Hola excursionistas, soy José Luis Arribas y éste es el súper sonido de ‘Ventajas de viajar en cine’, desde el 102.1 FM Radio La Granja, ‘Siéntelo con oído’. Procuren todos su billete de ida, acomódense en su butaca y durante este tiempo háganme el favor de parar sus relojes. El viaje comienza. Hoy: ‘El musical: el esplendor’.
Tras una relajada parada temporal, este tren retoma su andadura por el maravilloso terreno del cine musical, pulsa el play que inicia y convierte los textos en partituras, y desengrasa sus metálicas articulaciones para moverse al ritmo adecuado, y al compás de todas las notas imaginadas por los magos que realizaban musicales. Hoy el viaje recalará por diferentes puntos esenciales, cuya visita se debe considerar obligatoria y necesaria. El género, con el tiempo, lógicamente se hace mayor, alcanza la mayoría de edad. Nos encontramos en la década de los años cuarenta. Su madurez en temas y técnicas, su experiencia y trayectoria, convierten a este periodo en el que asienta los cimientos de lo que tendrá que venir en el futuro. El pistoletazo de salida lo efectúan esos marineros que preguntan qué pueden hacer en una sola jornada en la gran manzana. Y entre ellos, coge el relevo el nombre con el que terminábamos la narración anterior. ‘Un día en New York‘ es la película, realizada en 1949, y el nombre al que nos referíamos es Gene Kelly, compendio de actuación, baile, coreografía, producción y dirección, esta última labor de realización compartida con Stanley Donen en este filme. Producida por la MGM y siendo la ópera prima de la pareja de genios, se produce algo novedoso y rompedor: los platós de cine donde los actores bailan y cantan salen a la calle y los rodajes de las escenas musicales se realizan en exteriores. La historia de la vida de Gene Kelly es fascinante y su estudio revela muy bien qué factores fueron determinantes en el nacimiento de todas estas obras de arte. Desde los comienzos, siempre con el impulso y apoyo de su madre, al camino de la danza, con sus hermanos, los Kelly Brothers, hasta el decisivo viaje a New York, a probar fortuna, cuando las academias de baile que había fundado funcionaban perfectamente. A partir de entonces el camino siempre es ascendente y cuando llega a Broadway, sus pasos se cruzan con el de un bailarín llamado Stanley Donen. Es la casualidad la que une al talento y la que permitirá las mágicas colaboraciones, si bien tras los musicales, Stanley Donen desarrollará otra faceta magistralmente, en el mundo de las comedias, con inolvidables títulos como ‘Charada’ en 1963 y ‘Dos en la carretera’ en 1967.
Pero regresemos a ‘Un día en New York’, el debut en la dirección que nos hacía acompañar al trío de marines, en su jornada de permiso de día completo, personajes representados por Gene Kelly, Frank Sinatra y Jules Munshin. La obra, ganadora del Óscar a la mejor banda sonora, se basaba en el musical compuesto por Leonard Bernstein en 1944. Y aparte de la novedad de la utilización de localizaciones fuera de los estudios cerrados, uno de los temas que nos muestra es un resurgimiento de los valores de la sociedad americana, de la cultura en general y de la mujer independiente. Eran nuevos tiempos tras la segunda guerra mundial y así nos lo mostraba la película. Una vez finalizada ésta y debido a su éxito, la mayor libertad creadora que otorgan a sus creadores deriva en el próximo título a tratar, un trabajo que será conocido y querido por generaciones.
‘Cantando bajo la lluvia‘, película de 1952, dirigida de nuevo por Gene Kelly y Stanley Donen, protagonizada por el primero junto Donald O’Connor y Debbie Reynolds, es considerada uno de los mejores musicales que se han rodado jamás, pasando algunas de sus escenas a formar parte de las míticas, las que permanecen en nuestra memoria colectiva, como el baile de Kelly en una noche lluviosa, danzando con su paraguas bajo el agua mientras canta, oda a la euforia que traspasa la pantalla y contagia al espectador. Porque, además, quien disfruta la película no solamente lo hace del musical, sino también del ejercicio de metacine que nos presenta, de cine que habla sobre cine, que nos muestra a unos trabajadores del séptimo arte acostumbrados al cine mudo, cuyo mundo trastoca la llegada del sonoro y que deben adaptarse a la industria y sus novedosos procedimientos. Y sobre este fondo se dibuja la historia de sus personajes, historia de amor de estrellas del celuloide que surge mientras intentan adaptar su guión con sonido. ‘Cantando bajo la lluvia’ nos lleva a la etapa de esplendor del cine musical, coincidente con los años cincuenta, extensible afirmación a la producción realizada en Hollywood en esa década. Otros filmes brillan con luz propia esos años, dando sentido a ese esplendor, como ‘Un americano en París‘, de Vincente Minnelli, en 1951, considerada ésta junto con las dos anteriores, indispensable. No podemos olvidar a ‘Gigi’, también de Minnelli, en 1952. El viaje solamente ha comenzado. Tras el reposo del viajero, regresaremos, asomados a la ventanilla de nuestro tren, porque los musicales que nos esperan son sencillamente extraordinarios.