Hoy vamos a disfrutar de un programa muy dinámico: recogeremos unas pequeñas muestras de monólogos de películas. Utilizamos la palabra ‘pequeñas’ porque por muchas que anotemos, la extensión es tan amplia como el número de filmes. Y esto es así porque, aunque algunas son las coincidentes en las opiniones y principales en las enumeraciones, cada uno de nosotros guarda para sí mismo los tesoros escritos que desea, sean populares o no, y los hace suyos. Porque una obra, en cualquier formato, deja de pertenecer a su autor, en el momento que conecta con las personas que acceden a ella. Bien porque nos acompaña en el lugar y momento adecuados, bien porque arranca una emoción de nuestro interior. En resumen, las frases de cine, las líneas de guion, los fragmentos de escenas, hablan directamente a nuestro corazón, enamoran, reivindican, sentencian y muestran sentimientos, epicidad, resignación, alegría, dolor y valor. Y pueden ser simples frases cortas, contundentes y directas, párrafos intensos de principio a fin, o monólogos extensos que son joyas de la escritura. Comencemos entonces con este ejercicio de disfrute sonoro, de evocación de sensaciones a través de las palabras escuchadas.
“Veo mucho potencial pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock. Pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados”: ‘El club de la lucha’.
“Vivimos en un mundo que tiene muros y esos muros han de estar vigilados por hombres armados. ¿Quién va a hacerlo?. ¿Tú?. ¿Usted, teniente Weinberg?. Yo tengo una responsabilidad mayor de la que puedas calibrar jamás. Tú lloras por Santiago y maldices a los marines. Tienes ese lujo. Tienes el lujo de no saber lo que yo sé. Que la muerte de Santiago, aunque trágica, seguramente salvó vidas. Y que mi existencia, aunque grotesca e incomprensible para ti, salva vidas. Tú no quieres la verdad porque en zonas de tu interior de las que no charlas con los amiguetes, me quieres en ese muro, me necesitas en ese muro. Nosotros usamos palabras como honor, código, lealtad, las usamos como columna vertebral de una vida dedicada a defender algo. Tú las usas como gag. Y no tengo ni el tiempo, ni las más mínimas ganas de explicarme, ante un hombre que se levanta y se acuesta bajo la manta de la libertad que yo le proporciono, y después cuestiona el modo en que la proporciono. Preferiría que sólo dijeras gracias y siguieras tu camino; de lo contrario te sugiero que cojas un arma y defiendas un puesto. De todos modos me importa un carajo a qué creas tú que tienes derecho”: ‘Algunos hombres buenos’.
“Empeñarse en vivir, o empeñarse en morir. Es la pura verdad. Por segunda vez en mi vida soy culpable de cometer un delito: violar la condicional. Aunque dudo mucho que vayan a vigilar las carreteras para encontrarme. ¿Quién va a echar de menos a un viejo salido de la cárcel?. Me doy cuenta de que estoy tan emocionado, que apenas puedo quedarme quieto ni pensar claramente. Creo que es la clase de emoción que sólo puede sentir un hombre libre. Un hombre libre que comienza un largo viaje de final incierto. Espero cruzar la frontera, espero ver a mi amigo y darle un abrazo, y que el Pacífico sea tan azul como siempre he soñado. Y espero nunca más perder la esperanza”: ‘Cadena perpetua’.
“Te quiero cuando tienes frío estando a 21 grados, te quiero cuando tardas una hora para pedir un bocadillo, adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviera loco, te quiero cuando después de pasar el día contigo mi ropa huele a tu perfume y quiero que seas tú la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches. Y eso no es porque esté solo ni tampoco porque sea nochevieja. He venido aquí esta noche porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible”: ‘Cuando Harry encontró a Sally’.
“¡Voilá!. A primera vista un humilde veterano de vodevil en el papel de víctima y villano, por vicisitudes del destino. Este visage, ya no más velo de vanidad, es un vestigio de la “vox populi”, ahora vacua, desvanecida. Sin embargo esta valerosa visión de una extinta vejación se siente revivida, y ha hecho voto de vencer el vil veneno de estas víboras en avanzada, que velan por los violentos viciosos y por la violación de la voluntad. El único veredicto es venganza, ¡vendetta!, cómo voto y no en vano, pues la valía y veracidad de ésta un día vindicará al vigilante y al virtuoso. La verdad… está vichisoise de verborrea se está volviendo muy verbosa, así que sólo añadiré que es un verdadero placer conocerte, y que puedes llamarme “V””: ‘V de Vendetta’.
“Si te pregunto algo sobre arte, me responderás con datos de todos los libros que se han escrito. Miguel Ángel, lo sabes todo: vida y obra, aspiraciones políticas, su amistad con el Papa, su orientación sexual… lo que haga falta. Pero tú no puedes decirme cómo huele la Capilla Sixtina. Nunca has estado allí y has contemplado ese hermoso techo. No lo has visto. Si te pregunto por las mujeres, supongo que me darás una lista de tus favoritas. Puede que hayas echado unos cuantos polvos, pero no puedes decirme qué se siente cuando te despiertas junto a una mujer y te invade la felicidad. Eres duro. Si te pregunto por la guerra, probablemente citarás algo de Shakespeare: «De nuevo en la brecha amigos míos». Pero no has estado en ninguna. Nunca has sostenido a tu mejor amigo entre tus brazos esperando tu ayuda mientras exhala su último suspiro. Si te pregunto por el amor, me citarás un soneto. Pero nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable. Ni te has visto reflejado en sus ojos. No has pensado que Dios ha puesto un ángel en la Tierra para ti, para que te rescate de los pozos del infierno, ni qué se siente al ser su ángel. Al darle tu amor, darlo para siempre. Y pasar por todo, por el cáncer. No sabes lo que es dormir en un hospital durante dos meses, cogiendo su mano, porque los médicos vieron en tus ojos que el término horario de visitas no iba contigo. No sabes lo que significa perder a alguien. Porque sólo lo sabrás cuando ames a alguien más que a ti mismo. Dudo que te hayas atrevido a amar de ese modo. Te miro y no veo a un hombre inteligente y confiado. Veo a un chaval creído y cagado de miedo. Eres un genio Will, eso nadie lo niega. Nadie puede comprender lo que pasa en tu interior. En cambio, presumes de saberlo todo de mí porque viste un cuadro que pinté y rajaste mi puta vida de arriba a abajo. Eres huérfano, ¿verdad?. ¿Crees que sé lo dura y penosa que ha sido tu vida, cómo te sientes, quién eres, porque he leído Oliver Twist?, ¿un libro basta para definirte?. Personalmente, eso me importa una mierda porque, ¿sabes qué?, no puedo aprender nada de ti, ni leer nada de ti en un maldito libro. Pero si quieres hablar de ti, de quién eres, estaré fascinado. A eso me apunto. Pero no quieres hacerlo, tienes miedo, te aterroriza decir lo que sientes. Tú mueves chaval”: ‘El indomable Will Hunting’.
Ambientación musical: Hans Zimmer – BSO Interstellar (película dirigida por Christopher Nolan -2014-)