En el radiofónico programa de hoy de esta sección de filosofía urbana de Zaragoza, os propongo primero dar un paseo en el tiempo y el espacio hasta la historia de la céntrica calle del Cinco de Marzo, para centrarnos luego en el relato de los avatares de un local de esta calle que a lo largo del siglo XX fue utilizado como frontón, cine, sala de fiestas, y pista de patinaje sobre hielo, hasta ser reconvertido en unas galerías comerciales que primero fueron aragonesas, y que perduran en la actualidad con otros propietarios multinacionales.
Comenzamos, pues, con una breve historia de la calle del Cinco de Marzo. Como en otros casos, esta calle existe por las destrucciones acontecidas durante los asedios franceses de la ciudad en 1808-1809, y la radical remodelación urbanística realizada después. Hasta ese momento, este espacio formaba parte del enorme complejo del convento de San Francisco y de su anexo colegio de San Diego, y también de los grandes jardines traseros de la casa de la condesa de Fuentes a la que se accedía por el Coso Alto. A mediados del siglo XIX, en 1849, en esta zona se trazó la que provisionalmente fue denominada continuación de la calle de San Miguel, en terrenos desamortizados del convento de San Francisco ahora propiedad de la Diputación Provincial, la Hacienda Nacional, y una parte de la casa de los condes de Fuentes, con la idea de, como su nombre indicaba, dar continuidad a la nueva calle de San Miguel, de forma que desde el nuevo paseo de Santa Engracia se llegara en línea recta hasta la iglesia de San Ildefonso, actual de Santiago el Mayor. El mayor obstáculo a la realización de este proyecto fue el enconado proceso de expropiación de una parte de los jardines de la casa de los condes de Fuentes, que originó un pleito legal que se prolongó por diez años. Tras su resolución, y cuando la calle estaba ya a punto de abrirse al tránsito, su nombre previsto era de calle de Isabel II, aunque en 1860 ya se le dio su definitiva denominación del Cinco de Marzo, en recuerdo y homenaje a la celebrada derrota de los carlistas en su intento de hacerse con Zaragoza en 1838. El recorrido de esta calle terminaba en la plaza de Santa Fe, luego redenominada de Salamero.
Esta nueva y céntrica calle se fue haciendo desde el principio con un carácter eminentemente comercial que perdura en nuestros días, con una buena diversidad de tiendas, almacenes y oficinas comerciales, entre las que destacaba la tienda de muebles de Luciano Loscertales, y alguna fonda como La Imperial. Entre estos comercios podía encontrarse además un local de alquiler de carruajes en el nº 5 de esta calle. A finales de la década de los años 20, este local del nº 5 se refundió con el vecino espacio del nº 3, dando lugar a un gran solar sobre el que fue proyectado en 1931 el frontón de pelota Emendek con proyecto del arquitecto Ignacio Mendizábal Lujambio, que casi al mismo tiempo estaba trabajando en el proyecto del nuevo Cine Goya de la calle de San Miguel. En 1932 fueron inaugurados el cine Goya y el Frontón Emendek, gestionado éste por una empresa de deportes y espectáculos radicada en San Sebastián. El cine Goya sobrevivió hasta 2005, cuando fue cerrado definitivamente en su versión de multicines, pero el frontón apenas llegó a cumplir los dos años: en mayo de 1934, tras las obras de transformación, reabrió como cine denominado Frontón Cinema, gestionado por la Empresa Parra y con 1.250 localidades.
Desde esa fecha y hasta los años 50 funcionó como cine, si bien su espacio también fue utilizado para dar cabida a grandes encuentros públicos de carácter político, como por ejemplo el que tuvo lugar el 27 de noviembre de 1955, un gran acto falangista en el que el banderín de la Vieja Guardia falangista local recibió las medallas de oro de la ciudad y de la provincia, tras haberlo así decidido sus correspondientes corporaciones, la municipal y la provincial. El lugar elegido no era casual, pues ya fue el escenario del mitin realizado el 26 de enero de 1936 y en el que José Antonio Primo de Rivera vino por última vez en carne mortal a Zaragoza.
Esta referencia nos puede dar pie para dar entrada al vergonzante cambio de nombre de la calle del Cinco de Marzo acontecido tras el golpe de Estado del 18-19 de julio de 1936, cuando las nuevas autoridades municipales impuestas decidieron que esta calle pasara a denominarse del Requeté Aragonés en pago a los apoyos del carlismo a la sublevación contra la República. En 1979, con la recuperación de la democracia municipal, esta calle recuperó su original nombre, y desde entonces es la calle del Cinco de Marzo.
Inmediato a este Frontón Cinema, desde 1940 estuvo el original Café Niké, en el antiguo nº 7 de la calle, establecimiento que ha quedado incorporado a la historia de la cultura zaragozana de mediados del siglo XX por servir de sede, primero, de la Peña Niké, que en los años cuarenta reunió una destacada pluralidad de personalidades del mundillo cultural local de la época, y que en la década de los cincuenta se convirtió en el domicilio social de la Oficina Poética Internacional impulsada por la iniciativa del poeta Miguel Labordeta, que tuvo de oficinistas a algunos de los más floridos representantes de la cultura zaragozana del momento, con poetas, pintores, novelistas, cineastas, dramaturgos, actores, críticos, científicos, activistas culturales, diletantes y entusiastas de la cultura en general. Este café Niké sería clausurado en 1969.
En los años 50 el Frontón Cinema fue clausurado y en sus locales se habilitó la sala de fiestas Río Club, una de las salas referentes que animaban la noche zaragozana de la época. Esto fue así hasta que en 1963 recuperó otra vez su utilidad como frontón, ahora denominado Jai Alai.
En 1973 este frontón fue cerrado definitivamente, y se readaptó para instalar una pista de hielo llamada El Ibón donde poder practicar el patinaje desde una perspectiva lúdica y multitudinaria, que sin embargo tuvo una vida breve, pues fue clausurada pocos años después para dar paso luego a una gran tienda de Galerías Primero, que perdura hoy con otra denominación.