“La vida de Duke Ellington es la historia viva del jazz, o de la “música americana”, como él hubiese dicho; desde los remotos tiempos del ragtime a las variopintas fusiones de los años setenta. Según la imagen canónica, su figura preside la etapa más popular de esa evolución (el período del swing y las grandes bandas), pero basta adivinarlo en el saxo de John Coltrane cuando éste interpreta «In a Sentimental Mood», junto al piano del maestro (1962) para advertir que la magia de Ellington desborda todas las categorías, penetra en todos los terrenos e irrumpe amablemente en los acordes (o desacordes) de todos sus colegas. Ni el jazz en su conjunto ni buena parte de la música contemporánea serían explicables sin Ellington”
Así se expresaba la crítica tras la aparición de la autobiografía del extraordinario músico DUKE ELLINGTON.
Edward Kennedy Ellington, que este es su nombre completo, nació en Washington en 1899 y desde muy jovencito, cuando tenía siete años, ya empezó a tomar clases de piano. Sus primeras influencias fueron el Ragtime, género de música popular muy de moda en aquellos años.
Con sólo diecisiete años debutó profesionalmente en su ciudad natal. Desde 1919 tocó con varios grupos de la capital estadounidense hasta que en 1922 fue llamado para actuar en Nueva York, el punto de referencia para todo músico de jazz.
Hoy recorreremos sus grabaciones entre los años 1952 y 1960, habrá tiempo más adelante para profundizar en otras épocas.
Escucharemos en primer lugar Take the “A” Train, un estándar de jazz compuesto por Billy Strayhorn y que fue la melodía insignia de la orquesta de Duke Ellington.
Aunque no logró triunfar, adquirió la experiencia necesaria para formar su propio quinteto, The Washingtonians, con los que adquirió renombre suficiente como para realizar unas pruebas en el celebérrimo local neoyorquino Cotton Club, en Harlem. A partir de ese momento, su fama y su prestigio se fueron consolidando; las emisiones radiofónicas de sus conciertos se hicieron habituales y las apariciones de Duke Ellington and The Washingtonians en diversas películas, junto a las diversas giras que realizó por Estados Unidos y Europa, contribuyeron a fomentar su creciente popularidad. El quinteto original fue incorporando nuevos miembros, eran doce músicos en sus primeras apariciones en el Cotton Club. A principios de los años treinta, composiciones como Mood Indigo o Sophisticated Lady se convirtieron en grandes éxitos y marcaron el inicio de la época dorada para el músico y su big band. Hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, abordó la composición de obras de mayor envergadura formal, por lo común en forma de suites sinfónicas.
Escucharemos ahora una las obras citadas, Sophisticated Lady, una composición del propio Ellington, grabada por primera vez en 1933. Esta canción permaneció en las listas durante 16 semanas, llegando a estar en el tercer lugar.
En esta década de 1930, los gustos del público evolucionaron y las grandes formaciones empezaron a no estar de moda, el revolucionario bop les estaban ganando el terreno y lo que primaba eran formaciones más reducidas con un habilidoso instrumento solista. A pesar de todo, Duke Ellington siguió siendo fiel al estilo que siempre le había caracterizado y a su manera de entender la música. Lo que sí hizo fue elevar el listón de exigencia de sus músicos de tal manera que, todos, fueran solistas de sus instrumento. Basta con leer algunos nombres de músicos que pasaron por sus filas: el trompetista Cootie Williams o el saxofonista Hohnny Hodges.
Como una suerte de premio a su constancia llegó su participación en el Festival de Jazz de Newport, en 1956. Esta actuación fue un punto de inflexión en la vida de The Washingtonians. Iniciaron giras por todo el mundo que no hicieron sino aumentar su fama internacional.
También por esta época probó suerte en la música de cine y firmó las bandas sonoras de películas como Anatomía de un asesinato, de Otto Preminger o París Blues, protagonizada por Paul Newman.
Vamos a escuchar otro de los grandes éxitos de la big band, Perdido, una composición de Juan Tizol, músico puertorriqueño miembro de la orquesta y que también firmaría éxitos inolvidables como Caravan o Lost in Meditation.
En los años 60 colaboró con jóvenes músicos, unos jóvenes que estaban destinados a ocupar las más altas cotas del género: Charlie Mingus, John Coltrane o Max Roach.
También por esta época se interesó por la música religiosa y compuso piezas como In the beggining of God, que fue estrenada en la catedral de San Francisco en 1965. Ellington permaneció al frente de su orquesta hasta su muerte. El relevo lo asumió su hijo Mercer Ellington.
Prelude to a kiss, Preludio de un beso, es un canción, no muy conocida, compuesta por el propio Ellington.
Cuando cualquiera de nosotros nos acercamos a la música de Duke Ellington y ponemos en el plato un “grandes éxitos” del músico, seguramente nos parecerá que es una música muy bonita, fácil de escuchar y que, bueno, el jazz no es para tanto. Y no, no estaremos descaminados porque la música de Ellington es sobre todo melódica y, consecuentemente, inmediatamente asumible.
¿Cuantas veces nos hemos visto tarareando la melodía de “Satin Doll”? Aunque, no se si este es un buen ejemplo teniendo en cuenta la versión que hizo de esta pieza La Orquesta Mondragón. Pero si nos podrían valer los primeros compases de “Mood Indigo”.
Vamos a recordar una de estas preciosas canciones en su versión original: Satin Doll. Muñeca de satén.
Os contaba todo esto porque, en algunos foros, toda la música de jazz anterior a John Coltrane es pasado y, además un pasado no digno de mención. Su teoría es que cualquier nueva etapa desbarata y supera la anterior.
Por el contrario, es una opinión generalizada que los logros conseguidos por Duke Ellington como compositor, arreglista, director de orquesta y, por qué no, como pianista, tienen hoy una absoluta vigencia. Y no solo eso, sino que han ejercido una extraordinaria influencia en toda la música que vino después.
Y es que su música lleva un sello personal e intransferible en el que la aportación de sus músicos es determinante, consiguiendo finalmente una obra casi colectiva.
The Mooche es una canción que Ellington compuso en 1928. Es una pieza emblemática y la interpretó miles de veces a lo largo de sus 45 años de carrera.
Su vida personal no fue tan placentera como su carrera musical. Cuando tenía 19 años se casó con su novia del colegio y al año siguiente tuvieron su único hijo, Mercer.
El matrimonio duró poco pero enseguida empezó a vivir con Mildred Dixon, que viajó con él, administró su empresa Tempo Music y crió a su hijo Mercer.
En 1938 Ellington abandonó a su familia, su hijo tenía entonces 19 años, y se fue con Beatrice Ellis, una empleada del Cotton Club. Su nueva relación también fue tormentosa pero, aun así, continuó después de que Ellington conociera e iniciara una relación con Fernanda de Castro Monte.
En fin, un fenómeno.
Vamos a despedirnos, por hoy, del gran maestro Duke Ellington con una canción que ya hemos citado antes. Mood Indigo, una pieza compuesta por Ellington para una emisión de radio en octubre de 1930. Cuenta en sus memorias que “fue la primera canción que escribí especialmente para la transmisión de micrófono”. Hoy es otro estándar de jazz.
Y nada más por hoy. Hemos repasado unas cuantas piezas geniales de un músico muy importante dentro del panorama del jazz y de la música popular norteamericana.
Volveremos sobre Ellington porque todavía nos queda mucho por escuchar de su obra.
Por el momento, me despido de todos vosotros hasta la próxima emisión que podrais seguir aquí, en Siéntelo con oÍdo RADIO.
Hasta entonces… ¡¡¡Buenas vibraciones!!!.