Todo empezó en la extraordinaria década de 1960. Una década convulsa que cada uno vivió como pudo. Cuando en el mundo empieza a venderse la píldora anticonceptiva, Kruschev monta el show de los zapatos en el XXV aniversario de las naciones unidas, mientras la crisis de los misiles amenaza con iniciar una tercera guerra mundial y es asesinado el presidente John F. Kennedy, en España, concretamente en la localidad de Palomares (Almería), nos caen del cielo, bueno, de un bombardero nuclear B-52, 3 bombas de Hidrógeno de 70 kilotones, hecho que nos proporciona la impagable ocasión de ver a Fraga en calzoncillos, pero también llegó el 600, y el boom turístico.
En fin, que en este contexto, y gracias a la radio, siempre la radio, con programas como Europa Musical, o Discograma, se empieza a promocionar a nuevos artistas que emulan a otros que nos llegan de más allá de nuestras franquistas fronteras y que, sin que yo quiera desmerecerla, dejan atrás a la copla para acercarse a las nuevas tendencias que hacen furor en Europa y EEUU.
Festivales, revistas y clubs de fans dan a Barcelona una actividad mucho mayor que a cualquier otra parte de España en estos primeros y balbuceantes pasos del rock and roll. Y es allí, en Barcelona, donde aparecen grupos como los Pajaros Locos, Lone Star, los Sirex, los Mustang y nuestros invitados de hoy: LOS SALVAJES.
Mi bigote, una de las primeras canciones propias del grupo.
Los Salvajes, o sea, Andy, Gaby, Delfin, Sebastian y Francisco, nacieron musicalmente en Barcelona en 1962 y fueron el contrapunto de otros grupos más modositos, como los Brincos en Madrid, erigiéndose, para toda la eternidad, como los Rollings Stones nacionales, aunque, realmente, ellos querían ser los Who.
El grupo su formó en el Poble Sec, en el taller del padre de Gaby, el carismático cantante del grupo. Coetáneos de los Sirex, empezaron haciendo versiones de cantantes italianos, Pepino de Capri o Tony Dallara, pero pronto descubrieron el Rock and Roll escuchando a Johnny Hallyday, Eddy Mitchell y los Shadows y entonces cambió todo.
Empezaron a tocar en un garito, El Pinar se llamaba, un garaje durante la semana y sala de conciertos los sábados, donde se juntaba lo mejor de cada casa.
De allí pasaron a tocar en la Costa Brava donde un manager alemán se interesó por ellos y se los llevó a Alemania, concretamente a Kiel donde debutaron.
No me puedo controlar, una muy buena versión del I Can’t Control Myself, de The Troggs.
No me puedo controlar
Su paso por Alemania fue todo menos bonito. En la primera audición ya les dijeron que podían volverse a España, su desfase era evidente. Su repertorio tenía diez años de antigüedad y, según palabras de su representante, “sonaba a música de puticlub”. Tras muchas súplicas consiguieron que los mandasen de gira por los pueblos con otros grupos ingleses para que aprendieran, y vaya que si aprendieron.
A los dos meses, después de bregarse en locales inmundos y con públicos que estaban al mismo nivel, con nueva indumentaria, nuevos peinados y con repertorio de Little Rihard y Chuck Berry, ya parecían un grupo inglés.
Y así, con nueva imagen y nuevo sonido, volvieron a España.
Es mejor dejarlo como está, versión del éxito de los Four Tops.
Es mejor dejarlo como está
A mediados de 1964 volvieron a España atraídos por una oferta de la compañía EMI y por un concierto en el que actuaron de teloneros de Moody Blues y en el que, según las crónicas, no desmerecieron en absoluto.
Emi quería que Los Salvajes hicieran con los Stones lo que los Mustang hacían con los Beatles. Versiones. Llegaron a un acuerdo para hacer también canciones propias, una mínimo en cada disco. Resultó que luego funcionaron mejor que las versiones, que a su vez, ya funcionaban mejor a veces que los originales, como «Todo negro», o el famoso “Satisfacción”, así, en español, de los Stones.
Estas imposiciones de las compañías eran el pan nuestro de cada día. Y es que, en esa época, esta compañías, algunos programas de TV y algunos de radio, abusaban de su posición de privilegio y exclusividad en los medios de comunicación exprimiendo hasta la extenuación a los artistas. Los dueños de estos programas tenían, además, cadenas de discotecas, salas de conciertos, vaya, que movían el cotarro y si querías salir en sus programas, si querías que tu disco sonara, tenías que tocar gratis en sus locales. En fin…
Vamos a escuchar una de las versiones que hemos citado: Todo negro, Paint It, black
Todo negro
Pero, además de las presiones de los medios, estaba el sindicato vertical. Claro que esto no afectaba solamente a los Salvajes, afectaba a todo aquel que quisiera dedicarse al mundo del espectáculo.
Para actuar en España en cualquier sala de fiestas, así se llamaban entonces los bailes, el artista debería estar en posesión del carnet del sindicato vertical de músicos, un carnet blanco que te habilitaba. Para obtenerlo había que pasar un examen de música, o sea, leer un partitura. La inmensa mayoría de los grupos no tenían ni idea de música por lo que debían optar por otro carnet, uno rosa, que era el correspondiente a “circo y variedades”. Como si fuera un domador de leones.
Pero ojo, si tocabas con el carnet rosa, la gente no podía bailar y si te pillaban, multa al canto. Bueno…, cosas de la época.
Una de las canciones propias de su repertorio, Fuera de mi corazón, una producción propia al mejor estilo de James Brown.
Fuera de mi corazón
Los Salvajes vivían de los directos, las ventas de discos nunca dieron para ello, por eso, cuando llegaron las discotecas, se acabó lo que se daba. Salas atractivas, equipos de sonido de última generación y música enlatada de cualquier país del mundo. ¿Que grupo podía igualar la oferta?
A esto habría que añadir que la discográfica empezó a pedirles pop más ligero, tipo Fórmula V o Los Diablos, un estilo que estaba años luz del suyo.
Así que, todo esto, el cansancio acumulado, alguna mala crítica y el mal royo entre los miembros del grupo hizo que Gaby, el cantante, abandonara el grupo. El resto siguió unos meses más para finalmente separarse en 1970.
Vivir sin ti, otra producción propia.
Vivir sin ti
Desde entonces, Los Salvajes han permanecido, de forma intermitentemente, en activo y por sus filas han pasado infinidad de músicos pero Delfín Fernández, batería de la formación desde el primer día, sigue al frente de la banda.
Para todos aquellos, bueno, con una cierta edad, que en algún momento de nuestra vida hemos querido formar parte de un grupo, la referencia de Los Salvajes, ha sido una constante.
Típica banda de garaje, golfos hasta la médula, músicos hechos así mismos, con las ventajas e inconvenientes que ello puede tener, fagocitados por la industria y, como tantos otros, por las rencillas internas.
Sobre su reiteradas vueltas a los escenarios no me voy a manifestar. Yo soy de la opinión de que las cosas tienen su momento y que forzar etapas puede resultar patético.
Me quedo con los salvajes de la primera época, el grupo en el que me hubiera gustado estar.
El bote que remo, una versión de la canción de Neil Diamond.
El bote que remo
Vamos a despedirnos de nuestros, a su pesar, Rolling Stones particulares, con una de sus mejores versiones, Algo de títere, o lo que es lo mismo: Jumping Jack Flash.
Algo de títere
Y nada más por hoy. Nos lo hemos pasado muy bien recordando a un grupo español de los sesenta, que marcó distancias con su coetáneos diseñando una imagen y un sonido que muchos que vinieron después han sabido aprovechar.
Gracias a todos por la atención y os esperamos aquí el próximo jueves. Os esperamos con más música, más músicos y más historias. Hasta entonces, … ¡¡¡buenas vibraciones!!!.
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