de diciembre su cola alcanzó los 70 grados de longitud, 50 más que en noviembre. En enero de 1861 se acercó más a la Tierra, y fue cuando su brillo resultó impactante.

Las últimas observaciones del cometa, alejándose de la órbita terrestre, fueron hechas en marzo de 1681, y el que las hizo fue Newton; sus estudios le permitirían validar las leyes de Kepler, que este último había descrito de manera más intuitiva que matemática. Newton, unos años más tarde, incluiría sus descubrimientos en su obra Filosofía natural, en la que “utilizó las matemáticas para explicar el movimiento de los objetos terrestres y aplicar su ley de la gravitación a los objetos celestes”

La polémica que se suscitó con la aparición de este cometa fue intensísima, en un momento en el que la interpretación que se daba a estos fenómenos venía desde la cosmovisión medieval, alegórica, casi mágica, y que los relacionaban con catástrofes, hambrunas y desgracias; una visión que chocaba con el pensamiento científico que se estaba desarrollando con fuerza tanto en las colonias españolas en América (los denominados científicos novohispanos) como en Europa.

Escuchamos el Pasacaglia en re menor de Buxtehude. Pachelbel, el del canon, que hemos oído antes, y Buxtehude, están considerados como dos de los grandes músicos del Barroco de la generación anterior a Bach, quien, como hemos dicho, no nacerá hasta cinco años más tarde, en 1685, año en el que también nacerá Händel.

Pachelbel fue amigo del padre de Bach, y fue un compositor más lúdico que Buxtehude, más sencillo. Buxtehude será el representante por excelencia de la música culta del barroco. Sus composiciones y su estilo influyeron muchísimo en los compositores posteriores, incluido Bach. Hoy está considerado el compositor germano más destacado de su tiempo.

Sic itur ad astra (here we go to the stars), aquí vamos hacia las estrellas. Esta es la leyenda que se puede leer en la portada de la publicación Libra astronómica, de Carlos de Sigüenza y Góngora, que fue cosmógrafo y topógrafo real de la Academia mexicana y que era primo de Luis de Góngora. Este librito no será publicado hasta 1690, diez años más tarde de que el cometa nos visitara, porque entraba en contradicción con la interpretación de Eusebio Francisco Kino, un jesuita que dio también su punto de vista cuando vio el cometa en Cádiz, donde esperaba para embarcarse hacia el Nuevo Mundo. Dejó escrito: “parece que este tan grande cometa (no sé si el mundo ha visto otro semejante) promete, significa y amenaza muchas fatalidades que indican muchas calamidades para Europa, particularmente para tres o cuatro reinos que habrá mucha sequía, hambres, tempestades y temblores de tierra”.

En la obra de Sigüenza y Góngora se recoge: “Desde allí le atravesó el resto del cuerpo, se entró por… las balanzas de Libra, a cortar el brazo derecho de Escorpión, los muslos y la serpiente de Ofiuco; y entrándose en la Vía Láctea cobró tanta pujanza que la cauda que antes se había observado de solo 10º se extendió a 65º, como observé el 30 de diciembre de 1680”.

Sigüenza y Góngora estaba muy cerca de las observaciones que poco tiempo después formularía Newton. Al otro lado del mundo, los científicos novo-hispanos, coetáneos de Newton, también estaban creando un conocimiento científico sobre los cometas. Ambos sabían del uso de las matemáticas para explicar el mundo de lo real.

“Esta polémica no fue solo por el cometa, fue el choque de dos modos contrarios de ver el mundo, por un lado el científico moderno que estaba emergiendo en Europa y por otro el sentir dogmático e histórico del imperio español”.

Vuelvo a un tiempo y a un entorno más cercano para terminar este relato.

Cuando éramos pequeños mi padre compró un coche familiar de segunda mano, un Oldsmobile, un coche con tres filas de asientos capaz de albergar en su interior a su mujer, seis hijos y dos abuelas, una familia ya extensa parte de otra más extensa todavía. Cuando nos desplazábamos en manada lo hacíamos con comida, agua y vino, máquina de escribir, maletas, gritos y risas, peleas, náuseas y vómitos. Ese coche tenía un sistema de sonido americano y cuando llegó a Zaragoza lo hizo con tres cintas de casette, unos cartuchos supergrandes de los que no logramos encontrar más. Beethoven, Bach y Holst, la Sinfonía de los Planetas. Cuando viajábamos por la noche por carreteras vacías de tráfico mi padre nos contaba historias del más allá para comprar nuestro silencio, historias en las que habitaban todo tipo de criaturas, señales y designios divinos y casihumanos. Entonces, ponía la cinta de Holst y mis hermanos pequeños, que iban muy callados y mirando por las ventanillas, se cagaban de miedo.

Termina esta historia que va del pasado al presente y que mezcla la realidad y la imaginación con un trocito del primer movimiento de la Sinfonía de los Planetas, el que corresponde al planeta marte, y que lleva por subtítulo “el que trae la guerra”.

He obtenido información de la web del Grupo Milenio, en una serie de artículos escritos por Fernando Fabio, de los que transcribo algún texto; también de los cuadernos de Historia del National Geographic, y de Wikipedia. Asimismo, he localizado muchas entradas y muchos documentos fotocopiados entre los papeles de mi padre, que siguió esta historia con mucho interés. Hay por ahí un autor aragonés, que vio el cometa y también participó en la polémica, del que tengo pendiente averiguar algo más.

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