En el programa de hoy me voy a referir al “8-M”, pero no al de este año, tan polémico, ni al aún más polemizado del pasado 2020, sino a uno celebrado hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana… Se trata del 8-M de 1936, una fecha y un año de mucha actualidad gracias a la muy eficaz campaña tóxica de los voceros retroconservadores o nostálgicos de la España del antiguo régimen, también llamados ultraderechistas e incluso neofascistas, que de todas estas tribus hay en esta viña del señor. Un país plagado de –ismos, pero del que dicen no hay los correspondientes a la raza (racismo), el fascio (fascismo) ni siquiera al del macho (machismo)… Habrá quien piense que este que empleo es un lenguaje viejuno, desfasado, fuera de onda… aunque a mí ya me gustaría que así fuera, pero cuando oigo la creciente recuperación de reviejas palabras como “comunistas”, para referirse a los más malos de entre todos los malos, me recuerda la sombra de palabras que creía olvidadas como por ejemplo esa de “anticomunismo” con que en este país se solía calificar durante tantas décadas a todos los que no comulgaban con sus ruedas de molino. Yo pensaba que esto estaba superado, pero la abrumadora realidad del día a día parece indicar lo contrario.
Bueno, a lo que iba. Haré esta rememoranza de hoy sobre la base de dos históricas fotografías que ilustran aquella luminosa jornada dominical del 8 de marzo de 1936 que fue convocada en Zaragoza como “Jornada Internacional de la Mujer” por la organización denominada “Mujeres Contra la Guerra y el Fascismo”. La guerra denunciada era la invasión fascista de Abisinia en octubre de 1935 realizada por el régimen de Mussolini (y que terminaría el 9 de mayo de 1936 con la conquista de ese país africano y su inclusión en el ridículo Imperio Italiano). Esta manifestación comenzó en la plaza de la Libertad (luego redenominada de santo Domingo, donde entonces estaba el Ayuntamiento) y terminó ante el Gobierno civil sito en el hotelito del nº 1 de la plaza de Aragón. Ante las personas participantes y al término de la manifestación, se realizaron varios discursos alusivos a la jornada, entre los que ha perdurado una expresiva fotografía que posiblemente protagoniza Josefina López, de las Juventudes Comunistas, durante su intervención. En la otra fotografía, un grupo de personas participantes en esta convocatoria posan ante el fotógrafo con los puños al aire en el paseo de la Independencia. Una vez terminado el acto, falangistas con gritos de “viva el fascio” intentaron provocar a la asistencia para crear tumultos, aunque sin éxito.
Este fue, de facto, el primer 8 de marzo, “8-M” como se dice ahora, celebrado en la ciudad, y último durante más de cuarenta años, cuando tras la recuperación de la democracia las mujeres pudieron volver a salir a la calle a reivindicar sus derechos. Porque tras el 18 de julio de 1936, y hasta casi cuarenta años después, la incipiente presencia de la mujer en la política y en las instituciones fue eliminada en la España esa que decían que era grande y libre, además de única, y donde el papel de la mujer retrocedió al tradicionalista que la recluía en el hogar, la familia y en la iglesia católica. Antes de acabar, una última referencia a estas dos fotografías que centran mi aportación de hoy: tras el 18 de julio o “18-J” de 1936, fotografías como estas dos referidas fueron utilizadas por los sublevados contra la democracia para identificar y reprimir a cuantos “desafectos a la rebelión” aparecieran en ellas.
Y aquí estamos, 85 años después, quién lo hubiera dicho hace unos pocos años, hablando de manifestaciones, de mujeres… y de fascistas. Desde luego que se han lucido los que sentenciaron eso de que la Historia había terminado. Vaya que no lo ha hecho. Opino.-José María Ballestín Miguel-