En el programa de hoy me referiré al espacio conformado en torno a la plaza de San Felipe, uno de los escenarios urbanos de la antigua Zaragoza más importantes a lo largo de los siglos y que conserva algunas destacadas construcciones que nos recuerdan cómo fue. Un breve repaso visual de antiguas fotos de este lugar resulta un apoyo importante para esta tarea a la hora de comparar entre lo que en ella había, y lo que ha llegado hasta nuestros días.
Hasta la apertura de la calle de Alfonso I en 1865, esta plaza fue uno de los espacios de más jerarquía y distinción social de la ciudad, y buena señal de ello era la alta densidad de algunas de las más importantes y grandes casas de la nobleza e hidalguía local: los Urriés, la condesa de Guara, el marqués de Villaverde, los Cerdán de Escatrón, los Ric, y los Urrea. Además, y por la actual calle de Gil Bergés, la plaza se prolongaba hasta la casa del conde de Fuenclara e incluso a la del conde de Torres-Secas, lindando ya con el Coso Alto. De todas ellas, tres han sobrevivido hasta nuestros días:
– la de Fuenclara, que en el pasado siglo XX albergara el teatro y cine del mismo nombre, e incluso albergó durante un tiempo la Filmoteca de la ciudad. De propiedad municipal, sigue pendiente de uso.
– la de los condes de Argillo: originalmente de los Sanz de Cortés, luego de los marqueses de Villaverde y en el siglo XIX de la condesa de Argillo. A mediados de ese siglo fue sede del colegio de San Benito y también de la ONCE; fue espacio militarizado durante la última guerra civil, y por último adquirido por el Ayuntamiento, de forma que hoy alberga el municipal museo de Pablo Gargallo.
– y finalmente, la casa Fortea, original casa de los Cerdán de Escatrón de finales del siglo XV, a finales del siglo XVIII de los Fortea, y adquirida por el Ayuntamiento tras la recuperación de la democracia municipal, siendo habilitada sala de exposiciones y sede del negociado de cultura de la ciudad.
Ninguna de las casas desaparecidas en esta plaza lo fueron como consecuencia de las destrucciones de los asedios franceses de la ciudad, de la misma forma que tampoco salió damnificada de ellos la Torre Nueva, sin duda la mayor singularidad de la plaza de San Felipe a lo largo de toda su historia, quedando el honor de su demolición para los zaragozanos de comienzos de la década de 1890, tras el clamor vecinal de los residentes de la zona por la supuesta peligrosidad de su acusada inclinación (que había resistido el paso de los siglos y de los referidos asedios), y para ampliar la plaza y acabar con las insalubres y mezquinas proporciones de los viales de la zona (justificación que en esta ciudad ha propiciado la desaparición de decenas y decenas de inmuebles históricos y artísticos).
Habitualmente, las referencias a esta desaparecida torre, son más bien para llorar y lamentar de forma lastimera su pérdida. Yo soy de la opinión de que la plaza de San Felipe con la Torre Nueva sería un espectáculo único en Europa, por supuesto, pero personalmente me resulta de más interés ver si es posible arrojar algo de luz a la desafiante polémica de si esta torre, oficialmente construida a principios del siglo XVI como “relox mayor” de la ciudad, fue originalmente una atalaya conmemorativa de la Saraqusta musulmana construida en el siglo XI y reutilizada luego tras la conquista cristiana, como también habría sucedido con las torres de San Pablo Apóstol, Santa María Magdalena, San Gil Abad, y la torre de la Seo.
Terminamos así esta audición del programa de hoy de “Zaragoza te habla”, y os emplazo para una próxima edición. Salud pública, ánimos y abrazos virtuales, y que no os coma la oreja cualquier descerebrado. Procurad pensar por vosotros mismos, no sólo como meros repetidores de lo que os gusta oír o lo que algunos dicen que pasa, porque la realidad es siempre mucho más plural y diversa que la simplicidad bipolar con que algunos lo pintan todo. Nos escuchamos en una próxima entrega. Un cordial saludo.