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Nada más que música – The Queen

27 septiembre, 2019 - Música
Nada más que música – The Queen

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Hoy vamos a repasar la vida y milagros de uno de los mejores grupos de la historia del rock: THE QUEEN.
Para ello contaremos con la colaboración de dos periodistas de prestigio: Miguel Ángel Bargueño y Carlos Marcos que hace unos días publicaron un artículo en el periódico El País en el que, a través de 12 de las mejores canciones de este grupo, recorrían la trayectoria musical de esta fantástica banda.

 

 

 

Así que, y apoyándonos en ese trabajo, empezamos con el número 12 de esta lista: Another One Bites the Dust, de 1980 e incluida en el disco “The Game”

La línea de bajo resulta tan adherente como un buen estribillo. Y es una apuesta segura para poner patas arriba una discoteca.
El bajo de John Deacon, autor del tema, es el protagonista absoluto del ‘single’ más vendido de la historia de Queen (fue número uno de ventas en Estados Unidos y en casi todo el mundo). Como buen bajista, flipaba con el funk y la música disco, y con esos mimbres, creó esta base rítmica prodigiosa. El tema está aderezado con efectos de sonido que hoy pueden parecer obsoletos, pero que en su momento eran de lo más moderno: recuerdan al despegue de una nave espacial. Queen ponían así un pie en los ochenta, cuando se suponía que la ciencia ficción iba a dejar de ser ficción. Con todo, la banda no tenía mucha confianza en este tema, y, según ha revelado Roger Taylor, fue Michael Jackson quien, tras escucharlo, les dijo: “Chicos, estáis locos si no lo sacáis como ‘single”. El batería también recordó que muchas emisoras de soul creyeron, al oírlo por primera vez, que el tema era de un grupo afroamericano.
Numero once: Killer Queen, de 1974 e incluida en el disco “Sheer Heart”

La estructura de Killer Queen es casi cabaretera. Pero Queen consiguen elaborar un medio tiempo rockero, con capas de voces ya marca de la casa y la guitarra afilada (y limpia) de Brian May. Era 1974 y Queen eran todavía una banda de rock duro. Killer Queen es la canción que le dio el primer éxito internacional al grupo. Se ponían los primeros cimientos del reinado de uno de los mejores grupos de la historia.
Sobre esta canción, Mercury explicó: “Trata sobre una mujer de clase alta que se dedica a la prostitución. Lo que quiero transmitir en el texto es que las mujeres ricas también pueden ser putas”. Pero según parte de sus seguidores, la protagonista es un travesti… a saber. Sea como fuere, la canción salió en poco tiempo. “La escribí en una noche”, confirmó Mercury.
Una anécdota: la estrella pop Katy Perry denominó a su propio perfume Killer Queen. Y lo explicó: “Freddie Mercury definió en la letra a la mujer que siempre he querido ser. Por eso he llamado así a mi perfume”. Bueno, a lo mejor alguien debería haber explicado a Perry la auténtica intención de la letra.
Seguimos: número DIEZ, “Seven seas of Rhye”, de 1974 e incluida en el disco “Queen II”

Resulta llamativo cómo Queen eran capaces de hacer tanto en tampoco tiempo. ‘Seven seas of Rhye’ dura 2,45 (como una canción punk, vamos), pero pasan mil cosas: una introducción de piano, guitarras heavies, una deslumbrante interpretación de Mercury, estribillos, solo de guitarra, parte vocal operística, una coda ruidosa con voces de fiesta… Estamos ante los Queen de su etapa dura. La canción se incluye en su segunda obra, ‘Queen II’. Una reinvención del rock duro en toda regla.
Es también una de las letras más misteriosas de la primera etapa del grupo. La tierra de Rhye aparece en varias letras escritas por Mercury. Para algunos es un mundo fantástico creado por él y su hermana mientras vivían con su familia en Zanzíbar. Freddie nació allí: su padre trabajaba para la británica Secretaría de las Colonias y en aquella época Zanzíbar estaba bajo protectorado inglés. La otra versión es que es una letra de contenido religioso: una crítica al lado oscuro de las religiones. Como siempre… a saber.
Número NUEVE: We will rock you, de 1977 e incluida en su disco News of the world.

Con esta canción nació el rock de estadio. Sorprendentemente corta (solo dos minutos: ¿a que creías que era más larga?), más básica imposible (incluso podría sobrar el solo de guitarra final) y de una eficacia automática. Si alguien sueña con componer la canción que tiene que corear todo el mundo, está perdiendo el tiempo: lleva en marcha desde 1977.
La mayoría de los éxitos de Queen están compuestos por Mercury. Este no: lleva la firma del guitarrista Brian May. ¿En qué se inspiró para componer este clásico de los estadios? Pues en un estadio. Habla May: “Una noche, al final de un concierto, nos retiramos del escenario y de fondo escuché a la gente cantar el himno del Liverpool. Me fui a la cama pensando en una canción donde el público pudiera participar. Es gente que está ahí, apretujada, apenas se puede mover, pero puede aplaudir, golpear sus pies y cantar. Cuando me desperté por la mañana ‘We will rock you’ salió del tirón”.
Vamos a por el número OCHO: Bicycle Race, de 1978 e incluida en el disco Jazz.

Esta canción es originalísima, tanto por su composición como por su letra. A Mercury, que no tenía especial predilección por las bicicletas, se le encendió la bombilla cuando vio pasar el pelotón del Tour de Francia cerca del estudio donde Queen estaban grabando ‘Jazz’ en Montreux (Suiza). Con esa imagen desarrolló una lista de ideas contrapuestas (“Tú dices blanco, yo digo negro / Tú dices ladrar, yo digo morder”), sazonada de agudos comentarios sobre ‘Star Wars’, Tiburón’, ‘Peter Pan’, ‘Superman’ o ‘Frankenstein’, con el ansia de libertad como trasfondo. También fue muy original su lanzamiento como ‘single’, dado que ‘Fat bootmed girls’, en la otra cara, era un tema siamés: en la letra de uno se mencionaba el otro y viceversa. Su vídeo causó sensación: muestra a un nutrido grupo de modelos desnudas montando en bicicleta en los alrededores del estadio de Wembley.
Llegamos al número siete: Crazy Little Thing Called Love, de 1979, del disco The Game.

Por qué nos gusta tanto? Porque es una maravillosa rareza dentro de la discografía de Queen. Una canción de latido acústico, con un ritmo de rock and roll de los cincuenta que podrían haber firmado unos revisionistas como Stray Cats. Pero no: es de Queen y les reportó mucho dinero, ya que fue la primera vez que el grupo llegó al número uno en EEUU. “Me salió en cinco minutos mientras me tomaba un baño”, declaró Freddie Mercury sobre ‘Crazy Little Thing Called Love’. Luego llegaría la fase de pulir, pero básicamente salió de allí, de un baño relajado en una habitación de hotel del Hilton de Múnich, donde el grupo se fue a grabar el disco ‘The Game’. Resulta curioso el vídeo, con todos los miembros vestidos de rockeros duros (cuero a tope) y donde Mercury, agasajado por bellas señoritas, ejerce de macho alfa como si fuera un componente de Led Zeppelin.
Número SEIS: Now I’m Here, de 1975.

Para el aficionado que se enganchó a Queen en los ochenta quizá este tren desbocado no lo sienta familiar. Pero sí, Queen fueron duros, muy duros. ‘Now I´m here’ es el ejemplo, una canción de rock perfecta: apabullante energía, melodía y una interpretación feroz. Hay hasta un minisolo de batería.
Esta vez el que compone es Brian May, y en unas circunstancias llamativas. La escribe durante una convalecencia en el hospital, afectado por una hepatitis. “Estábamos en plena gira por Estados Unidos con Mott the Hoople y tuvimos que suspenderla por mi enfermedad. Fue una faena. Incluso llegué a temer que me sustituyeran, así que empecé a escribir canciones para el próximo disco”, ha contado May. En la letra se hace referencia a la gira con Moot the Hoople e incluso un guiño a un clásico de Chuck Berry, ‘Little Queenie’.
Número cinco: Don’t stop me now, de 1978 e incluida en su LP Jazz

Con su ritmo endiablado y su mensaje de “voy a comerme el mundo”, es mejor que cualquier libro de autoayuda. Aunque es un tema inequívoco de rock, no hay guitarra excepto en el solo: conseguir esa potencia solo con piano, bajo y batería es algo que no está al alcance de cualquiera.
La rica discografía de Queen permite que sucedan cosas como esta: que un tema que en su momento no tuvo especial repercusión sea redescubierto con el paso de los años —gracias a la publicidad y el cine— y hoy figure entre sus títulos más emblemáticos. Mercury debió de escribir la letra en un momento de especial subidón, utilizando la astronomía como metáfora de su excitación febril: “Soy una estrella fugaz saltando por el cielo”, “viajo a la velocidad de la luz”, “soy un cohete de camino a Marte” o “soy un satélite fuera de control” son algunas de esas referencias. Aunque la frase más redonda es: “Estoy ardiendo a través del cielo a 200 grados, por eso me llaman míster Fahrenheit”. En 2014, en el Reino Unido la eligieron como la mejor canción para conducir. Vamos al número cuatro: “Under Pressure”, de 1981 e incluida en el disco “Hot Space”. Artista invitado: David Bowie.

A veces, unas pequeñas notas tocadas como si nada, lo son todo. Por ejemplo: el bajo de esta canción. Bueno, pues resulta que la colaboración entre dos colosos como Freddie Mercury y David Bowie, se recuerda por ese sonido de bajo de John Deacon. Lo que no está claro es si fue idea de Deacon o si Deacon la tocó, luego se le olvidó y la recordó Bowie con alguna aportación. La canción tiene mucho más: un duelo vocal que no es tal, ya que Bowie y Mercury se van alternando en la ejecución de forma tan fluida como sorprendentemente generosa, si tenemos en cuenta el volumen de sus egos respectivos.
En cualquier caso, de dos artistas colosales que no estaban ni mucho menos en su mejor momento sale una obra maestra como “Under Pressure”. Bowie venía del tibio “Scary Monsters” y Queen estaban exhaustos después de años de éxito. Se juntaron en Suiza y salió esta pieza firmada por los cinco en la que se trabajó de forma colectiva para que luego Freddie y David se pelearan en la última fase del proceso. “ La mezcla final no me pareció buena. Fue el momento en el que Freddie y David batallaran duramente por imponer sus criterios”, ha revelado Brian May.
En tercera posición: Somebady to Love, de 1976 e incluida en el disco “A day at the races”

Cuatro rockeros ingleses sonando como un coro góspel de cien personas. Y, al mismo tiempo, 100% Queen.
Tras el éxito de ‘Bohemian Rhapsody’, Mercury intentó hacer algo parecido en el siguiente disco, ‘A Day at The Races’. Con una variante: en vez de inspirarse en la tradición operística europea, lo hizo en el góspel estadounidense. “Es nuevo, es ligeramente diferente”, explicó Freddie a la revista ‘Circus’ en 1977. “Pero aún suena a los Queen de siempre”. En la misma entrevista, el batería Roger Taylor explicó que este tema “está muy influido por Aretha Franklin. Freddie está muy colgado con ella”. A diferencia de ‘Bohemian rhapsody’, se acerca más al formato estándar de canción de rock. Compuesta por Mercury al piano, la letra va dirigida a Dios, a quien pide explicaciones por una vida vacía de amor: “Me he pasado la vida creyendo en ti pero no encuentro alivio, Señor”. El arreglo de los coros es verdaderamente soberbio. Llegó al número dos en la lista de ventas británica. Mocedades (sí, Mocedades) grabó en 1981 una notable versión (‘Amar a alguien’); parece que para conseguir el permiso de Mercury un representante de la discográfica tocó el timbre de su casa de Londres y le puso ‘Eres tú’, tras lo cual accedió.
Y ya estamos en el número dos: I Want to Break Free de 1984 e incluida en el disco ‘The Works’

Si Queen vivieron una segunda edad dorada en los ochenta fue por temas como este.
Aunque la mayor parte del repertorio de Queen nació de la pluma de Freddie Mercury, el bajista John Deacon escribió unos cuantos temas, de los que este y ‘Another one bites the dust’ son los más logrados y famosos. Construido con una base electrónica, cuenta con un solo de sintetizador memorable a cargo del canadiense Fred Mandel. Por el divertido vídeo, en el que los componentes del grupo aparecen vestidos de mujer realizando tareas domésticas (una parodia de la serie ‘Coronation street’), algunos dieron por sentado que el tema era una declaración de la sexualidad de Mercury; pero el autor, como decimos, es Deacon, y la idea del vídeo fue del batería Roger Taylor. Si el público ya conocía el talento y la fuerza del grupo, ahora supo de su capacidad de reinvención, recuperando el aplauso masivo del público con esta y otras canciones en plena era de los teclados y las hombreras. En la actualidad, Deacon lleva una vida tranquila de sexagenario alejado de los focos.
Y, por fin, el número uno: Bohemian Rhapsody, de 1975 e incluida en el disco “A night at the Opera”

Con esta canción, estos cuatro tíos hicieron volar por los aires la estructura clásica de rock (estrofas y un estribillo que se repite) y se las arreglaron para insertar seis canciones en una. Tiene partes de ópera. Cascadas de voces. Una introducción a capella. Referencias a Galileo y Fígaro. La letra es misteriosa y fascinante. Y el solo de guitarra posee vida propia.
No está claro qué llevó a Freddie Mercury a escribir este drama sobre un hombre que confiesa a su madre que ha cometido un asesinato y se prepara para ir al infierno. Algunos biógrafos apuntan a que se trata de una metáfora sobre la ruptura de Mercury con su pasado (hasta poco antes había estado saliendo con una chica, Mary Austin) y la aceptación de su homosexualidad. El autor nunca lo aclaró y prefirió alimentar la incógnita. Las múltiples capas de voces supusieron un reto para la tecnología de la época, que se resolvió poniendo a Mercury, May y Taylor a grabar los coros durante jornadas enteras; luego el productor Roy Thomas Baker duplicó docenas de cintas. Pese a que la discográfica no lo veía claro por su duración (casi seis minutos), se publicó como ‘single’ y fue un gran éxito: número uno durante nueve semanas seguidas en el Reino Unido. Aunque ya se habían rodado vídeos musicales anteriormente, el de esta canción es uno de los primeros en constituir una obra de arte en sí mismo.

Queen fue la última banda realmente gigante hasta la aparición de U2, pero eso será otra historia y otro momento.
Señoras y Señores, hemos terminado por hoy. Espero y deseo que vuestra vuelta al trabajo o lo que sea, os pase casi casi desapercibida.

 

 

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