Apuntes de un landán – Pastor y febrero (6 marzo 2024)
El ethos o el carácter de los montañeses se caracterizaba por sancionar moralmente la vanidad y la petulancia, además de ser observadores y discretos. A quien hablaba por hablar le decían charrabarato o vanilocuo.
Para enseñar a ser discretos a los niños, de generación en generación transmitían recontamientos o cuentos, donde precisamente era castigada la vanidad.
Uno de estos cuentos tradicionales narra el diálogo que un pastor soberbio estableció con el mes de febrero, del que se burlaba porque sólo le quedaba un día y no se morirían de hambre y frío sus ovejas. Este cuento y todas sus variantes lo recogí en mi libro titulado Fábulas y leyendas de la editorial Comuniter de Zaragoza.
Un día a fin de febrero un pastor balluaquero -ostentoso, vanidoso-, mientras descansaba sobre un petriño -banco de piedra- en un carasol, se burlaba abiertamente del mes de febrero, porque ya daba las garradas. Dar las garradas es que se moría o en este caso se acababa, que es un modo de morir. El pastor decía satisfecho: “Febrero febreruelo, ya no te tiene miedo mi corderuelo. Tengo cada oveja con su cordero y una que me falta me parirá luego.” El mes de febrero, que tenía la facultad de la prosopopeya o de poder hablar, se sintió encarrañau -enojado- y respondió al pastor petulante: “¡Calla pastor loco, que un día que me queda y otro que me dejará mi primo marzo, no te ha de quedar ni coda ni codarzo!” Y es que iba a enviar un temporal gélido que acabaría con todas las ovejas muriendo de frío. Esta primera versión la recogí en Linás de Marcuello y también una frase hecha, con la que se recomendaba actuar con prudencia, que decía a los que no tenían previsión ni mesura: “Ojo no te pasé como le pasó a o pastor con febrero”.
Esta fábula se conocía en casi todas las redoladas o comarcas montañesas. En las aldeas de Belarra y Villobas decía el pastor vanidoso: “A 26 de febrero cada oveja con su cordero.” Y febrero le respondía: “Dos días que me quedan y dos que me dejará mi primo marzo, no te quedará ni rifo ni rafo.” El pastor, escarmentado, imploró: “Por lo menos déjame un cordero d’esquillero, para llevar la esquila, y otro de mardano, es decir para procrear. Y el pastor protegió a un cordero con el gambeto o abrigo y al otro lo puso debajo de la caldereta o sartén y se salvaron.
La variante de Ansó dice así: “Febrerín, febrerón, tu te marchas y yo mel quedo, ahira mis corderez tiene dos dedos de corninchóns.” Los corninchóns son los cuernos. Y febrero contestó: “¡Calla pastor forigonero -entrometido-, que condos días que me quedan y uno que le ampraré -pedir prestado- a mi primo marzo, no te ha de quedar ni negro ni blanco.”
En el País Vasco existen paralelismos etnográficos de estas leyendas pastoriles.
Llaman con el nombre de zokomikiat a los primeros días de abril cuando son de mal tiempo. En Zarautz decían que el mes de marzo se enojó con un toro e intentó matarlo con una gran nevada. El toro se protegió bajó una gran encina y sobrevivió, pero marzo pidió dos días prestados a abril y arreció la tempestad y el toro murió. Otro relato vincula a esos días con un pastor. Este, ufano, dice: “¡Ah marzo, nada te debo de recompensa!” Marzo pidió a abril: “¡Abrilito, abrilito, dame dos días y medo, para matar las cien ovejas y el carnero de este pastor vanidosos!” Abril accedió y marzo arreció el temporal de ventisca e hizo que el rebaño se precipitara por la sima de Ubedi.
El escritor Fréderic Mistral, que recuperó el idioma occitano, en su poema épico Mireio, también recoge testimonios de este mismo tipo de fábulas de pastores que son castigados por su arrogancia. Y lo mismo ocurría en la literatura clásica griega, donde podemos hallar el modelo arquetípico de la leyenda de Níobe, quien por su arrogancia frente a los dioses fue castigada a perder a todos sus hijos e imploró que al menos le dejaran a la caganiedos -a la benjamina-, pero los dioses no tuvieron piedad.