En el tercer programa de esta temporada hablamos de la antigua Puerta del Fin y su singular entorno, y hoy os propongo dar un repaso siquiera por encima de las puertas que tuvo la ciudad a lo largo de los siglos, ejercicio que os recomiendo acompañarlo con una complementaria visualización de antiguas pinturas, grabados y fotografías, pues todas estas puertas, salvo una, sólo perduran en la memoria visual del portentoso patrimonio monumental que la ciudad ha perdido a lo largo de los dos últimos siglos.
El primer gran grupo de puertas abrían el acceso a la ciudad a través del lienzo de la muralla de piedra que se elevaba a lo largo del perímetro del actual Coso. Para su identificación, incluyo la referencia geográfica de su localización, seguida de la musulmana, y la denominación cristiana o última hasta su desaparición. Así, tendríamos en primer lugar la puerta norte, junto al puente de Piedra, llamada por ello de Alcántara, y luego del Ángel hasta su derribo en 1868, cuyo nombre mantuvo en el fielato de consumos allí habilitado durante varias décadas. Después, la puerta del este o del sol naciente, llamada de la Alquibla y luego de Valencia hasta su derribo en 1867 para ampliar la plaza de la Magdalena. En tercer lugar, la puerta del oeste o del sol poniente, llamada de Beikala y luego de Toledo hasta su derribo en 1842, y que formara parte de la vieja cárcel Real de la ciudad. Finalmente, la puerta del sur o Cinegia porque daba acceso al arrabal de Sinhaya, hasta su destrucción en 1809 durante el segundo asedio francés. De ella queda el vestigio de una de sus pilastras, visible si se pasea con ojo por la actual calle de los Mártires.
A estas cuatro puertas principales el paso de los siglos añadió casi dos decenas de otras puertas, algunas importantes como la del puente de Tablas, y las demás en forma de trenques, postigos y pasos menores que fueron permeabilizando el original recinto amurallado para dar acceso al río y a los arrabales y ensanches de la ciudad. Entre otros, destacamos los postigos de Monserrate, del conde Alperche, de Tellares, y el de Sorreal, del que queda el recuerdo en la denominación de la actual calle del Postigo del Ebro.
El segundo gran grupo de puertas daba acceso al recinto amurallado exterior levantado en tapial y ladrillo y que protegía el ensanche medieval de la ciudad. De esta forma y al este se abría la puerta que conectaba con la al-Musárä o Almozara, más conocida por el nombre de Sancho hasta su derribo en 1904. Más al sur se abría la Puerta del Portillo para el camino de Calatayud, desaparecida en 1869. El camino de Daroca comenzaba bajo la Puerta de Baltax, nombre musulmán del río Huerva, luego denominada del Carmen por la cercana presencia del gran convento del mismo nombre. La última de sus versiones, construida a finales del siglo XVIII, es la única de todas las antiguas de la ciudad que perdura, por su romántica vinculación con una de las hazañas bélicas durante los asedios franceses de principios del siglo XIX. Un segundo ramal del camino de Daroca se abría en la Puerta de Santa Engracia, junto al gran y homónimo monasterio. Destruida durante los asedios franceses, fue reconstruida en una nueva ubicación varias veces, hasta su definitivo derribo en 1904. Finalmente, recordaremos a la Puerta de los Judíos, cercana a la judería de la ciudad, y que por un puente sobre el río Huerva, daba paso al camino de Alcañiz. Esta puerta luego sería conocida como Cremada o Quemada, hasta su derribo en 1904.
A estas puertas se añadieron otras complementarias, como la de la Tripería o de San Ildefonso, desaparecida en 1904, y la del Sol, en las Tenerías, derribada en 1869.
Finalmente, una referencia a la más joven de todas las puertas de la ciudad: la del Duque de la Victoria, levantada en 1854 para controlar la salida desde la plaza de San Miguel por el nuevo puente de San José sobre el río Huerva. A pesar de su juventud, fue desmontada definitivamente en 1919, y sus restos desaparecidos.
Terminamos así esta audición del programa de hoy de “Zaragoza te habla”, y os emplazo para una próxima edición. Salud pública, ánimos y abrazos virtuales, y que no os coma la oreja cualquier descerebrado de los que tanto se escucha rebuznar hoy en día. Nos escuchamos en una próxima entrega. Un cordial saludo.