Hoy os propongo terminar el relato iniciado en el programa anterior sobre el cubrimiento parcial del río Huerva en su tramo urbano, y retomar el momento cuando en febrero de 1922 el Ayuntamiento aprobó finalmente un presupuesto de casi cinco millones de pesetas para acometer el proyecto de “cubrimiento del río Huerva para saneamiento y preparación de las obras de ensanche y parque de la ciudad” presentado por el arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro.
Estas obras preveían el cubrimiento del Huerva en un kilómetro de longitud a su paso por la ciudad, cubrimiento necesario para desarrollar sobre él la Gran Vía de acceso tanto a los ensanches de Miralbueno y de Miraflores, como al nuevo y gran Parque de Zaragoza. La sección denominada “aguas arriba del paseo de Sagasta” fue la primera que conoció esta intervención, y fue iniciada oficialmente a finales de junio de 1924, encargada a la empresa Ángel Aísa y Hermanos.
Esta primera sección o fase discurría entre la denominada “curva de La Veneciana”, así llamada por la inmediatez de esa importante fábrica de cristales establecida entre el cauce del río y el camino de los Cubos, a la altura de la actual calle de Ricla, y el puente de Santa Engracia que daba acceso al paseo de Sagasta. Se trataba de una intervención sobre aproximadamente 435 metros de cauce fluvial. Las obras debieron afrontar, primero, el encauzamiento del río en un sarcófago de cemento de ocho metros de altura que debió igualar el enorme desnivel natural entre las dos orillas del río. Para ello se debió recrecer mediante un alto murallón de cemento el lado de la margen derecha, correspondiente con el actual lado de los impares. Este hecho explicaría la singular traza de los bloques de viviendas que tras la urbanización del entorno se construyeron en esta zona, que presentan más alturas en sus zonas traseras que en las recayentes a la Gran Vía.
Una vez terminada la preparación del nuevo cauce, que fue diseñado teniendo en cuenta las irregulares crecidas o salidas de madre del río, se procedió a la colocación de vigas de hormigón armado de 14 metros de longitud apoyadas en ménsulas, sobre las que se asentaron los tableros y encofrados que poco a poco fueron cubriendo el Huerva y configurando el escenario. Estas fueron las vigas que se retiraron en las recientes obras de 2009. Una vez finalizado este proceso, en 1927 la nueva Gran Vía quedó preparada para la urbanización y desarrollo del plan de Ensanche previsto. El 3 de noviembre de ese año se realizó un “sencillo acto de inauguración de la zona”.
En paralelo, y en mayo de 1926, habían comenzado las obras del cubrimiento de la sección denominada “aguas abajo del paseo de Sagasta”, en el tramo que llegaba hasta la calle de Juan Bruil, de unos 260 metros de desarrollo, siguiendo el mismo procedimiento constructivo, con un coste de unos 3,6 millones de pesetas. En ese punto, las obras quedaron interrumpidas temporalmente por la carencia de recursos municipales, a pesar de algunas quejas por la necesidad de “hermosear” la zona de la antigua huerta de Santa Engracia.
Se hubo de esperar hasta finales de diciembre de 1930 para continuar las obras del cubrimiento en el tramo desde la calle de Juan Bruil hasta el paseo de la Mina. La misma empresa que se ocupó de los anteriores tramos ejecutó estas obras entre 1931 y 1933, con un coste de 1,4 millones.
La plaza de Basilio Paraíso, donde hasta entonces confluían el paseo de la Independencia, el de Pamplona y el de Sagasta, tras este cubrimiento del río Huerva se convirtió en un complejo punto de encuentro al añadirse la nueva Gran Vía, con los tramos denominado originalmente de Pablo Iglesias, hacia el Parque, y con el de Galán y García Hernández, hasta el paseo de la Mina. Con este cubrimiento, el río Huerva desapareció de la escena urbana por la que había fluido al aire durante tanto tiempo.
Para terminar, y dando un notable salto en el tiempo, nos tendríamos que ir a los finales de las década de los años sesenta para llegar a la realización de la cuarta fase del cubrimiento del río Huerva, la última hasta este momento, acometida entre 1968 y 1969 en el tramo comprendido entre la calle de Mefisto y las traseras del colegio del Sagrado Corazón del paseo de la Mina. Esta obra dio continuidad al paseo de Marina Moreno mediante una prolongación que hacía una brusca transición entre el ya veterano bulevar y la proyectada autopista urbana que por el polígono de Miraflores debería convertirse en la principal salida del tráfico rodado en dirección a la carretera de Castellón.