El próximo día 12 se cumple un aniversario que posiblemente carecerá de repercusión en el actual estado ruidoso de las cosas: la inauguración en mayo de 1998 del Palacio de la Aljafería tras casi medio siglo de arduas labores restauradoras. Con este motivo, el programa de hoy voy a dedicarlo a este excepcional bien inmueble de Zaragoza que acumula casi 950 años de historia: la Aljafería.
En una despejada zona al poniente de la ciudad, donde desde mediados del s. X se alzaba una poderosa atalaya en piedra rodeada de una pequeña fortaleza defensiva, a finales del s.XI se construyó el Qasr al-Surur o Palacio de la Alegría en tiempos de la poderosa taifa zaragozana de los Banu Hud donde la Medina Albaida Saraqustah era su capital. Este palacio fue construido al aire de los palacios omeyas de las llanuras de Siria y Mesopotamia, de planta cuadrangular, en feraz zona de huerta regada por la acequia de la Almozara, y tomó su nombre (al-Yafariyya) de su impulsor, el rey Abú Yaáfar Áhmad ibn Sulaymán ibn Hud al-Muqtádir bi-L·lah, que emplazó en este palacio una corte literaria y científica sin parangón en el occidente de la época.
En 1110 Saraqustah fue conquistada por los almorávides, y ocho años después por los cristianos montaraces, que convirtieron a este palacio de la alegría en una parroquia. Sólo a finales del s.XIII, en tiempos del rey Jaime II, recuperó su función palatina y fue objeto de importantes reformas y construcciones que desfiguraron la traza original del palacio, que se convirtió así en un palacio mudéjar de la realeza aragonesa del que destacaban la Torre del Viento en el ángulo suroccidental y la majestuosa Torre Mayor o del Homenaje en su lienzo norte.
A finales del siglo XV la Aljafería se convirtió en sede y cárcel de la Inquisición. Desde ella y en macabra procesión, numerosos reos de pena capital fueron conducidos hasta la plaza del Mercado, donde se les quemaba vivos.
Fue también residencia real con ocasión de visitas de especial categoría, como los Reyes Católicos en 1498; la princesa doña Juana y su esposo don Felipe en 1502; el papa Adriano VI en 1522; la emperatriz Isabel en 1533; el emperador Carlos en 1537; el rey Carlos II en 1677…
Durante este tiempo fue objeto de una radical transformación cuando a finales del s.XVI, en tiempos de Felipe II el palacio fue convertido en un bastión fortificado para defensa de la ciudad y también cárcel real o presidio filipino. El proyecto, de Tiburcio Spanochi y Juan Bautista Antonelli, le dotó por primera vez de un foso seco alrededor de la fortaleza.
Con la entronización de la nueva dinastía de los borbones, la Aljafería cesó como sede de la Inquisición en 1706 y poco después fue uno de los escenarios de la Batalla de Zaragoza durante la guerra de Sucesión, con bien poca fortuna bélica, pues apenas resistió un par de horas el cerco realizado por las tropas del pretendiente austríaco al trono.
Desde entonces permaneció como una dependencia militar en un estado más bien precario hasta que en tiempos de Carlos III se la dotó de unas instalaciones defensivas más modernas y acordes con su categoría de “castillo”. Durante los asedios franceses de 1808-09 los baluartes y la muralla quedaron destruidos, y luego los escombros fueron utilizados para rellenar el foso, que desapareció.
En 1862, siendo reina Isabel II, la Aljafería pasó a jurisdicción del Ministerio de la Guerra, que la convirtió en cuartel, remodelando completamente su traza, construyendo cuatro torreones angulares y dándole el aspecto con el que llegó al siglo XX. En esta línea, en 1887 incluso estuvo a punto de acoger a la Academia General Militar. A principios de los años 30 del siglo XX albergaba a dos regimientos de infantería (Infante y Gerona) y en el lado norte y adosadas al muro había además varias dependencias que complementaban el carácter castrense de su entorno, y al oeste de la muralla se levantó un gran almacén de efectos militares, un polvorín, e incluso un “homódromo” o pista de maniobras para los reclutas.
En 1935 los hermanos Albareda publicaron un adelantado proyecto de restauración del antiguo palacio para el que proponían como condición inexcusable sacar al palacio del negociado de la Guerra, y convertirlo en un espacio museístico y de cultura. Durante la guerra de 1936-39 fue convertido en un gran arsenal de municiones, y tras 1939 retomó sus funciones cuarteleras con tropas de infantería, artillería antiaérea, zapadores, transmisiones… Testimonios de quienes pasaron por allí durante esos años recuerdan los armeros apilados en el “salón del Trono”, la “mezquita” u oratorio convertido en depósito de bayonetas, y la torre Mayor como calabozo.
En 1947 y con el impulso de Francisco Íñiguez comenzó poco a poco el efectivo impulso restaurador de la Aljafería. Aunque con una mezcolanza de objetivos dispares, como cuando en 1949 y desde el consistorio se propuso asumir la recuperación de los “dos palacios”, el musulmán para Museo Arqueológico, y el cristiano como residencia del Jefe del Estado en sus visitas a la ciudad…
En 1951 se constituyó el Patronato de la Aljafería, y en 1954 el ramo de la Guerra le entregó la parte más claramente histórico-artística lo que dio comienzo a las obras de restauración.
A finales años 60, despojado de su función de cuartel, comenzó a ser visitada en grupos de civiles, lo que poco a poco sirvió para dar a conocer las maravillas que todavía albergaba la Aljafería. En estos años se reconstruyó el lienzo oriental de la muralla, la torre Mayor, el oratorio musulmán, la capilla de san Martín, el patio de santa Isabel, y las salas de los Reyes Católicos.
En 1978 y dentro de la operación cuarteles, la Aljafería pasó a ser propiedad de la ciudad de Zaragoza al módico precio de 24 millones de pesetas, y el Ayuntamiento se comprometió a restaurarla y a hacer un parque alrededor. Al año siguiente, la nueva corporación democrática asumió su propiedad.
En 1982 murió Francisco Íñiguez, sustituido por Ángel Peropadre, que impulsó la recuperación del foso. En 1983 el Ayuntamiento cedió a las Cortes de Aragón un tercio de la Aljafería, el correspondiente con la parte no monumental, para instalarse.
En 1985 Ángel Peropadre fue cesado y sustituido por el tándem Franco-Pemán que en varias fases culminarían su recuperación. En todos estos años hubo numerosos cambios en el proyecto, desde la prevista convivencia del Parlamento, la zona monumental y un auditorio, pasando por la inclusión de una biblioteca municipal (luego biblioteca de las Cortes), la sede del Justicia de Aragón, un Museo de Arqueología y Antropología, el Museo de Historia de Zaragoza, un Museo de la Guerra de la Independencia… Esto fue así porque Ayuntamiento, DGA y las Cortes tenían planteamientos en ocasiones divergentes lo que provocó sonadas polémicas, felizmente resueltas.
Mientras tanto y en 1987 se celebró en la Aljafería el primer pleno de las Cortes, y esta institución acabó siendo la única depositaria de todo el recinto, incluyendo las zonas verdes que lo rodean (parque de la Aljafería).
Terminamos nuestro recorrido como empezamos, cuando el 12 de mayo de 1998 el Príncipe de Asturias inauguró las obras de restauración de este maravilloso palacio recuperado, como sede de la soberanía popular aragonesa y como recinto que condensa la historia de la ciudad desde hace casi diez siglos.