Vamos a seguir con nuestro breve pero intenso recorrido por la canción folclórica de Sudamérica en los años 60. Años muy comprometidos, social y políticamente, pero que nos dejaron bellísimas canciones e innumerables ejemplos a seguir.
Nos hemos centrado en los programas anteriores en Argentina y Chile, pero Latinoamérica es muy grande y son muchos los países que nos hemos dejado en el tintero. Hoy recorreremos, a vista de pájaro, otros dos países hispanoamericanos, Uruguay y Cuba.
Alfredo Zitarrosa nació en Montevideo el 10 de marzo de 1936. Fue un cantautor, poeta, escritor y periodista uruguayo, considerado como una de las figuras más destacadas de la música popular de su país.
Su experiencia infantil de hijo adoptado lo marcó para siempre. Trabajó, entre otros empleos, como vendedor de muebles, de suscripciones a una sociedad médica, de oficinista y en una imprenta pero se inició en las lides artísticas en 1954, como locutor de radio. Fue en este momento cuando comenzó a escribir e inició su carrera de periodista. Especialmente destacada fue su colaboración con el semanario Marcha. Debutó profesionalmente como cantante el 20 de febrero de 1964, en Perú. Forzado por las circunstancias y un poco fortuitamente, participó en un programa que se emitía por el Canal 13, Panamericana de Televisión, comenzando así una carrera que nunca se interrumpiría. Zitarrosa relató de esta manera su experiencia:
“No tenía ni un peso, pero sí muchos amigos. Uno de ellos, César Durand, que dirigía una agencia de publicidad me incluyó por sorpresa en un programa de televisión y allí canté dos temas por lo que me pagaron 50 dólares. Fue una sorpresa para mí, pero esto me permitió reunir algunos pesos.”
Aunque desde el principio Zitarrosa fue reconocido como una de las grandes voces latinoamericanas, él siempre quiso dejar bien clara su ideología de izquierda.
En la década de 1960 fue militante del Frente de Izquierda de Liberación. Luego siguió militando en el Partido Comunista de Uruguay hasta su muerte. Participó como cantante en innumerables actos políticos de estas organizaciones y esta exposición pública le supuso el ostracismo y finalmente el exilio durante los años de la dictadura (1973-1985). Sus canciones estuvieron prohibidas en Uruguay durante ese período, y más tarde en Argentina y Chile, por las dictaduras que gobernaron esos países. Vivió entonces, sucesivamente, en Argentina, España y México.
Levantada la prohibición de su música, como la de tantos en la Argentina tras la Guerra de Malvinas, volvió nuevamente a Buenos Aires, donde realizó tres memorables recitales en el Estadio Obras Sanitarias durante los primeros días del mes de julio de 1983. Casi un año después volvió a su país, donde tuvo una histórica y masiva recepción el 31 de marzo de 1984, lo que significó para él, según sus propias palabras «la experiencia más importante de mi vida».
A causa de una peritonitis, falleció el 17 de enero de 1989.
Otro intérprete de gran relevancia en su país, Uruguay, fue sin duda Daniel Viglietti. Nacido el 24 de julio de 1939 en una familia de músicos —su madre era la pianista Lyda Indart, y su padre el guitarrista Cédar Viglietti—, y por lo tanto, al niño no le quedó otra que aficionarse. Estudió guitarra clásica, adquiriendo así una sólida formación como concertista para luego dedicarse, en los años 60, principalmente a la música popular.
Durante esa década desarrolló una intensa actividad como cantautor, docente y locutor de radio, que se inscribe en una creciente movilización popular en Uruguay.
La represión que se generalizó como antesala del golpe de estado del 73, dio con Viglietti en la cárcel. La campaña por su liberación desde el exterior fue encabezada por nombres como Jean Paul Sartre, François Mitterrand o Julio Cortázar.
En 1973 comenzó su exilio en Argentina, que después continuaría en Francia, país donde vivió durante once años.
Su exilio terminó con su regreso a Montevideo el 1 de septiembre de 1984, y allí fue recibido por miles de personas.
Por esas fechas se editó A dos voces, una obra reflejo discográfico de numerosos recitales realizados junto al gran poeta uruguayo Mario Benedetti durante el exilio compartido.
Paralelamente a su actividad como músico, realizó una intensa tarea de investigación, conservación y difusión de la música latinoamericana. Durante años construyó un extenso archivo musical al que denominó «Memoria Sonora de América Latina», que incluye, además, entrevistas a músicos y escritores realizadas en un lapso de 40 años de trabajo.
El 7 de octubre de 2015 recibió de manos de Silvio Rodríguez el premio «Noel Nicola», otorgado por el Proyecto para la Canción Iberoamericana Canto de Todos. Falleció el lunes 30 de octubre de 2017, mientras era sometido a una intervención quirúrgica.
Y de un salto, nos plantamos en Cuba de la mano de Carlos Puebla.
Carlos Manuel Puebla Concha nació el 11 de septiembre de 1917 en Manzanillo en el seno de una familia humilde. Se vio obligado a ejercer durante su niñez y juventud múltiples oficios: carpintero, mecánico y zapatero. Lo cierto es que esta circunstancia es bastante común entre casi todos los artistas sudamericanos de la época.
Al principio de su carrera, los temas de su música son de corte romántico, canciones que fueron grandes éxitos y que han pasado a formar parte del patrimonio de la música cubana. Una de ellas es este precioso bolero: Quiero hablar contigo,
Más adelante es cuando sus composiciones empiezan a tratar temas sociales y reivindicativos. Canciones como: Plan de machete, Este es mi pueblo y Pobre de mi Cuba denunciaban la situación que se vivía en Cuba por aquella época sin temer a la represión.
En los años 50 se acompaña por el grupo Los Tradicionales, integrado por Santiago Martínez, Pedro Sosa y Rafael Lorenzo, publicándose sus trabajos bajo el nombre de Carlos Puebla y Sus Tradicionales. Su presencia en la radio y en la televisión nacionales se hace ya habitual. Aunque el escenario que más estimaba en aquellos tiempos era el restaurante habanero de La bodeguita del medio donde interpretaba su obra sin cobrar nada pero reconfortado en el buen ambiente allí se respiraba. Tal como él mismo dice:
“pasaba los ratos allí cantando con la barriga llena, el bolsillo vacio y el corazón contento.”
El día 1 de enero de 1959 el triunfo de la revolución, representada por la entrada del líder Fidel Castro en La Habana, influiría en la vida de Carlos Puebla tanto como en la de Cuba. La guaracha «Y en eso llegó Fidel» es, tal como dice el título, un cambio en su creación y en su obra. A partir de este momento, Carlos Puebla se convierte en cronista de Cuba.
Canciones como «La Reforma Agraria», «Duro con él», «Ya ganamos la pelea», «Son de la alfabetización» van haciendo de Carlos Puebla el representante artístico de la revolución.
En 1961 realiza su primera gira por varios países que culmina con gran éxito. Esto daría pie a otras muchas, que extenderían su prestigio y fama desde el ámbito cubano a más de 35 países, siempre acompañado de su inseparable grupo Los Tradicionales.
El éxito no fue motivo suficiente para que Carlos Puebla olvidara sus orígenes. Volvía siempre que podía a su ciudad natal. En Manzanillo, no dejaba de pasear por la ciudad y de actuar allí donde le llamaban. Su sitio preferido era La casa de la Trova, que hoy lleva su nombre, donde pasaba horas con sus amigos cantando y compartiendo su bebida predilecta, el Ron Pinilla.
La partida del revolucionario argentino Ché Guevara del territorio cubano impactó a Carlos Puebla de tal forma que la misma noche en que Fidel Castro dio a conocer la carta de despedida de Guevara, Puebla sin poder dormir, compuso su obra más conocida, «Hasta siempre, comandante», que se convertiría en un homenaje al líder guerrillero y que transcendería a todos los estilos de música y a casi todas las lenguas.
Una larga enfermedad terminó con su vida un 12 de julio de 1989 en La Habana. Para entonces su obra musical abarcaba más de setenta temas en los cuales, con su característico sentido del humor, abordaba temas sociales y tradicionales. La enfermedad no pudo minar su sentido jovial. En la tumba del artista, la cual se encuentra en el cementerio de Manzanillo, aparece grabado el siguiente epitafio:
Yo soy esto que soy,
un simple trovador que canta.
Nos despedimos, por hoy, de Carlos Puebla con uno de sus grandes éxitos “Ya que lo pregunta”
Y sin salir de Cuba, nos ocuparemos ahora de otro inmortal: Compay Segundo.
Máximo Francisco Repilado Muñoz, que así se llamaba realmente, nació en Siboney el 18 de noviembre de 1907 y fue un músico y compositor cubano de amplia trayectoria mundial.
Comenzó tocando la guitarra, el tres cubano, el clarinete, el bongó y la tumbadora e incluso inventó un instrumento: el armónico, un híbrido de siete cuerdas entre la guitarra española y el tres cubano.
Comenzó su carrera musical muy joven y en los años treinta formó parte de diversas agrupaciones artísticas de Santiago como el Cuarteto de Trovadores Orientales y el Cuarteto Hatuey. También fue vocalista del conjunto de Miguel Matamoros.
En 1948, Repilado, como voz segunda y a cargo del tres, funda con Lorenzo Hierrezuelo el legendario dúo Los Compadres. Lorenzo, como primera voz, se rebautizó como Compay Primo y Repilado, como hacía la segunda voz, adoptó el sobrenombre de Compay Segundo, alias que le acompañaría hasta el día de su muerte.
En 1955 Compay Segundo abandona el duo y forma un nuevo grupo al que bautiza como “Compay Segundo y sus muchachos”.
Pero su fama internacional le llegó en 1997 con su participación en el disco Buena Vista Social Club, que ganó varios premios Grammy. Compay Segundo apareció también en la película del mismo nombre realizada posteriormente por Wim Wenders. En abril del 2002, actuó en el Palacio de los Congresos de París, en un concierto memorable en homenaje a la contribución sonora de Cuba en el vigésimo aniversario de la fundación de Radio Latina.
No pudo cumplir su sueño de llegar a la edad a la que llegó su abuela, que fue persona esclavizada que murió libre a la edad de 115 años. Falleció en La Habana debido a una insuficiencia renal con 95 años.
Adios Compay… «Chan Chan”
Y no podemos marcharnos de Cuba sin hacer una visita a la Vieja Trova Santiaguera.
Antes de seguir debo deciros que, al contrario de lo que podamos pensar, los componentes de la Vieja Trova no han sido siempre viejos. Si, también fueron jóvenes alguna vez, aunque creo que por poco tiempo.
Lo que ocurre es que la formación se creó cuando todos sus componentes eran ya unos venerables jubilados, después de haber ejercido su profesión, la de músicos, durante mucho tiempo.
La Vieja Trova Santiaguera se reunió en 1994, formada por cinco veteranos músicos: Amado Machado, con las maracas; Aristóteles Limonta, contrabajo; Pancho Cobas, guitarra y segunda voz; Reinaldo Hierrezuelo, voz y tres y Reinaldo Creagh, voz y claves. Los cinco formaron un equipo muy bien estructurado, que de dedicó desde sus inicios a mantener y alimentar como nadie la tradición musical del Oriente de Cuba.
En febrero del 94, la Vieja Trova Santiaguera grabó su primer disco, que lleva el nombre del grupo, y que se presentó en Madrid el 23 de junio en la Casa de America. Tras la presentación, hicieron una gira por toda España, que culminó el 9 de agosto en el Festival de las Minas de La Unión (Murcia). En 2002 se retiraron. Con la edición de su último disco El balcón del adiós y una mini gira por diversas ciudades españolas dijeron adiós a una brillante carrera.
“Queremos retirarnos con alegría y con fuerza, como llegamos, pero no se preocupen que lo hemos estado hablando y hemos decidido que no vamos a morirnos todavía”.
Hasta siempre Vieja Trova