Hola excursionistas, soy José Luis Arribas y éste es el súper sonido de ‘Ventajas de viajar en cine’, desde ‘Siéntelo con oído’. Procuren todos su billete de ida, acomódense en su butaca y durante este tiempo háganme el favor de parar sus relojes. El viaje comienza. Hoy: ‘Los santos inocentes‘.
A la hora de analizar diferentes títulos notables, que sobresalen por encima de los demás, en el amplio mundo cinematográfico, no podemos olvidar a nuestro cine, el cine español, que cuenta en su compendio y colección de películas, con obras, directores, actores y profesionales en multitud de campos, que alcanzan cotas de gran talento y riqueza cultural. Y esa calidad que muestra y demuestra, superando el obstáculo de la crítica, incluso la proveniente de la misma patria, puede sin ninguna clase de problema equipararse y hasta superar a cualquier otra producción extranjera. Hoy elegimos y rescatamos una obra maestra del cine español: ‘Los santos inocentes’, película dramática del año 1984 dirigida por Mario Camus y basada en la novela del mismo nombre escrita por Miguel Delibes.
La magnífica obra que tratamos cuenta con las inolvidables interpretaciones de Alfredo Landa, Paco Rabal, Terele Pávez, Juan Diego y Agustín González; fantásticos actores y actrices, cuyo trabajo encarnando los personajes de la novela resulta magistral. La película logra ganar la mención especial del jurado en el Festival de Cannes en 1984, y el premio a la interpretación masculina en el mismo certamen, recayendo ex aequo en Alfredo Landa y Paco Rabal. Estos conforman el conjunto de premios principales logrados y por los que más se recuerda, tanto por el prestigioso festival como por el hecho del doble y merecido galardón; pero no son los únicos pues cuenta también con el triunfo de la mejor película en la edición de ese año de las Medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos, un premio ACE de Nueva York para Alfredo Landa y un fotograma de plata para Francisco Rabal. No es exagerado insistir en las soberbias interpretaciones de ambos, metidos en la piel de los memorables ‘Paco el Bajo’ de Landa y ‘Azarías’ de Rabal; y como no, por extensión, la ‘Régula’ y el ‘Señorito Iván’, de Terele Pávez y Juan Diego respectivamente. Y es que no es redundante tener en mente esta idea de que los personajes han dado el salto perfecto de las páginas del libro a los planos de la película. No podrían ser otros los elegidos. Han sido las elecciones adecuadas para proporcionar la materia y el alma a las ideas de la mente del escritor. Y no solamente los personajes sino también el mundo creado para contenerlos, el mundo realista de ‘Los santos inocentes’, el de las familias pobres y trabajadoras de los latifundios, bajo las órdenes de los déspotas señoritos que los oprimen y mantienen en la miseria que aborrecen, esos de vidas de moral doble, indiferencia y superficialidad. Todo este universo tiene muy bien definidos sus límites y normas, ya que así lo ha confeccionado y construido el autor de la obra original, con detalles minuciosos en la elaboración de personajes, escenarios y costumbres. De hecho, él mismo, Miguel Delibes, dio la aprobación a la adaptación cinematográfica que tratamos, feliz con los resultados del trabajo realizado por el equipo de guionistas y el director. Si acompañaron en el éxito las valoraciones artísticas y los premios, la taquilla siguió el mismo camino, convirtiendo a la película en la más taquillera del cine español en su tiempo.
El argumento es el que sigue: Paco y su mujer Régula, y los hijos de ambos, Quirce, Nieves y Charito, la ‘Niña Chica’, son una familia de humildes campesinos que trabajan para los señores del cortijo, soportando la humillación y el maltrato de los mismos. Esta familia, escaparate de la incultura y la pobreza, y el aguante estoico frente a la opresión, son ‘Los Inocentes’, los sufridores sin culpa alguna de las desdichas que les han sobrevenido. Cierto día, se une a ellos Zacarías, el hermano de Régula, el verdadero inocente junto a la ‘Niña Chica’ según Delibes, un niño dentro del cuerpo de un hombre con deficiencias psíquicas, que llega despedido del anterior cortijo donde trabajaba. A partir de ese momento todos juntos combatirán las zancadillas de la situación y la época que les ha tocado vivir. El tío, el ‘engorro, como otra criatura’, como le califica su hermana en una ocasión, que no se da cuenta de los problemas que origina en su entorno, de hábitos poco higiénicos orinándose en las manos; la enfermedad de la pequeña y la bondad del patriarca cual perro fiel a su amo a pesar de los desprecios de éste; el tirano y cruel señor de la finca, las cacerías y la eterna milana, el ave que acompaña a Azarías posada en su hombro, son las estampas de esta historia costumbrista que permanecerá en nuestro recuerdo por siempre, volviendo a la vida en cada ocasión que visionemos esta joya fílmica, una de las mejores que contiene el tesoro de nuestro cine español.