Hola excursionistas, soy José Luis Arribas y éste es el súper sonido de ‘Ventajas de viajar en cine’, desde ‘Siéntelo con oído’. Procuren todos su billete de ida, acomódense en su butaca y durante este tiempo háganme el favor de parar sus relojes. El viaje comienza. Hoy: ‘Un perro andaluz’.
‘Un perro andaluz’ es un cortometraje. ¿Por qué motivo una película rodada en ese formato, temporalmente hablando, posee una importancia tan grande, que se eleva mucho más allá de las fronteras de su extensión? Por muchos, no uno tan sólo, y cada uno de ellos en particular es igual de grande y valioso que los demás. ‘Un perro andaluz’ es un hito en la historia de la cinematografía y un referente en todos los estudios sobre el séptimo arte que se realizan en cualquier academia, en todos los ensayos que se pretenden escribir y en todas las tertulias que quieren alcanzar un alto escalón de cultura. Son muchas las causas que dan origen a la ubicación de esta obra en el lugar de honor que le corresponde. De momento, antes de desmenuzar a conciencia, de analizar paso a paso el título que corona nuestro primer espacio del año, resumiremos en un frase, no el significado de la película, y nos permitirán una leve sonrisa y ya comprenderán más adelante, si no que será la que en sí misma contiene ciertas de las razones de peso que hacen de este cortometraje lo que es: ‘Un perro andaluz’, película producida, dirigida e interpretada por Luis Buñuel en el año 1929, escrita y coguionizada junto a su amigo Salvador Dalí.
Si viajamos muy atrás en el tiempo, seguramente nos encontraremos con una serie de edificios muy famosos, localizados en ‘La Colina los Chopos’, bautizado así el enclave por Juan Ramón Jiménez, el famoso lugar donde se encontraba la célebre ‘Residencia de estudiantes’, centro fundado en Madrid en 1910, ideado como un complemento paralelo a los estudios universitarios, no accesible a todo el mundo, foco de movimiento cultural con vida propia, de creación en el arte y en la ciencia, entre la colaboración y la convivencia de personalidades irrepetibles. Allí se conocieron Luis Buñuel, Salvador Dalí y Federico García Lorca. La semilla ya la tenemos y los dos primeros, mucho tiempo después, crearían ‘Un perro andaluz’, hito que hemos llamado antes, ya que es considerada la película más expresiva del surrealismo en el cine. Y como toda buena vanguardia que se precie, la obra de Buñuel rompía con los esquemas establecidos y las directrices que habían sido acordadas como canon. El estudio de las vanguardias cinematográficas debe tener su propio espacio y cada una de ellas el suyo, individual y pormenorizado, como el Impresionismo francés, el Expresionismo alemán, o el cine surrealista que tratamos a pequeñas pinceladas hoy, debido a la película de la que nos ocupamos. Las vanguardias, desarrolladas a lo largo del siglo XX, influenciadas por la pintura, en principio paralelamente, aunque como vanguardias artísticas conocemos de forma general al mismo movimiento en los diferentes ámbitos del arte, pretenden resquebrajar lo preestablecido, experimentando por medio de sus películas en el caso del séptimo arte, con nuevos lenguajes y fórmulas.
‘Un perro andaluz’, cuyo título original es ‘Un chien andalou’, cortometraje de producción francesa, es un título de culto en la sala de la fama del cine artístico y una obra única en su género, el cine surrealista, corriente que antepone lo irracional a lo real, valiéndose del mundo onírico, fortaleciendo el pensamiento subconsciente, desarrollando al máximo la imaginación al servicio de lo visual y utilizando elementos incongruentes y carentes de toda lógica. El coste de producción de ‘Un perro andaluz’ asciende a 25000 pesetas y el origen del dinero proviene directamente de la madre de Luis Buñuel. El joven Luis, por aquel entonces, tiene veintinueve años, mientras que Salvador tiene veinticinco. Tras medio mes de rodaje, la obra maestra finaliza. Todo parte de una misma idea, duplicada, la suma de dos sueños, cada uno de ellos perteneciente a cada artista. Y si a esa idea añadimos el talento y la imaginación desbordantes de sus dos creadores, la genialidad está servida. La película es transgresora y desde el comienzo pretende impactar al espectador, y lo consigue con la secuencia inicial, el famoso corte de la nube a la luna, que después repite un hombre, el propio Luis Buñuel actuando, con una navaja de afeitar y seccionando el ojo de una mujer.
La película no sigue una estructura lineal y consiste en una concatenación de visiones, que podrían o no tener relación causal entre ellas, o un significado simbólico, aunque todo apunta a que no existe una interpretación lógica, si tenemos en cuenta las palabras de su realizador, que explicaba el proceso de desarrollo del filme. Con un guion terminado en menos de una semana y las reglas pactadas de no aceptar ninguna clase de pista que otorgara una aclaración a ‘Un perro andaluz’, Luis Buñuel y Salvador Dalí, presentaron al mundo su obra antivanguardista, definida y considerada así según el director de Calanda. Y con ella sellaron un trabajo imprescindible en la historia del cine universal, un clásico cuyo valor trasciende a lugares, quizá inmersos en sueños, que ni ellos mismos pudieron imaginar. O puede que sí.
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