El Callejón de las Once Esquinas
Por José María Ballestín Miguel
Paseando por la calle de Alfonso I en el tramo entre las calles de la Manifestación y de Santa Isabel, llama la atención un paso que entre los inmuebles de los números 31 y 33 nos da acceso a un singular espacio en forma de ele que, aunque pueda parecer un patio de viviendas abierto, se trata de un vial urbano denominado callejón de las Once Esquinas. Hoy que inauguramos temporada de “Zaragoza te habla” en el formato monólogo razonado, os propongo dedicar el programa a este callejón y su entorno pues, aunque profundamente remodelado, perdura como una auténtica reliquia de la antigua Zaragoza, siquiera por la insólita permanencia de su nombre. José Antonio Labordeta, que nos dejó hace ahora diez años, en un artículo publicado en 1995 escribía desconocer las razones que justificaran el nombre de esta calle, y con su somarda habitual, suponía que era producto de un “pleno municipal lleno de humos y descalabro”, y una muestra del “loco y destartalado urbanismo zaragozano”. Con afecto, dedicamos a la memoria de José Antonio Labordeta esta modesta narración con la que trataremos, entre otras cosas, de explicar por qué el callejón de las Once Esquinas tiene esta llamativa denominación.
A finales de la Edad Media, esta céntrica zona pertenecía a la parroquia de Santa María del Pilar, y estaba delimitada entre la calle de los Augeros o Agujeros, así denominada por el gremio de los augereros y lanzoleros, artesanos que allí hacían y vendían agujas, y la calle de la Platería, por el influyente gremio de los artesanos de la plata allí asentado. La denominación de este callejón como de las Once Esquinas haría referencia a su intrincada planta zigzagueante, que hacía que, efectivamente, cuando menos presentara todas esas esquinas para quien tuviera el tiempo de pararse a contarlas. Como ya tratamos en el programa dedicado a la calle de Alfonso I, este era uno de los recoletos e irregulares viales que desde el Coso y entrando por la calle del Trenque conducían a la plaza de Santa María del Pilar saliendo a ella por la calle del Mesón de los Navarros. Sin embargo, en el vecindario de 1723 no figura el callejón de las Once Esquinas, y en su lugar aparece posiblemente la referencia a un callejón de la Moneda con apenas tres viviendas cuyos residentes consignados eran mayormente “pobres de solemnidad”. En el siglo XIX volvemos a encontrar en el nomenclátor el callejón de las Once Esquinas y cuatro viviendas en él radicadas, con acceso desde el sur por la calle de la Salud, que es la nueva denominación de la antigua de los Augeros, y con la calle de la Platería como tradicional acceso norteño. Inmediato a él figura el denominado “paso de Urriés”, un arco volado que unía dependencias de la casona de esta ilustre familia que se encontraban a ambos lados de una pequeña calle denominada también del Paso de Urriés.
Tras la gran remodelación del nomenclátor urbano en 1863, este callejón soprendentemente perduró a pesar de su nombre, mientras que los que le rodeaban fueron considerados indignos de ello, y así la calle de la Platería se convirtió en la calle de la Manifestación, referencia al medieval privilegio así denominado, y la calle de la Salud trocó en la calle de Manuel Roda, ilustrado ministro del rey Carlos III nacido en Zaragoza y promotor de la expulsión de los jesuitas en 1767. La vecina calle del paso de Urriés también sobrevivió a la purga, aunque sólo por un par de años, ya que la apertura de la nueva gran calle de Alfonso I el Batallador se la llevó por delante, tanto a su nombre como a la propia calle, ya que aquélla fue trazada justo por donde ésta andara. Además, la reurbanización de ambos lados de la nueva calle con edificios modernos adaptados a su rectilíneo trazado, supuso también el derribo de las viejas casas que al callejón de las Once Esquinas le daban su exclusivo trazo escalonado, conformándole con su trama actual en forma de ele.
Cuando parecía que ya se habían realizado todas las mudanzas posibles en el callejero de esta zona, llegó el franquismo que a principios de los años 40 del pasado siglo XX despojó al ilustrado ministro Manuel Roda de su calle (de la misma forma que hizo, entre otros, con el ilustrado conde de Aranda para poner en su lugar al “invicto Caudillo”), y se la concedió graciosamente a Santa Isabel de Portugal, otra referencia medieval más impuesta por el nuevo régimen para remarcar todavía más su carácter confesional y militantemente tradicionalista.
Para terminar el programa de hoy, os invito a quienes esto escuchéis o leáis, a pasearos por el singular y seguramente poco frecuentado callejón de las Once Esquinas, un pedazo de la antigua Zaragoza que por fortuna perdura todavía en nuestros días, siquiera con su original y sin par denominación. No es ninguna maravilla, como tampoco es cualquier cosa.
Un cordial saludo, y nos escuchamos, o leemos, en el siguiente programa.