Hola excursionistas, soy José Luis Arribas y éste es el súper sonido de ‘Ventajas de viajar en cine’, desde ‘Siéntelo con oído’. Procuren todos su billete de ida, acomódense en su butaca y durante este tiempo háganme el favor de parar sus relojes. El viaje comienza. Hoy: ‘El cine en tres actos’.
Las historias narradas por el hombre se remontan muy atrás en el tiempo. Desde hace miles de años la humanidad narra vivencias reales o cosas imaginadas. Puede tratarse de recuerdos que desea rememorar o de sueños a los que otorga sus esperanzas. Las narraciones a veces son relatos, otras cuentos o fábulas; también pueden ser aventuras épicas, dramas costumbristas, tragedias miserables o comedias desenfrenadas. El hombre cuenta historias a sus semejantes desde que existe la posibilidad de hacerlo: desde las antiguas civilizaciones fraguando leyendas frente a oráculos, hasta trasnochadores compartiendo palabras en torno a un fuego en la madrugada; desde las poesías y canciones de los juglares hasta los anfiteatros griegos y los corrales de comedia. Las historias se han transmitido usando la voz, pintando sobre paredes y escribiendo libros. Y en el momento y terreno que nos ocupa, el cine llega como el nuevo instrumento a sumarse en la maquinaria del hombre que se ocupa de contar historias. El siguiente paso es plantearnos cómo es la estructura narrativa que utilizamos, qué patrones usamos y cómo está construida una historia.
A grandes rasgos la estructura narrativa más frecuentemente utilizada en el cine es la de los tres actos. Es una configuración sencilla y la localizamos también en otros formatos no audiovisuales. Básicamente toda historia forma o posee un planteamiento, un nudo y un desenlace. Es el armazón del relato. Son los tres actos. Y nosotros lo distinguimos perfectamente, ya que tenemos muy interiorizada esta división. Sabemos cuándo nos encontramos en cada parte y esto es así porque llevamos empapándonos de historias desde que tenemos uso de razón. Visionamos películas desde pequeños. Usamos la lógica lineal del cuento, un suceso que comienza, se desarrolla y finaliza. Podemos pensar en este momento en títulos que se alejan de estas consideraciones. Por supuesto que la libertad de creación no debería seguir unas reglas o normas determinadas, pero solamente el creador que conoce bien las herramientas de su oficio, altera con acierto el orden de lo establecido para su beneficio artístico. Como en todos los ámbitos, existen las excepciones, personas con capacidades innatas, que sentadas frente a una página en blanco dejan fluir su genialidad, ante un futuro libro o guion cinematográfico, sin consideraciones sobre estructuras, porque tienen esa esencia aprendida en su código genético.
El primer viaje en el que nos embarcamos hoy nos conduce a los orígenes de este conocimiento, más concretamente al siglo IV antes de Cristo, y de la mano de Aristóteles, uno de los padres de la filosofía occidental. Su obra ‘Poética’ constituye un tratado sobre el arte poético desde el punto de vista estético y de las diferentes formas en que se manifiesta, y de cómo deben desarrollarse cada una de ellas para que el resultado resulte bello. Este arte de la creación literaria ha mantenido su influencia hasta nuestros días, legándonos los fundamentos estructurales teóricos sobre los que se sustentan las historias, definiendo la tragedia y al resto de las artes existentes. Volviendo a los tres actos, Aristóteles los nombra con los siguientes términos: exposición, peripecia y catástrofe. Esta forma de denominación no es única y ha recibido otros nombres diferentes. Syd Field, guionista estadounidense, autor de libros sobre la creación de guiones, llama a los tres actos con otra fórmula: planteamiento, confrontación y resolución.
Ahora, sentadas ciertas bases, llega el momento de adentrarnos en la parte más analítica del viaje. Imaginemos que una película, temporalmente hablando, es una línea continua cuyos extremos son el principio y el final de ese filme, desde el primero hasta el último plano. El siguiente paso consiste en dividir esa línea en tres partes bien diferenciadas, de la siguiente forma: el primer y el tercer tramo abarcan una cuarta parte, y el segundo el resto, es decir dos cuartas partes. Hemos realizado dos cortes en el segmento, marcando dos puntos más o menos con cierta exactitud. Pues bien, tenemos ante nosotros los tres actos en los que se divide una película. Cada una de las partes de la división es uno de los actos. No es una ciencia exacta y no manejamos matemáticas, pero la mayoría de obras que hemos visto, vemos y veremos, presentan esta estructura, que como hemos comprobado perdura hasta nosotros desde la antigüedad. Volviendo a la línea que delimita las partes del filme, si la película tiene una duración de unas dos horas, la primera media hora aproximadamente corresponde al primer acto. El paso al segundo acto lo realizamos a través del conocido primer punto de giro, ese primer corte que hicimos. De la misma manera, el paso del segundo al tercer acto, lo realiza el también nombrado segundo punto de giro, nuestro segundo corte. Siguiendo el mismo ejemplo de las dos horas, esta película tendría un segundo acto que dura alrededor de una hora y un tercer acto de otra media hora más o menos. ¿Cuáles son exactamente los puntos de giro de una película? ¿Qué contiene cada uno de sus actos? ¿Existen otros puntos importantes y relevantes en la narración? Nuestro tren hace una parada en este momento, a modo de presentación, siguiendo la estructura que hemos planteado, para volver a arrancar próximamente su motor, contestar a todas estas preguntas y ofrecer su propio nudo y desenlace.