En las primeras horas del año 1980, en una noche fría y con la euforia del año nuevo, a José Enrique Cano, alias “Canito”, se lo llevó por delante un vehículo que circulaba por la N-VI, en Madrid. Falleció a los pocos días cuando tenía 20 años.
Canito era el batería de Tos, un grupo formado por tres de los hermanos Urquijo, Los secretos.
La desaparición de este entrañable personaje dio pie a un homenaje que organizaron los componentes de su grupo y en el que participaron todos sus compañeros, músicos aficionados entonces: Nacha Pop, Mamá, Mermelada, Alaska y los Pegamoides, Paraíso, Los Solitarios, en fin, la flor y nata del momento.
El concierto, musicalmente hablando, no fue nada del otro mundo, y, a parte del jolgorio del personal que, ese sí, fue apoteósico, del evento no quedó nada más que la retrasmisión que TVE hizo sin gran despliegue de medios. Pero… fue allí, en ese momento, donde nació lo que posteriormente dio en llamarse “La movida madrileña”.
Si, efectivamente, el sonido es lamentable, pero creo que puede resultar interesante escuchar un directo que hizo historia.
Bien, la movida madrileña fue un movimiento más o menos contracultural que surgió en Madrid durante los primeros años de la transición de la España posfranquista, y que se extendió a otras provincias con el nombre genérico de la Movida, y de las que hablaremos en otro momento.
Fueron muchos los factores que empujaron el nacimiento de esta “movida”: emisoras de radio como Radio España con Jesús Ordovás, Radio El País con Moncho Alpuente, Radio Popular, con Julio Ruiz; Radio Juventud, con Paco Pérez Bryan y Sardinita, entre otras.
También fueron determinantes los fanzines (sucedáneos de revistas que reflejaron el fenómeno), y que dieron cierta entidad literaria y catalogaron las estéticas y eventos de la Movida en Madrid. Destacaron Licantropía y Monster; La Pluma Eléctrica, 96 Lágrimas y Du Duá; en fin, un montón.
Más tarde aparecieron las revistas impresas, mucho más profesionales: La Luna y Madrid Me Mata y otras publicaciones financiadas por el Ayuntamiento de Madrid, aspecto este muy controvertido en su momento, a la financiación me refiero.
Pero lo que, creo yo, más hizo por la “Movida” fue la televisión. Precisamente, cuando solo disfrutábamos de dos canales, se produjeron los mejores programas de música en mucho, mucho tiempo. “Musical Express” con Ángel Casas, “Popgrama” con Diego Manrique y Carlos Tena, “La bola de cristal” dirigido por Lolo Rico, “Si yo fuera presidente” con el inimitable Fernando García Tola o “La Edad de Oro”, conducido por la inolvidable Paloma Chamorro.
Pero todos estos factores no hubieran sido nada sin la materia prima: los grupos.
Y los grupos fueron muchos, pero muchos. Algunos perduraron a lo largo del tiempo como Radio Futura o Gabinete Galigari y otros murieron con el movimiento, aunque hoy son considerados como grupos de culto. Vamos a ocuparnos de algunos de ellos, como por ejemplo Kaka de Luxe.
Kaka de Luxe empezó siendo un grupo de dibujantes y gente de fanzine en 1977 pero más tarde se pensó en la idea de formar un grupo para conseguir dinero, un grupo de punk rock principalmente con Carlos Berlanga, Manolo Campoamor y Fernando Márquez El Zurdo. Más tarde su unieron Enrique Sierra, Alaska y Nacho Canut.
Como veréis, algunos nombres los vamos a tener presentes a lo largo de toda la historia.
Alaska y los Pegamoides.
Alaska y los Pegamoides se formó en 1979, tras la separación del grupo Kaka de Luxe, del que cuatro de sus componentes formaban parte, Alaska, Canut, Campoamor y Berlanga. Estos cuatro, se dieron cuenta de que la afinidad entre ellos era mayor y sus intereses comunes eran completamente diferentes a los del resto de componentes, por lo que decidieron comunicarles su decisión de seguir por caminos diferentes.
Más tarde, se les unieron dos personas más, Ana Curra, a la que conocieron en el Pentagrama (un bar de Madrid, emblemático de la época), y Eduardo Benavente. Ya con esta formación, el grupo grabó su primer sencillo, «Horror en el hipermercado», producido por Julián Ruiz, en 1980. Esta canción se convirtió en un relativo éxito gracias a su emisión por radio, lo que facilitó la grabación de su segundo sencillo un año después y el inicio de una fructífera carrera.
Radio Futura no solo fue el mejor de los grupos de la “movida”, también fue uno de los mejores de la historia de la música española.
De su primer disco, Música Moderna, es el clásico “Enamorado de la moda juvenil”
Herminio Molero, pintor, agitador cultural y pionero de la música con sintetizadores, decidió en 1979 dedicarse plenamente a su proyecto de montar una especie de «orquesta pop» con la referencia de Roxy Music.
En esas estaba cuando entró en contacto con dos hermanos, Luis y Santiago Auserón, zaragozanos, por cierto. Santiago acababa de volver a España tras terminar sus estudios de Filosofía en París. Los hermanos recibieron una oferta de Molero para formar parte del proyecto y el resto de componentes de lo que se acabaría llamando Orquesta Futurama fueron María José Serrano (componente de Las Chinas), Javier Pérez Grueso (alias Javier Furia, voz y percusión electrónica), Manolo Campoamor (cantante, ex miembro de Kaka de Luxe), Alberto Iturrioz (guitarra), Francisco Pastor (excomponente de Fórmula V, guitarra) y el propio Molero. En total, un grupo con diez componentes, de efímera vida y que desaparecería ese mismo año sin grabación alguna.
Del segundo disco de Radio Futura escuchamos el corte Divina.
De aquel experimento acabaría surgiendo Radio Futura. El grupo tomó su nombre del de una emisora de radio libre italiana (Radio Ciudad Futura). Fue Campoamor, el viejo Pegamoides, el que bautizó al grupo.
A principios de verano apareció la nueva banda. En su primera formación ya estaban los hermanos Auserón, que serían guitarra y voz (Santiago) y bajo (Luis, animado por el propio Santiago y Enrique, ya que no sabía tocar el instrumento). Enrique Sierra, guitarra solista, Molero, con los sintetizadores y Pérez Grueso completaban la formación. Carlos Solrac (excomponente de Nada) se incorporaría pronto a la batería.
Durante esta primera época fueron surgiendo las diferencias que, junto al enfrentamiento con Hispavox, llevarían a la reestructuración del grupo. El éxito les obligó a la profesionalización y a definir estilos y actitudes. Las diferencias llegaron a un punto de no retorno: poco a poco, sus componentes fueron dejando el grupo hasta que solo quedaron Santiago, Luis y Enrique, apuntando hacia un estilo marcado por el reggae (como en The Clash) o el refinamiento melódico de The Cure.
El asunto de la ruptura acabó llegando a los tribunales por la propiedad del nombre del grupo, que Molero había registrado a su nombre. Sin embargo, el juez falló en su contra.
El quinteto pasó finalmente a cuarteto, con la incorporación de Carlos Velázquez.
En 1982 salió al mercado un nuevo single «La estatua del jardín botánico». Este sencillo supuso el relanzamiento de Radio Futura, así como, según algunos críticos, la mejor definición del ocaso de la Nueva Ola y el advenimiento de La Movida”.
«La estatua…» se convertiría pronto y de forma duradera en un himno de aquellos años y en 2006 fue elegida por la revista Rolling Stone en el puesto 21º de las 200 mejores canciones del pop-rock español.
Santiago Auserón dijo que la canción se le ocurrió mientras leía la Monadología, del filósofo alemán Leibniz. ”Ese librito tiene unas imágenes muy misteriosas que hablan de que dentro de cada estanque hay nuevos estanques y nuevos jardines, en el que siempre encontraremos nuevos peces y nuevas plantas. Esa imagen de mundos dentro de mundos me impresionó mucho. La canción fue un chispazo de inspiración, no creo que jamás me vuelva a ocurrir, ni que haga otra canción igual».
En otoño de 1983 editaron su segundo álbum, La ley del desierto / La ley del mar, una autoproducción.
El LP se dividía en dos partes. La primera, La ley del desierto, de un carácter más punk y metálico, seco y duro; la segunda, La ley del mar, con sonidos más acuosos, inició la senda «latina» de Radio Futura. En los textos incluidos en la carpeta del disco Santiago reflexionaba:
“La ley del desierto es el agua. Pero ¿la ley del mar? No es la tierra ni el barco, sino el metal, una temible vibración del espíritu: la voluntad del capitán Ahab, tendida como un arpón hacia delante, la luz del abismo que atrae a los cuerpos […] Pero la ley del desierto es aún más implacable. Nadie puede hundirse de una vez por todas en su inmensidad, sino vagar alerta, a la espera de un ruido: la alegría del agua, en pequeñas dosis. Los desiertos son las playas del futuro.” Hay que ver, es tremendo este hombre, ¿verdad?
En la primera parte, se encuentra «Escuela de calor». En esta canción quisieron, según sus propias palabras, meter el castellano en una rítmica afroamericana. Buen pues, el resultado fue este.
Santiago compuso originalmente «Semilla negra» para Miguel Bosé que la descartó finalmente. De esta manera, la canción pasó al repertorio de Radio Futura.
«Semilla negra» destacó especialmente en el álbum y se convirtió en la primera piedra en el camino hacia ese primer rock latino del que la banda sería pionera, y que acabaría influyendo apreciablemente en la producción de pop-rock en castellano en los siguientes años.
Raimundo Amador participó en la remezcla de «Semilla negra». Esta dio lugar a un sencillo que unía las influencias afrocaribeñas con el flamenco de Amador.
Como La ley del desierto / La ley del mar había sido un álbum con nada menos que tres años de preparación, el grupo se planteaba ahora la realización de un disco con mayor rapidez; viajaron a Londres con ocho temas de los que se extraerían seis. Allí se completó la grabación definitiva, con diez temas que, al contrario que hasta el momento, nunca habían tocado todos juntos.
El resultado es De un país en llamas, álbum que acabó tendiendo al barroquismo porque se llenó de innovaciones tecnológicas (ecos, golpes metálicos, ruidos); en ocasiones se aprecia que la producción queda por encima del trabajo del grupo. Aun así, su sonido contundente y oscuro y la misteriosa atmósfera que crean sus letras crípticas dieron lugar a un puñado de temas que se encuentran entre los clásicos de la banda: «El tonto Simón» o «Han caído los dos»).
Aunque el disco volvió a ser un éxito de ventas, la gira de ese año fue algo más corta y menos multitudinaria que la anterior. En mayo cerraron las fiestas de San Isidro en Madrid (el disco se editó ese mismo mes); para entonces ya eran, para la crítica, el grupo más notable del pop nacional. Curiosamente y de cara a dicho concierto se produjo una pequeña polémica con la organización: el Ayuntamiento de Madrid lo había presentado en su información oficial sobre las fiestas como la «presentación» en directo del nuevo álbum cosa que la banda desmintió categóricamente.
Tensiones sobre la dirección artística que estaba tomando el grupo acabaron concluyendo en el abandono del batería, Solrac.
Se nos ha acabado el tiempo, pero creo que nos queda mucho por decir y oír, así que… seguiremos informando. Amigos radioescuchas, me encanta esta palabra, nos emplazamos para la próxima semana en un capítulo más de “Nada más que música”. Hasta entonces… BUENAS VIBRACIONES.