Empieza la película de nuestra narración, con la canción de cuatro aventureros, que con esperanza desean encontrarse con el maravilloso mago de Oz, con el ánimo templado siempre que sigan el camino dorado. Volveremos más tarde a ellos. Atendiendo a la forma, el cine musical es un género cinematográfico caracterizado principalmente porque durante el desarrollo de sus obras, se alternan partes habladas, historias con un tono normal, entendido como lo que reconocemos por escenas con diálogos, con partes musicales insertadas en diferentes puntos de la trama, como si fueran paréntesis breves, en donde las reglas del lenguaje varían por completo. De fragmentos hablados, a otros musicales cantados y bailados, orquestados por una coreografía característica. Al principio estos insertos sonoros carecían de significado acorde con el argumento, y su intención y finalidad eran idénticos a los de un cuadro impresionista visual, es decir, causar una impresión colorista por medio de la música, el canto y el baile; pero progresivamente con el devenir del tiempo, llegaron a formar parte esencial de la historia que se pretendía contar.
Recordemos antes un hito del séptimo arte: el 6 de octubre del año 1927 se estrena ‘El cantor de Jazz‘ de Alan Crosland, considerada la primera película sonora de la historia del cine, si bien el sonido solamente aparecía en pantalla en los momentos en los que cantaba su protagonista. Podría considerarse semimuda, ya que se alternaban en pantalla los intertítulos que conducían la historia, con los pasajes musicales en los que Al Jolson mostraba al mundo, por primera vez, su voz.
Se trata del primer largometraje rodado de forma parcial, en lo que respecta a la sincronización de los diálogos y el sonido, el cual es grabado sobre un disco. A pesar del logro se siguieron produciendo películas mudas, pero la revolución cinematográfica fue indudable y una de sus consecuencias lógicas resultó la multiplicación de las obras musicales. El cine musical puede ser amado u odiado, o se es una persona que lo adora o alguien que huye de cualquier título con aires de musical. Está claro que no deja indiferentes. Mención aparte están los rebeldes, que no comulgan con el género pero pertenecen a la generación ‘Grease’, recordando con nostalgia cada reposición de las andanzas de John Travolta entre pandillas de instituto; o los ultramodernos que se deshacen en alabanzas con ‘Bailando en la oscuridad’, y adoran a su protagonista, la cantante islandesa Bjork; incluso tienen cabida los que salieron contentos tras el visionado de la reciente y catastrófica ‘Cats’. Y muchos más ejemplos. Es decir, que ya nos encontramos con una dicotomía un poco más flexible. No obstante, los bandos entre el sí y el no, al cine musical, perdurarán como bandas enfrentadas al estilo de ‘West side story’. Sea como fuere todos hemos crecido con este cine, y seguramente recordamos melodías acompañando a escenas, que han caminado a nuestro lado desde que éramos niños, con el mismo toque de efecto que las bandas sonoras, siendo todas caras de un mismo poliedro, el del arte global que supone el cine.
El nacimiento oficial del género se establece en el año 1929, con ‘La melodía de Broadway‘, realizada por Harry Beaumont, ganadora del Óscar a la mejor película, filme anunciado al público como ‘totalmente sonoro’. Es el primero de los grandes musicales, el que integra y combina partes hablabas, con cantadas y bailadas, y no solamente eso, también es el primer Óscar para el cine con sonido. Nos encontramos en el comienzo, en la etapa del nacimiento e irrupción del género; los primeros pasos de algo muy grande: los dorados años treinta, época en la que el musical llega a convertirse en uno de los favoritos del público junto al cine negro. Pertenecen a estos tiempos la pareja formada por Fred Astaire y Ginger Rogers, compartiendo varios títulos muy conocidos, entre ellos ‘La alegre divorciada’ de 1934, ‘Sombrero de copa’ de 1935 y ‘Swing time’ de 1936. Y de entre todas aquellas creaciones destaca una y brilla con luz propia en el nuevo firmamento.
‘El mago de Oz‘ de Víctor Fleming, filme musical imprescindible de 1939, nos hace regresar con Dorothy y sus valientes escuderos, el espantapájaros, el hombre de hojalata y el león, o mejor dicho, con la inolvidable Judy Garland, aunque muchos fanáticos de entonces requerían el papel para otra estrella infantil de la época, la de los cabellos rizados dorados, Shirley Temple. Basada en el libro ‘El maravilloso mago de Oz’, consiguió los premios Óscar a la mejor banda sonora y a la mejor canción original, la inmortal ‘Over the rainbow’. Se puede afirmar rotundamente que nos encontramos con una de las películas más influyentes e icónicas de todos los tiempos. Abordar el cine musical, o tratar cualquier tema cinéfilo, requiere más de un programa, mucho más tiempo, tiempo que se desvanece rápidamente. Es por eso que este tren hace una breve parada, para continuar con una segunda parte y quizás varias más, como una saga que nos haga viajar por el grandioso cine musical. El próximo destino nos conducirá a la mayoría de edad del género, en la década de los años cuarenta, pronunciando nombres y apellidos sobradamente conocidos por todos, como el bailarín y coreógrafo Gene Kelly. Junto a él, hasta pronto.