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Caminar, mirar, contar – 7 – Jánovas

26 mayo, 2022 - Arte y paisaje sonoros, Radio reportajes
Caminar, mirar, contar – 7 – Jánovas

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Jánovas, la reversión


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Mi hermano pequeño vive muy cerca de Fiscal, en una pedanía que lleva por nombre Borrastre. Según Agustín Ubieto Arteta, la primera cita del lugar es de 1180, y documenta las variantes Borraste, Borrastre, Borrast, Boraste y Borast.

Este es hoy el inicio de nuestro itinerario, a 799 m de altitud sobre el nivel del mar, itinerario que recorrerá la margen derecha del Ara y que geográficamente recibe el nombre de ribera del Ara, río que desde Torla se conduce con estrépito hasta Aínsa, donde se funde con el Cinca. Es el Ara el último río virgen del Pirineo al no estar afectado por infraestructuras hidráulicas y al que el Arazas nutre casi en cabecera de las nieves y los hielos de Ordesa.

Caseríos y pueblos de la ribera del Ara, desde Fiscal hasta Jánovas, cabeza del desastre, han ido resistiendo con muchas dificultades a la despoblación y el abandono. No ha pasado como con la Solana, la Guarguera, el Sobrepuerto o el Sobremonte; este lugar, escoltado por la Peña Canciás, ha conservado vida, poca, pero la suficiente. Ahora es un territorio con un punto de tierra virgen modulado por una carretera estrecha que se adentra entre las colinas meandros margas mallatas piedras riscos riachuelos vacas y terneros, y el cauce del río. Es un valle encantado.

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El Cotefablo fue el principal enemigo para que las gentes de abajo, sobre todo las de Zaragoza y Huesca, llegaran hasta aquí, aunque la ausencia de estaciones de esquí también marcó un hecho diferencial. Ordesa, el parque nacional que corona y cierra como una cremallera de granito la línea del Ara, ha atraído siempre a inquietos y preocupados con la protección o la conservación del entorno natural, ya fueran montañeros, caminantes, franceses, españoles, ecologistas o turistas sin más interesados en ver y descubrir pero también en preservar su paisaje milagroso. Decir que el Cotefablo fue su principal enemigo es mentar al diablo en el paraíso, ya que, a la vez que casi cancerbero ha sido uno de sus protectores. Ahora, con la nueva variante que une Sabiñánigo con Fiscal todo está muy cerca, demasiado cerca y demasiado fácil.

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Hasta hace poco, hasta Fiscal y Ordesa se llegaba desde Aínsa o atravesando el accidente geográfico del Cotefablo, endiablado puerto de montaña que en invierno dificultaba el tránsito, aunque en verano tampoco resultaba fácil. La nueva carretera abre ahora una brecha imponente a través del valle de Yebra de Basa, como si se tratara de una flecha lanzada con fuerza por un arquero en línea recta buscando la altura, ya que el valle natural y las pistas que hasta hace poco cosían el territorio quedan más abajo. Esta variante, inaugurada por la Ministra de Fomento Ana Pastor en 2012, supuso la terminación del proyecto de carretera sin concluir más antiguo de España. Lo último que se construyó fueron los viaductos de Arbisa y de Petralba. Comentan que hasta que se inauguró la carretera, una vez que estuvieron construidos los viaductos y los túneles, solo pasaban por ella el cura y el alcalde de. Y debe ser eso de que cuando el río suena… agua lleva. Será agua del Ara, ya fundida con la del Arazas que encierra trozos de Ordesa en su cauce.

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Dice Eduardo Martínez de Pisón, en sus magníficos ochenta y muchos años, que la geografía tiene varios caminos definidos, y que uno de ellos es el paisaje. Dice que debemos caminar en zigzag para observar todas las texturas, mezclas y límites, recoger sus nombres, dibujar sus rasgos, cartografiarlos. Que los paisajes evolucionan, como una acumulación en el tiempo sobre el espacio, y que es necesario integrar, entretejer lugares y componentes, no disociarlos.

He recorrido la Ribera del Ara muchas veces. En coche todo el rato, en coche con paradas, en coche con paradas y bajadas y visitas, caminando por lo conocido, caminando entre los cortados en busca de arroyos, andando hacia las mallatas y las peñas recogiendo setas. Me sé esta ribera con lluvia, con frío, con viento, y con la transparencia y los colores del verano.

Mi acercamiento al territorio es de experiencia, de vuelta, de mirar muchas veces, como un zigzag continuo. Creo que el territorio se construye con muchas manos, muchas cabezas y mucho esfuerzo. Y que cambia continuamente, aunque lo fundamental debe quedar, debe guardarse, y no solo en la retina.

 

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El paseo me lleva a otros paseos, y me hace pensar que el tiempo es muy largo. Voy en coche desde Fiscal hasta Borrastre, y después me paro por las praderas de San Juste. Aquí han edificado su casa Tom y Mary y su yegua MOlly, con la que vinieron desde Inglaterra hace más de cinco años en lo que iba a ser un año sabático que se ha prolongado un lustro. Viven en un carromato al que han añadido un baño y una pequeña cocina. Y Tom, que habla con los caballos como Robert Redford, ha construido una pequeña cuadra en la que viven cinco o seis caballos enfermos, viejos, desvalidos, abandonados. Mary da clases de yoga. Pasar un rato con ellos es un privilegio. Después les toca a Ligüerre de Ara y Albella, este último encaramado entre mallatas y margas, con vistas al infinito y con una casa con una galería azul añil que se precipita sobre una pradera perfecta. El último pueblo que tiene carretera es San Felices, y al lado del futbolín abandonado en la entrada de la iglesia dejamos el coche. Hasta Jánovas, al final de la ribera del Ara, hay que ir caminando.

Voy con dos perros, uno está enfermo. Pensé que no aguantaría el paseo, pero los tres kilómetros de ida y los tres de vuelta los recorremos felices, con la mirada atenta y el olfato fino. Llegamos a Jánovas y nos recibe la iglesia, una especie de demolición que conserva unas pinturas murales en el ábside. Después, un poquito más abajo, los restos devastados de lo que fue. En este momento, año 2022, Catorce años después de que el entonces Ministerio de Medio Ambiente comunicara el inicio del proceso para devolver las casas y las tierras expropiadas en Jánovas en 1961, la Confederación Hidrográfica del Ebro y Endesa dan prácticamente por finalizado el grueso de las reversiones. La primera es la administración encargada de la tramitación de los expedientes y la segunda adquirió a Iberdrola en 1993 los activos: 2.700 hectáreas y las edificaciones de Jánovas, Lavelilla y Lacort, salvadas cuando en 2005 se tomó la decisión de descartar la obras del pantano que iba a regular el río Ara. Esto informaba el Heraldo de Aragón en el mes de febrero de este año.

 

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También, en la misma noticia, se lee “Lavelilla y Lacorz están como hace 20 años”, afirma el alcalde de Fiscal, municipio del que dependen los pueblos. Manuel Larrosa urge al Gobierno central a habilitar partidas presupuestarias para el plan de restitución. “Es lamentable y triste que se dilate tanto en el tiempo. Hay gente con el patrimonio ya revertido desde hace 6 o 7 años y las calles llenas de zarzas”, lamenta. “De pellizco en pellizco no se puede hacer una restitución y el Estado está obligado a ejecutar ese plan”, dice el alcalde, quien cree que nada impide acometer las inversiones, “solo es falta de voluntad política”.

Resulta difícil abordar un problema como el de Jánovas en un texto como este. He oído muchas cosas acerca de la dificultad de las reversiones y de la imposibilidad de acceder a Enel, la multinacional italiana que ahora posee el 70,10% de Endesa. Mientras, van pasando los años, y algunos de los hijos de los que tuvieron que abandonar este lugar siguen peleando y trabajando por lo que fue suyo, que ahora parece del viento.

Termino este paseo sentada con los dos perros a la orilla del Ara, junto al puente colgante de Jánovas, entre zarzas y escombros, transcribiendo un texto de alrededor de 1992 que mi padre, Santiago Parra, escribió para una editorial de la revista Aragón. Tengo la vista puesta en la Solana, donde todavía se ve la raya del sol. Poco a poco se hace de noche.

“Los más perjudicados por toda política de presas y pantanos, con o sin trasvases, son indudablemente los que han tenido o tendrán que ser expulsados de sus pueblos. Nadie se acuerda de ellos. No lo han hecho demasiado los regantes de aquí, menos lo harán los jugadores de golf de los campos de La Manga del Mar Menor o los cultivadores del “plástico” de Almería. Las comarcas del Alto y Bajo Aragón que han quedado desmochadas y sin fuerza vital. Las torres que emergen de las Iglesias inundadas, que rompen el corazón (a quien lo tenga). Los cientos de municipios que se aniquilaron.-Qué se hizo para mejorar la situación de los que se quedaron a malvivir? ¿Qué se va a hacer ahora con quienes les toque correr la misma suerte? Ha sido el Estado duro en las expropiaciones. Tacaño en las indemnizaciones. Inflexible en cuanto a las reversiones que se hubieran podido o todavía se pueden hacer. Una nulidad en cuanto al esfuerzo imaginativo de proyectos de restitución. Inhumano en cuanto a los plazos de afectación: ahí tenemos a los pueblos expropiados por el pantano de Jánovas, a la espera de la actuación de la concesionaria después de un cuarto de siglo. Esto es sencillamente medieval: en ninguna otra parte del mundo civilizado se hubiera consentido lo que aquí hemos aguantado. Son precedentes muy amargos”.

-Elena Parra-

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