Hoy me gustaría compartir con la parroquia de este programa un ejemplo de la íntima relación entre las fotografías antiguas de la ciudad, y algunas historias que, de otro modo, quedarían sin reflejo visual por la carencia de imágenes directamente relacionadas. Se trata de un truculento asesinato que me he permitido titular de forma sensacionalista como “el crimen del sombrerero”, tal y como hubiera hecho seguramente el Caso si se hubiera producido en una época más reciente.
Todo comenzó cuando me topé con una antigua fotografía de Zaragoza donde aparecía un edificio identificado como “Fábrica de sombreros al por mayor de Felipe Conesa”, en un entorno anónimo y sin identificar. Tras una necesaria investigación por la red de redes, me topé con una historia que no me resisto a compartir con vosotros.
El frío 30 de diciembre de 1890, hacia las 8 de la noche, fue asesinado a puñaladas en el camino de San José Felipe Conesa, propietario de una fábrica de sombreros sita en el cercano camino de Torrero (actual paseo de Sagasta), posiblemente ubicada en la esquina con el camino de las Torres. Se trató en un crimen urdido entre su esposa, Carmen Martínez, y Antonio Aragonés, oficial de la fábrica de sombreros que durante los viajes de Felipe Conesa fuera de Zaragoza, quedaba al cargo de la fábrica y, además y extraoficialmente, de su esposa, pues intimaron y se convirtieron en amantes, y decidieron terminar con la vida de Conesa para allanar su fogosa relación. Primero intentaron envenenarlo mediante unos “polvos” adquiridos a una curandera, pero como no cumplieron su macabra función, decidieron comprar los servicios de un sicario de nombre Mariano Ballado que, por 50 duros, fue quien terminó con la vida de Conesa.
Desde el momento de la comisión de este crimen, se convirtió en un mediático y popular evento muy seguido, como atestigua las abundantes reseñas periodísticas en medios de todo el país, muy descriptivas en detalles escabrosos. El juzgado del Distrito de San Pablo llevó las diligencias legales del caso, por ser el que correspondía a la entonces cárcel situada en la calle de los Predicadores, donde fueron encarcelados los sospechosos. El juicio tuvo lugar en la Audiencia Territorial, con numerosísimo público expectante de ver en vivo y en directo a los acusados. La sentencia fue durísima: pena de muerte para la esposa del asesinado, por parricidio, y para su amante y el asesino, por asesinato.
Casi un año después, el Ministerio de Gracia y Justicia conmutó las penas de muerte por las de reclusión perpetua de los acusados. La influencia de este crimen, según Ernest Hemingway habría servido de referente a la novela «La piedra angular» que la escritora Emilia Pardo Bazán escribió poco después, donde reflexiona sobre la pena de muerte como “piedra angular” en la defensa del Estado ante “desórdenes de la mala vida” como los que caracterizan este tremendo crimen de un sombrerero en la Zaragoza en 1890.