El sallentino Antonio Portolés compró en 1890 la harinera de José Pueyo ubicada al final del camino de San José, junto a los cuarteles de Torrero, y la harinera de Almech, situada donde el camino de Torrero se cruzaba con el de las Torres. La primera instalación fabril fue redenominada como «La Constancia», y la segunda, «La Pilar», que fue vendida poco tiempo después a la Sociedad Española del Acumulador Tudor, que mantuvo la denominación “La Pilar” a su nueva fábrica allí establecida.
A unos centenares de metros de esta ubicación, la fábrica de harinas «La Constancia» fue ampliada según proyecto del arquitecto Miguel Ángel Navarro, y el sistema de molienda importado del imperio austro-húngaro revolucionó el sector harinero de la ciudad. Los pronunciados desniveles de la zona, y el abundante abastecimiento de agua mediante la acequia del Plano, caracterizan las pocas imágenes que se conservan de esta fábrica, que continuó a pleno funcionamiento hasta 1924, cuando murió su fundador. Al año siguiente, ya como «Harinera de la Viuda e Hijos de Portolés», ardió pavorosamente, y allí terminó su prometedora trayectoria.
Sus ruinas y despojos se convirtieron en parte del paisaje emocional de la zona durante muchos años, perdurando en ese estado hasta que a finales de la década de los años sesenta, durante el desarrollismo franquista desbocado, el solar de la antigua harinera comenzó a ser poblado de altos e impersonales bloques habitacionales de nueva planta que terminaron copándolo totalmente tiempo después, elevándose verticales en la manzana delimitada por las actuales calles de Royo Villanova, Hermano Jeremías, y Sancho Lezcano. Como en el caso de la vecina fábrica textil de Pina, no queda ni el más mínimo rastro de esta historia en forma de recuerdo visual que rememore a la desaparecida harinera “La Constancia” de Portolés.