Dirigida en 1982 por Ridley Scott, Blade Runner es una combinación de ciencia-ficción y cine negro. La acción se ubica en Los Ángeles, en el entonces lejano año 2019, una ciudad multirracial dominada por las grandes empresas, la inmigración china y la polución. Muestra un futuro distópico, agobiante, muy distinto a las asépticas escenas de otras películas del género.
La pirámide de la Tyrell Corporation, empresa fabricante de los replicantes, domina el skyline de una ciudad llena de smog, oscuridad, edificios abandonados y letreros luminosos. El trabajo de Deckard –Harrison Ford- consiste en matar replicantes, seres con aspecto humano. Por su parte, la de los replicantes es una historia de supervivencia, una carrera para escapar de la muerte. Roy Batty, su líder, papel que interpreta Rutger Hauer, se enfrenta a su propio creador en busca de una solución; y no lo hace tanto por él sino por su compañera, la bella Priss. Al final, ciego de ira ante la muerte de sus compañeros, Roy persigue a Deckard, lo arrincona, y cuando lo tiene a su merced… abandona todo deseo de venganza. La muerte se aproxima, y el replicante lo sabe, lo siente, y se despide de la existencia con uno de los párrafos más memorables de la historia del cine:
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.»
Se cuenta que este soliloquio fue improvisado por el actor, pues al parecer no estaba en el guión original. Sin desmerecer para nada la soberbia interpretación de Hauer, me inclino por la tesis de los que dicen que dicho soliloquio y toda su ambientación estaban perfectamente planificados e inspirados en el gran poema de Rimbaud “El barco ebrio” . En cualquier caso, lo cierto es que el resultado es una escena de deslumbrante lirismo que hace de esta despedida todo un mito del séptimo arte, de la talla del “siempre nos quedará París”…
La despedida de Roy deja a Deckard perplejo, aturdido, incapaz de comprender: «No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No sólo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que buscamos todos: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir…»
La ficha técnica de la película es de auténtico lujo: El director es Ridley Scott, que ya había realizado otra película de ciencia ficción clásica en su género: Alien, el Octavo Pasajero. El film está basado en un relato corto de Philip K. Dick, y la banda sonora es de lo mejorcito de Vangelis. En cuanto al reparto, como ya hemos indicado, cuenta como protagonista con Harrison Ford; como secundarios, actores de la talla de Daryl Hannah y Edward James Olmos; sin olvidar al replicante Roy Batty, interpretado por Rutger Hauer, que en la versión española cuenta con la extraordinaria voz de doblaje del gran Constantino Romero.
Arthur Rimbaud (1854-1891) realizó el grueso de su labor literaria entre los 15 y los 20 años, pero aún así se le considera uno de los grandes poetas de todos los tiempos y precursor de movimiento simbolista junto a su amante Paul Verlaine. El simbolismo nació a finales del XIX y se define como un arte capaz de unir el mundo sensible y el mundo espiritual, sus seguidores utilizaban frecuentemente la técnica de la sinestesia, que consiste en establecer correspondencias entre varios tipos de sensaciones provenientes de diferentes sentidos, por ejemplo “oir el amarillo” o “degustar el color azul”. De la sinestesia sabía mucho Rimbaud, sobre todo cuando le ayudaban las sustancias alucinógenas de las que abusaba. En uno de sus “viajes mágicos” escribiría el poema El barco ebrio y se lo envió en una carta a Paul Verlaine en 1871, para presentarse al que más tarde sería su amante en París. El poema relata el viaje de un barco, que mientras avanza en el mar recita como se llena de agua y hundido desea la muerte rápida, al mismo tiempo que describe todo tipo de experiencias oníricas y trascendentales (¡He visto siderales archipiélagos, islas Cuyo cielo en delirio se abre al bogavante! /He visto las resacas, la tormenta sonora, las corrientes, las mangas -y de todo sé el nombre- / Vi el sol de plata, el nácar del mar, el cielo ardiente, horrores encallados en las pardas bahías, etc..) No resulta demasiado difícil encontrar las similitudes entre estas estrofas y la despedida de Batty, el replicante de Blade Runner. Así como entender que el movimiento simbolista al que nos hemos referido está presente en su monólogo final. Sus lágrimas en la lluvia recuerdan a ese barco ebrio que navega sin rumbo a punto de desfallecer. Batty relata sus recuerdos implantados (o eran vivencias reales?) de la misma manera que el barco a la deriva describe sus experiencias oníricas, “naufraga” al igual que lo hace el barco de Rimbaud, y Blade Runner se convertía en película maldita y denostada, como poeta maldito fue Rimbaud y escritor maldito fue Philip K. Dick. Malditos sí, pero eternos.
Transcribimos a continuación el texto completo del poema en su versión original en francés, seguido de la traducción realizada por José Luis Rivas y Frédéric-Yves Jeannet:
Le Bateau Ivre
– Arthur Rimbaud –
Comme je descendais des Fleuves impassibles,
Je ne me sentais plus tiré par les haleurs:
Des Peaux-Rouges criards les avaient pris pour cibles
Les ayant cloués nus aux poteaux de couleurs.
J’étais insoucieux de tous les équipages,
Porteur de blés flamands et de cotons anglais.
Quand avec mes haleurs ont fini ces tapages
Les Fleuves m’ont laissé descendre où je voulais.
Dans les clapotements furieux des marées,
Moi, l’autre hiver, plus sourd que les cerveaux d’enfants,
Je courus ! Et les Péninsules démarrées
N’ont pas subi tohu-bohus plus triomphants.
La tempête a béni mes éveils maritimes.
Plus léger qu’un bouchon j’ai dansé sur les flots
Qu’on appelle rouleurs éternels de victimes,
Dix nuits, sans regretter l’oeil niais des falots!
Et dès lors, je me suis baigné dans le Poème
De la Mer, infusé d’astres, et lactescent,
Dévorant les azurs verts; où, flottaison blême
Et ravie, un noyé pensif parfois descend;
Où, teignant tout à coup les bleuiés, délires
Et rythmes lents sous les rutilements du jour,
Plus fortes que l’alcool, plus vastes que nos lyres,
Fermentent les rousseurs amères de l’amour!
Je sais les cieux crevant en éclairs, et les trombes
Et les ressacs et les courants: Je sais le soir,
L’aube exaltée ainsi qu’un peuple de colombes,
Et j’ai vu quelques fois ce que l’homme a cru voir!
J’ai vu le soleil bas, taché d’horreurs mystiques,
Illuminant de longs figements violets,
Pareils à des acteurs de drames très-antiques
Les flots roulant au loin leurs frissonsde volets!
J’ai rêvé la nuit verte aux neiges éblouies,
Baiser montant aux yeux des mers avec lenteurs,
La circulation des sèves inouïes
Et l’éveil jaune et bleu des phosphores chanteurs!
J’ai suivi, des mois pleins, pareilles aux vacheries
Hystériques, la houle à l’assaut des récifs,
Sans songer que les pieds lumineux des Maries
Pussent forcer le mufle aux Océans poussifs!
J’ai heurté, savez-vous, d’incroyables Florides
Mêlant aux fleurs des yeux des panthères à peaux
D’hommes ! Des arcs-en-ciel tendus comme des brides
Sous l’horizon des mers, à de glauques troupeaux!
J’ai vu fermenter les marais énormes, nasses
Où pourrit dans les joncs tout un Léviathan!
Des écroulement d’eau au milieu des bonacees,
Et les lointains vers les gouffres cataractant!
Glaciers, soleils d’argent, flots nacreux, cieux de braises!
Échouages hideux au fond des golfes bruns
Où les serpents géants dévorés de punaises
Choient, des arbres tordus, avec de noirs parfums!
J’aurais voulu montrer aux enfants ces dorades
Du flot bleu, ces poissons d’or, ces poissons chantants.
– Des écumes de fleurs ont bercé mes dérades
Et d’ineffables vents m’ont ailé par instant.
Parfois, martyr lassé des pôles et des zones,
La mer dont le sanglot faisait mon roulis doux
Montait vers moi ses fleurs d’ombres aux ventouses jaunes
Et je restais, ainsi qu’une femme à genoux…
Presque île, balottant sur mes bords les querelles
Et les fientes d’oiseaux clabotteurs aux yeux blonds.
Et je voguais lorqu’à travers mes liens frêles
Des noyés descendaient dormir à reculons!
Or moi, bateau perdu sous les cheveux des anses,
Jeté par l’ouragan dans l’éther sans oiseau,
Moi dont les Monitors et les voiliers des Hanses
N’auraient pas repéché la carcasse ivre d’eau;
Libre, fumant, monté de brumes violettes,
Moi qui trouais le ciel rougeoyant comme un mur
Qui porte, confiture exquise aux bons poètes,
Des lichens de soleil et des morves d’azur;
Qui courais, taché de lunules électriques,
Planche folle, escorté des hippocampes noirs,
Quand les juillets faisaient couler à coups de trique
Les cieux ultramarins aux ardents entonnoirs;
Moi qui tremblais, sentant geindre à cinquante lieues
Le rut des Béhémots et les Maelstroms épais,
Fileur éternel des immobilités bleues,
Je regrette l’Europe aux anciens parapets!
J’ai vu des archipels sidéraux ! et des îles
Dont les cieux délirants sont ouverts au vogueur:
– Est-ce en ces nuits sans fond que tu dors et t’exiles,
Million d’oiseaux d’or, ô future vigueur?-
Mais, vrai, j’ai trop pleuré! Les Aubes sont navrantes.
Toute lune est atroce et tout soleil amer:
L’âcre amour m’a gonflé de torpeurs enivrantes.
Ô que ma quille éclate ! Ô que j’aille à la mer!
Si je désire une eau d’Europe, c’est la flache
Noire et froide où vers le crépuscule embaumé
Un enfant accroupi plein de tristesses, lâche
Un bateau frêle comme un papillon de mai.
Je ne puis plus, baigné de vos langueurs, ô lames,
Enlever leurs sillages aux porteurs de cotons,
Ni traverser l’orgueil des drapeaux et des flammes,
Ni nager sous les yeux horribles des pontons.
El Barco Ebrio
Versión de José Luis Rivas y Frédéric-Yves Jeannet
Libellés : Arthur Rimbaud
Al tiempo que bajaba por Ríos impasibles,
Sentí que no me guiaban los hombres a la sirga:
Aullantes Pieles rojas, tomándolos por blanco,
Los clavaron desnudos en postes de colores.
Sin pena me tenían todos los tripulantes:
Portador de algodón inglés, trigo de Flandes…
Cuando acabó aquel ruido a la par que mis hombres,
Me dejaron los Ríos marchar adonde quise.
Entre los chapoteos de la mar encrespada,
Yo, el invierno pasado, más sordo que el cerebro
De los niños, ¡bogaba! Penislas a la vela
Nunca experimentaron barullos más triunfantes.
La tempestad bendijo mi despertar marino.
Más ligero que un corcho bailé sobre las olas
(Eternas trajineras de víctimas las llaman),
¡Sin añorar, diez noches, a las bobas farolas!
Más dulce que manzanas agrillas para un niño,
Traspasó el agua verde mi cascarón de abeto
Y me lavó las manchas de tintorros y vómitos,
Dispersando el timón y el áncora de brazos.
Y desde entonces bogo inmerso en el Poema
De la Mar, infundida de astros y lactescente,
Tragando verdes cielos por donde a veces baja,
Cuerpo arrobado y pálido, un muerto pensativo;
Donde, tiñendo súbitos azules, desvaríos
Y ritmos lentos bajo el rutilante día,
Más fuertes que el alcohol y más que nuestras liras,
¡Fermentan las rojuras amargas del amor!
Sé de cielos que rompen en rayos, y de trombas,
Resacas y corrientes; sé también del ocaso,
Del Alba entusiasmada cual tribu de palomas,
¡He visto varias veces lo que ver cree el hombre!
¡Vi al sol poniente, sucio de místicos horrores,
Iluminando vastos coágulos violetas,
Y, lejos, cual actrices de antiquísimos dramas,
Olas que iban rodando su temblor de postigos!
¡Soñé la verde noche de nieves deslumbradas,
Beso que asciende lento hasta los ojos mismos
Del mar, circulación de savias inauditas,
Y aviso azul y gualda de los cantantes fósforos!
¡He seguido por meses, como a piaras histéricas,
Embates de marea contra los arrecifes,
Sin pensar que los pies de luz de las Marías
Domar pudieran morros asmáticos de Océanos!
¡Créanme que he tocado increíbles Floridas,
Donde ojos de pantera con piel de hombre se mezclan
A flores! ¡Y arco iris bajo el confín marino,
Tensados como bridas para glaucos rebaños!
¡He visto fermentar vastas marismas, nasas
Donde entre las aulagas se pudre un Leviatán!
¡Avalanchas de aguas en medio de bonanzas,
Distancias que se abisman como las cataratas!
¡Soles de plata, heleros, alas de nácar, cielos
De brasa! ¡Horribles pecios engolfados en simas
Donde enormes serpientes, comidas por las chinches,
Caen con negro aroma desde torcidos árboles!
Quisiera haber mostrado a los niños doradas
De agua azul, esos peces de oro que salmodian.
—La espuma en flor meció mis salidas de rada
Y vientos inefables me alaron por instantes.
A veces, mártir harto de polos y de zonas,
La mar cuyo sollozo mi vaivén suavizaba,
Me subía sus flores de amarillas ventosas,
Brunas, y, cual mujer, de hinojos me quedaba…
Península que columpia en sus riberas guano
Y querellas de pájaros chillones de ojos rubios,
Yo navegaba, mientras por mis frágiles zunchos
¡Ahogados con sueño andaban para atrás!
Así, barco perdido entre pelo de ancones,
Lanzado por la tromba en el éter sin aves,
Yo, a quien acorazados o veleros del Hansa
No le hubieran salvado el casco ebrio de agua;
Libre, humeante, envuelto en brumazón violeta,
Yo, que horadaba el cielo rojizo como un muro
Que sostiene, jalea exquisita gustada
Por el poeta, líquenes de sol, muermos de azur;
Que corría empañado de lúnulas eléctricas,
Loca tabla escoltada por negros hipocampos,
Cuando julio derrumba, a grandes garrotazos,
Cielos ultramarinos en ardientes embudos;
Que temblaba al oír, gimiendo en lontananza,
Los Behemots en celo y los densos Maelstroms,
Hilandero perpetuo de quietudes azules,
¡La Europa de los viejos parapetos, yo añoro!
¡He visto siderales archipiélagos, islas
Cuyo cielo en delirio se abre al bogavante!
—¿Son noches abisales en que exiliado duermes,
Oh tú, Vigor futuro, millón de aves de oro?—
¡Cierto: mucho he llorado! El alba es dolorosa.
Toda luna es terrible, y todo sol, amargo.
El agrio amor me hinchó de embriagantes torpores:¡
Que mi quilla reviente! ¡Que me hunda en la mar!
Si algún agua de Europa deseo, ésa es la charca
Negra y fría en la que en tardes perfumadas
Un niño encuclillado, hondo en tristezas, suelta
Un barquito muy frágil, mariposa de mayo…
No puedo, marejada, inmerso en tu apatía,
Escoltar ya el aguaje del barco algodonero,
Ni traspasar orgullos de banderas y grímpolas,
Ni nadar a la vista atroz de los pontones.
2 pensamientos sobre “Poesía en Blade Runner – Rimbaud”
Gracias por un trabajo tan completo.
Gracias a ti, por seguirnos. No dejes de hacerlo. Besos.