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Poetas Generación de los 50

19 diciembre, 2025 - Poesía
Poetas Generación de los 50

Hace más o menos 100 años aparecieron en España un buen número de narradoras, poetas y ensayistas que eclosionaron en plena postguerra, alrededor de 1950, por eso convenimos en llamarlos “Generación de los 50”. Marcados por las secuelas de la Guerra Civil Española, aunque no participaron directamente en ella, vivieron sus consecuencias y eso tiene claro reflejo en su obra, mostrándonos la España de la posguerra con una mirada ética y socialmente comprometida.
Novelistas como Joan Marsé, Ana María Matute, Carmen Martin Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano o Ignacio Aldecoa, entre otros, y poetas como Gloria Fuertes, Blas de Otero, Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, José Hierro, Carlos Barral, Ángel González, Julia Uceda y muchos más… Es de estos de los que hoy queremos ocuparnos. Una generación de poetas burgueses y universitarios, que desarrollaron su obra en la cruel postguerra franquista. Jaime Gil de Biedma dio su aguda y ácida visión definiendo al grupo como “señoritos de nacimiento y, por mala conciencia, escritores de poesía social”. Con permiso de Gil de Biedma, nos permitimos añadir que lo hicieron siempre sin renunciar a la belleza estética, utilizando un lenguaje pulcro, elegante y accesible.
Desde luego, cada uno tiene su particular estilo pero en general se puede definir esta generación como un grupo que prefiere el intimismo próximo a la poesía del gran Antonio Machado, con un estilo coloquial, que utiliza la ironía e incluso la reflexión metafísica, huyendo del lenguaje impostado y solemne tan habitual en la literatura oficial de aquellos años.
Quizá por eso la poesía de esta generación ha sido especialmente trasladada o adaptada en canciones posteriores por cantautores como Paco Ibáñez, Ismael, Raimon, Serrat, Sabina, Loquilllo y otros tantos que han demostrado la rica conexión entre poesía y música popular en la segunda mitad del siglo pasado.
Vamos a dar lectura a una selección de poemas de algunas y algunos de ellos, incompleta como siempre, que esperamos os agrade.

Cartel poetas de los 50-wp

Selección poetas Generación de los 50

 

• Gabriel Celaya (1911-1991)
• Blas de Otero (1916-1979)
• Gloria Fuertes (1917-1998)
• José María Fonollosa (1922-1991)
• José Hierro (1922-2002)
• Julia Uceda (1925-2024)
• Ángel González (1925-2008)
• José Agustín Goytisolo (1928-1999)
• Carlos Barral (1928-1989)
• Jaime Gil de Biedma (1929-1990)
• José Ángel Valente (1929-2000)
• María Victoria Atencia (1931)
• Claudio Rodríguez (1934-1999)
• Francisca Aguirre (1930-2019)

 

Créditos (Poeta/poema/voz):

 

1. Gabriel Celaya/Despedida/Elisa Berna
2. Blas de Otero/Digo vivir/Lola Orti
3. Gloria Fuertes/Nací para poeta o para muerto/Pilar Julian
4. José María Fonollosa/s.t/Manuel Alcaine
5. José Hierro/Epitafio para la tumba de un héroe/José Luis Hernández
6. Julia Uceda/Raices/Mª José Sampietro
7. Ángel González/Otro tiempo vendrá/Elena Parra
8. José Agustín Goytisolo/Si todo vuelve a comenzar/Ika Ventura
9. Carlos Barral/Porque conocía el nombre de los peces/Mingo España
10. Jaime Gil de Biedma/Años triunfales/José Luis Hernández
11. José Ángel Valente/El crimen/Mª José Sampietro
12. María Victoria Atencia/La marcha/Lola Orti
13. Claudio Rodríguez/Ajeno/Elisa Berna
14. Francisca Aguirre/Una mala disposición/Elena Parra

Ambientación musical: Diversas versiones de ‘Suspiros de España’, de Antonio Álvarez Alonso.

 

Selección poemas:

 

1 – Gabriel Celaya

Despedida

Quizás, cuando me muera,
dirán: Era un poeta.
Y el mundo, siempre bello, brillará sin conciencia.

Quizás tú no recuerdes
quién fui, mas en ti suenen
los anónimos versos que un día puse en ciernes.

Quizás no quede nada
de mí, ni una palabra,
ni una de estas palabras que hoy sueño en el mañana.

Pero visto o no visto,
pero dicho o no dicho,
yo estaré en vuestra sombra, ¡oh hermosamente vivos!

Yo seguiré siguiendo,
yo seguiré muriendo,
seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto.

 

2 – Blas de Otero

Digo vivir

 

Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.
(Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)
Digo vivir, vivir como si nada
hubiese de quedar de lo que escribo.

Porque escribir es viento fugitivo,
y publicar, columna arrinconada.
Digo vivir, vivir a pulso, airada-
mente morir, citar desde el estribo.

Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,
abominando cuanto he escrito: escombro
del hombre aquel que fui cuando callaba.

Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra
más inmortal: aquella fiesta brava
del vivir y el morir. Lo demás sobra.

 

3 – Gloria Fuertes

Nací para poeta o para muerto…

 

Nací para poeta o para muerto,
escogí lo difícil
—supervivo de todos los naufragios—,
y sigo con mis versos,
vivita y coleando.

Nací para puta o payaso,
escogí lo difícil
—hacer reír a los clientes desahuciados—,
y sigo con mis trucos,
sacando una paloma del refajo.

Nací para nada o soldado,
y escogí lo difícil
—no ser apenas nada en el tablado—,
y sigo entre fusiles y pistolas
sin mancharme las manos.

 

4 – José María Fonollosa

Howard Street

 

Fuiste buena conmigo. Tus hermanas
te escupieron un nombre. Hasta tu madre
te miró con rencor cuando te fuiste.
No logré una moneda en mucho tiempo.
Pero nunca faltó vino en la mesa
y encontré más camisas en mi armario.
Eran días muy malos. Todo el mundo
me volvía la espalda. Fuiste buena,
mas te daba mis brazos cada noche.
Sabes que ahora la suerte ya ha cambiado
y en mi bolsillo crujen los billetes.
Fuiste buena. Lo sé. Pero me marcho.
No toda la madera es de un solo árbol.
Un pueblo ha de tener diversas calles.
A un cuerpo no le basta sólo un cuerpo.
Fuiste buena conmigo. Pero ahora
vuelvo a tener amigos y dinero.
La vida no termina aquí en tus brazos.

 

5 – José Hierro

Epitafio para la tumba de un héroe

 

Se creía dueño del mundo
porque latía en sus sentidos.
Lo aprisionaba con su carne
donde se estrellaban los siglos.
Con su antorcha de juventud
iluminaba los abismos.

Se creía dueño del mundo:
su centro fatal y divino.
Lo pregonaba cada nube,
cada grano de sol o trigo.
Si cerraba los ojos, todo
se apagaba, sin un quejido.
Nada era si él lo borraba
de sus ojos o sus oídos.

Se creía dueño del mundo
porque nunca nadie le dijo
cómo las cosas hieren, baten
a quien las sacó del olvido,
cómo aplastan desde lo eterno
a los soñadores vencidos.

Se creía dueño del mundo
y no era dueño de sí mismo.

 

6 – Julia Uceda

RAÍCES

 

Si ya soy una vela estremecida
colmada por tu viento. Si has llegado
al último escalón. Si me has tomado
por la raíz más honda y más henchida.

Si yo soy ya tu colmo y tu medida
y estás dentro de mí, secreto, hallado.
Si ya sobre la frente me has soplado
para hacerme vivir, ciega y ardida,

antes de irte rompe mis raíces.
Quiero que las arranques, que las trices
al alba con tu mano firme y fuerte.

De no hincarse en tu tierra poderosa
no quiere mi raíz ninguna cosa
si no es andar hacia la muerte.

 

7 – Ángel González

Otro tiempo vendrá

 

Otro tiempo vendrá distinto a éste.
Y alguien dirá:
«Hablaste mal. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes,
bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado,
amor al fin sobre las cosas
todas».

Pero hoy,
cuando es la luz del alba
como la espuma sucia
de un día anticipadamente inútil,
estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.

 

 

8 – José Agustín Goytisolo

Si todo vuelve a comenzar

 

Quiero decirlo ahora
porque sino después las cosas se complican.

Soy peor todavía de lo que muchos creen.

Me gusta justamente el plato que otro come
aburro una tras otra mis camisas
me encantan los entierros y odio los recitales
duermo como una bestia
deseo que los muebles estén más de mil años en el mismo lugar

y aunque a escondidas uso tu cepillo de dientes
no quiero que te peines con mi peine
soy fuerte como un roble
pero me ando muriendo a cada rato
comprendo las cuestiones más difíciles
y no sé resolver lo que en verdad me importa.

Así puedo seguir hasta morirme
ya ves soy lo que llaman
el clásico maníaco depresivo.
Te explico estas cuestiones
porque si todo vuelve a comenzar
no me hagas mucho caso, acuérdate.

 

9 – Carlos Barral

Porque conocía el nombre de los peces…

 

Porque conocía el nombre de los peces,
aún de los más raros,
y el de los caladeros, y las señas
de las lejanas rocas submarinas,
me dejaban revolver en las cestas,
tocarlos uno a uno, sopesarlos,
y comentaban conmigo abiertamente
las sutiles cuestiones del oficio.
Porque entendía de nudos y de velas
y del modo de armar los aparejos,
me llevaban con ellos muchas veces;
me regalaban el quehacer de un hombre.
Sentía con orgullo
enrojecérseme las manos al contacto del cáñamo,
impregnarme
un fuerte hedor a brea y a pescado.
Sabía casi todo de aquella vida simple,
de aquel azar diario y primitivo.

Sólo que aquella ciencia era lujosa.
No supieron contarme
o no pude entender cómo era aquello
en los días peores, las amargas
semanas de paciencia,
cuando el viento del norte
roe las entrañas y se harta la pupila
de escudriñar los cielos,
en los días confusos,
cuando el mar de borrosos contornos
es sólo como un cascote de vidrio
semienterrado en el fango,
un desagradable incidente o una trampa
para los que pasan corriendo
ciegos bajo la lluvia.

 

10 – Jaime Gil de Biedma

«Años triunfales»

 

[…] y la más hermosa
sonríe al más fiero de los vencedores.
-Rubén Darío-

 

Media España ocupaba España entera
con la vulgaridad, con el desprecio
total de que es capaz, frente al vencido,
un intratable pueblo de cabreros.

Barcelona y Madrid eran algo humillado.
Como una casa sucia, donde la gente es vieja,
la ciudad parecía más oscura
y los Metros olían a miseria.

Con la luz de atardecer, sobresaltada y triste,
se salía a las calles de un invierno
poblado de infelices gabardinas
a la deriva bajo el viento.

Y pasaban figuras mal vestidas
de mujeres, cruzando como sombras,
solitarias mujeres adiestradas
—viudas, hijas o esposas—

en los modos peores de ganar la vida
y suplir a sus hombres. Por la noche,
las más hermosas sonreían
a los más insolentes de los vencedores.

 

 

11 – José Ángel Valente

El crimen

 

Hoy he amanecido
como siempre, pero
con un cuchillo
en el pecho. Ignoro
quién ha sido,
y también los posibles
móviles del delito.

Estoy aquí
tendido
y pesa vertical
el frío.

La noticia se divulga
con relativo sigilo.

El doctor estuvo brillante, pero
el interrogatorio ha sido
confuso. El hecho
carece de testigos.
(Llamada de portera,
dijo
que el muerto no tenía
antecedentes políticos.
Es una obsesión que la persigue
desde la muerte del marido.)

Por mi parte no tengo
nada que declarar.
Se busca al asesino;
sin embargo,
tal vez no hay asesino,
aunque se enrede así el final de la trama.

Sencillamente yazgo
aquí, con un cuchillo…
Oscila, pendular y
solemne, el frío.
No hay pruebas contra nadie. Nadie
ha consumado mi homicidio.

 

12 – María Victoria Atencia

La marcha.

Éramos gentes hechas al don de mansedumbre
y a la vaga memoria de un camino a algún sitio.
Y nadie dio la orden. -Quién sabría su instante.-
Pero todos, a un tiempo y en silencio, dejamos
el cobijo usual, el encendido fuego que al fin se extinguiría,
las herramientas dóciles al uso por las manos,
el cereal crecido, las palabras a medio, el agua derramándose.
No hubo señal alguna. Nos pusimos en pie.
No volvimos el rostro. Emprendimos la marcha.

 

13 – Claudio Rodríguez

Ajeno

 

Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y curo del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.

(De ‘Alianza y Condena’ – 1965)

 

14 – Francisca Aguirre

Una mala disposición

 

Quizás tuvo la culpa
una mala disposición de mi esqueleto.
Seguramente me falló la osamenta.
Debo de tener la tráquea demasiado estrecha
y cualquier cosa le molesta
se irrita y trago mal.
El caso es que aquel hombre
estaba hecho una furia y todo le estorbaba:
los mendigos los chinos los rumanos.
Estaba hasta los pelos de las quejas de las mujeres.
Y se puso a decir que
lo que hacía falta era una mano dura como antes.

Y a mí me dio por toser
y terminé escupiéndole.

 

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