POEMAS PARA UN CUERPO
Luis Cernuda (1902-1963)Publicados como librito independiente por primera vez en España, en 1957, Cernuda los incorporó al final de la sección Xª –“Con las horas contadas”- en la edición de 1958 de La Realidad y el Deseo, aparecida en México, país donde acabaría sus días tras un largo, difícil, pero también fecundo exilio que lo llevaría, a partir de 1938, a la docencia en Inglaterra (Cranleigh School y Universidad de Cambrige), Escocia (Universidad de Glasgow) y EEUU (donde impartió clases en Mount Holyoke, prestigiosa universidad privada, en Massachussets).
1 – DESPEDIDA
La calle, sola a medianoche,
Doblada en eco vuestro paso.
Llegados a la esquina fue el momento;
Arma presta el espacio.
Eras tú quien partía,
Fuiste primero tú el que rompiste,
Así el ánima rompe sola,
Con terror a ser libre.
Y entró la noche en ti, materia tuya
Su vastedad desierta,
Desnudo ya del cuerpo tan amigo
Que contigo uno era.
2 – SOMBRA DE MÍ
Bien sé yo que esta imagen
Fija siempre en la mente
No eres tú, sino sombra
Del amor que en mí existe
Antes que el tiempo acabe.
Mi amor así visible me pareces,
Por mí dotado de esa gracia misma
Que me hace sufrir, llorar, desesperarme
De todo a veces, mientras otras
Me levanta hasta el cielo en nuestra vida,
Sintiendo las dulzuras que se guardan
Sólo a los elegidos tras el mundo.
Y aunque conozco eso, luego pienso
Que sin ti, sin el raro
Pretexto que me diste,
Mi amor, que afuera está con su ternura,
Allá dentro de mí hoy seguiría
Dormido todavía y a la espera
De alguien que, a su llamada,
Le hiciera al fin latir gozosamente.
Entonces te doy gracias y te digo:
Para esto vine al mundo, y a esperarte;
Para vivir por ti, como tú vives
Por mí, aunque no lo sepas,
Por este amor tan hondo que te tengo.
3 – DESPUÉS DE HABLAR
No sabes guardar silencio
Con tu amor. ¿Es que le importa
A los otros?
Callado, callado ahora
Sufre, pero nada digas.
Es el amor de una esencia
Que se corrompe al hablarlo:
En el silencio se engendra,
Por el silencio se nutre
Y con silencio se abre
Como una flor. No lo digas;
Súfrelo en ti, pero cállate.
Si va a morir, con él muere;
Si va a vivir, con él vive.
Entre muerte y vida, calla,
Porque testigos no admite.
4 – HACIÉNDOSE TARDE
Entre los últimos brotes
la rosa no se ve rara,
ni la alondra al levantarse
atiende a que el sol retrasa,
o el racimo ya tardío
cuida si es mustia la parra.
Pero tu cariño nuevo
la estación piensa acabada.
Pues la alondra con su canto
siempre puebla la mañana
y la rosa y el racimo
siempre llenan la mirada,
entonces, deja, no pienses
en que es tarde. ¿Hubo tardanza
jamás para olor y zumo
o el revuelo de algún ala?
Fuerzas las puertas del tiempo,
amor que tan tarde llamas.
5 – VIVIENDO SUEÑOS
Tantos años que pasaron
Con mis soledades solo
Y hoy tú duermes a mi lado.
Son los caprichos del sino,
Aunque con sus circunloquios
Cuánto tiempo no he perdido.
Mas ahora en fin llegaste
De su mano, y aún no creo,
Despierto en el sueño, hallarte.
Oscura como la lluvia
Es tu existencia, y tus ojos,
Aunque dan luz, es oscura.
Pero de mí qué sería
Sin este pretexto tuyo
Que acompaña así la vida.
Miro y busco por la tierra:
Nada hay en ella que valga
Lo que tu sola presencia.
Cuando le parezca a alguno
Que entre lo mucho divago,
Poco de cariño supo.
Lo raro es que al mismo tiempo
Conozco que tú no existes
Fuera de mi pensamiento.
6 – DE DÓNDE VIENES
Si alguna vez te oigo
Hablar de padre, madre, hermanos,
Mi imaginar no vence a la extrañeza
De que sea tu existir originado en otros,
En otros repetido,
Cuando único me parece
Creado por mi amor; igual al árbol,
A la nube o al agua
Que están ahí, mas nuestros
Son y vienen de nosotros
Porque una vez les vimos
Como jamás les viera nadie antes.
Un puro conocer te dio la vida
7 – LA VIDA
Como cuando el sol enciende
Algún rincón de la tierra,
Su pobreza la redime,
Con risas verdes lo llena,
Así tu presencia viene
Sobre mi existencia oscura
A exaltarla, para darle
Esplendor, gozo, hermosura.
Pero también tú te pones
Lo mismo que el sol, y crecen
En torno mío las sombras
De soledad, vejez, muerte.
8 – PRECIO DE UN CUERPO
Cuando algún cuerpo hermoso,
Como el tuyo, nos lleva
Tras de sí, él mismo no comprende,
Sólo el amante y el amor lo saben.
(Amor, terror de soledad humana.)
Esta humillante servidumbre,
Necesidad de gastar la ternura
En un ser que llenamos
Con nuestro pensamiento,
Vivo de nuestra vida.
Él da el motivo,
Lo diste tú, porque tú existes
Afuera como sombra de algo,
Una sombra perfecta
De aquel afán, que es del amante, mío.
Si yo te hablase
Cómo el amor depara
Su razón al vivir y su locura
Tú no comprenderías.
Por eso nada digo.
La hermosura inconsciente
De su propia celada, cobró la presa
y sigue. Así, por cada instante
de goce el precio está pagado:
Este infierno de angustia y de deseo.
9 – UN HOMBRE CON SU AMOR
Si todo fuera dicho
Y entre tú y yo la cuenta
Se saldara, aún tendría
Con tu cuerpo una deuda.
Pues ¿quién pondría precio
A esta paz, olvidado
En ti, que al fin conocen
Mis labios por tus labios?
En tregua con la vida,
No saber, querer nada,
Ni esperar: tu presencia
Y mi amor. Eso basta.
Tú y mi amor, mientras miro
Dormir tu cuerpo cuando
Amanece. Así mira
Un dios lo que ha creado.
Mas mi amor nada puede
Sin que tu cuerpo acceda:
Él sólo informa un mito
En tu hermosa materia.
10 – EPÍLOGO
(Poemas para un cuerpo)
Playa de la Roqueta:
Sobre la piedra, contra la nube,
Entre los aires estás, conmigo
Que invisible respiro amor en torno tuyo.
Mas no eres tú, sino tu imagen.
Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.
Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.
Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.
Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.
La tentación me ronda
De pensar, ¿para qué todo aquello:
El tormento de amar, antiguo como el mundo,
Que unos pocos instantes rescatar consiguen?
Trabajos del amor perdidos.
No. No reniegues de aquello,
Al amor no perjures.
Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,
Pero valió la pena,
La pena del trabajo
De amor, que a pensar ibas hoy perdido.
En la hora de la muerte
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.