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Nada más que música – Canción sudamericana – Argentina

18 enero, 2019 - Música
Nada más que música – Canción sudamericana – Argentina

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Fieles a nuestro propósito de sobrevolar cualquier tipo de música, cualquier estilo, cualquier interprete y con la única salvedad de que esta música ha de gustarnos, hoy vamos a hacer un breve repaso a la música folclorica sudamericana. En esta ocasión, nos centraremos en una época en la que cantar y decir suponía exponerse a las iras de los tiranos con consecuencias, en todos los casos, previsibles.
Los músicos de la época, unos más que otros, sufrieron en sus carnes los rigores de las dictaduras y, seguramente por ello, su música y su versos tienen, junto al valor artístico innegable, el valor de los héroes.
Empezamos con el inmenso y bellísimo país de Argentina. Y lo hacemos con José Larralde

 

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José Larralde decía de si mismo, en una de las escasas entrevistas que ha dado en su vida:

“Desgraciadamente o por suerte, yo sigo viviendo como cuando tenía veinte años. No hago concesiones, vivo como se me antoja, respetando lo que es vivir en sociedad pero vivo una vida totalmente ajena a lo que es el ambiente artístico porque no creo en el ambiente artístico. Artista es Miguel Ángel, nosotros somos guitarreros y cantores y escribidores aunque haya alguno que por escribir una zambita se crea académico».

 

 

 

 

 

 

 

Y con respecto a las dictaduras decía:

«Por lo general las dictaduras no publican un acta diciendo: “Fulano está prohibido”, no llega el escribano público y le extiende a uno el certificado sino que las prohibiciones son muy sutiles. Son mejores las prohibiciones directas porque, cuando aparece un papel firmado por alguien que dice: “Tal tema no se debe pasar porque es subversivo o porque atenta a las buenas costumbres o por lo que sea”, uno sabe a qué atenerse. Pero, habitualmente, se valen de otros medios como mandar a la policía a pedir la documentación a los que asisten al teatro donde uno está trabajando. Entonces, la gente se dice: “cada vez que venimos a ver a Fulano, todo este despelote”. La gente deja de venir y eso es una forma de prohibirte. A mí me pasó muchas veces el recibir una orden de arriba diciendo en el último momento que no se podía hacer el espectáculo. No se aducía ninguna razón, no se sabía quién lo firmaba, nadie venía a decirte con un par de pelotas: “Yo te prohíbo”.

Jose Larralde, genio y figura.

 

 

 

Y el mentor de José Larralde fue Jorge Cafrune

Jorge Antonio Cafrune, apodado «el Turco», fue uno de los cantantes folclóricos argentinos más populares de su tiempo, además de un incansable investigador, recopilador y difusor de la cultura nativa.
El “Turco” fue quizás una de las personalidades más magnéticas del folclore argentino. Serio, barbado, de entonación clara y tonos bajos, mucho más joven de lo que se creía, el trovador que popularizó la Zamba de mi esperanza nutría su repertorio con la temática de Yupanqui. Canciones como Virgen India, Mi luna cautiva, Chiquillada, No te puedo olvidar y Resolana fueron algunas de sus canciones más celebradas.
Provenía de una familia campesina y antes de ser cantor trabajó como chofer en un aserradero.

 

 

 

 

Pero el capítulo más escabroso de su vida fue precisamente su muerte. El cantor, de 40 años, sufrió un accidente mortal en la ruta 27, a la altura de Benavidez, al ser embestido por una camioneta. Cafrune iba montando a caballo rumbo a Corrientes, junto a su amigo Fino Gutiérrez, para participar en el homenaje por el bicentenario del nacimiento del general San Martin.
El hecho nunca se aclaró y se determinó oficialmente como accidente, y aunque hay opiniones para todos los gustos, lo cierto es que días antes había actuado en el Festival de Folclore de Cosquín, donde no solamente incluyó en su repertorio una canción prohibida por la dictadura militar, sino que informó del recorrido hípico que pensaba realizar en breve.
El escritor Carlos Molinero, en su libro “Militancia de la canción”, decía: “Son las palabras de Cafrune las que resultan ácidas, más aún que la canción. Era claro que eran reveladoras de un secreto a voces: había canciones prohibidas y Cafrune se preciaba de no acatar prohibiciones pues el pueblo era más que el gobierno, por terrorífico y poderoso que éste fuera.” Este era Jorge Cafrune.

 

 

 

Se acaban los calificativos pero, Mercedes Sosa fue, según sus numerosos seguidores, La Voz de América Latina.

Mercedes Sosa nació el 9 de julio de 1935 en San Miguel de Tucumán. Descendiente de calchaquíes, franceses y españoles, su padre era un obrero de la industria azucarera, mientras que su madre trabajaba de lavandera para familias más acomodadas. Mercedes Sosa siempre tuvo clara su inclinación política. En su juventud fue simpatizante de Juan Domingo Perón y apoyó las causas de izquierda política a lo largo de su vida, afiliándose al Partido Comunista en los años sesenta. Tras el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 fue incluida en las listas negras del régimen militar y sus discos fueron prohibidos. En 1976, recién instalada la dictadura, lanzó Mercedes Sosa, la mamancy, donde incluyó el «Poema n.º 15» de Pablo Neruda (“Me gusta cuando callas porque estás como ausente…”, de su famoso libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada).
Mercedes Sosa trató de permanecer en la Argentina pese a las prohibiciones y las amenazas, hasta que en 1978, en un recital en La Plata, fue cacheada y detenida en el propio escenario y el público asistente arrestado. Se exilió en al año siguiente: primero en París y luego en Madrid.

 

 

 

 

El exilio fue muy doloroso para Mercedes Sosa. Su segundo esposo, Pocho Mazitelli, había muerto el año anterior, en 1978 y ella ha contado que en ese momento llegó a pensar en suicidarse.
Volvió a la Argentina en febrero de 1983, poco antes de que la dictadura militar se viera obligada a iniciar el traspaso del poder a un gobierno civil, tras la Guerra de Malvinas. En los años 90, ya desde casa, Mercedes Sosa se consagró como una de las mejores cantantes del mundo y comenzó a ser llamada La Voz de América. Continuó dando recitales exitosos dentro y fuera de Argentina, actuando en estadios y en los escenarios más grandes y prestigiosos como el Lincoln Center, el Carnegie Hall donde recibió una ovación de 15 minutos, el Teatro Colón de Buenos Aires, en el Coliseo de Roma, etc.
Mercedes Sosa, “La Negra”, falleció a los 74 años después de casi 60 en el mundo de la música.

 

 

Una de las personas que colaboró con ella durante muchos años fue otro cantante argentino, Horacio Guarany.

Horacio Guarany nació en 1925. Su padre, Jorge Rodríguez, era un indígena correntino, y su madre, Feliciana Cereijo de Rodríguez, era una inmigrante española nacida en León. Fue el antepenúltimo de 14 hermanos.
Se inició como cantante de la Orquesta de Herminio Giménez, en bodas, bautizos y comuniones, en fin… en la BBC.
Pero pronto empezó a componer su propias canciones, muchas de las cuales acompañaron las letras del gran poeta tucumano Juan Eduardo Piatelli, canciones como «Canción del perdón» o «No quisiera quererte», entre tantas otras.
Después del derrocamiento de Juan Domingo Perón se afilió al Partido Comunista, durante la dictadura autodenominada Revolución Libertadora. Solía repetir al que quisiera oírle que pertenecía «al glorioso Partido Comunista», afirmaciones éstas que le trajeron algunas complicaciones.
Durante el mismo 1974 recibe amenazas de muerte, atentados con bombas, de parte del grupo parapolicial Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), y es conminado a abandonar el país en 48 horas. Así que, en diciembre de ese año 74 debe exiliarse, primero en Venezuela, luego en México y finalmente en España.

 

 

 

La dictadura militar hizo desaparecer todos sus discos, además de censurar la difusión de algunas canciones como «La guerrillera» o «Coplera del prisionero», entre otras. Volvió a Argentina en diciembre de 1978, y el 20 de enero de 1979, a modo de bienvenida, le ponen una bomba en su casa de Buenos Aires; a pesar de ello, decidió permanecer en Argentina, aunque sus actuaciones se volvieron clandestinas y realizaba casi todas sus actuaciones en el interior del país.
Con el retorno de la democracia, en diciembre de 1983, vuelve a brindar recitales y presentaciones televisivas.
El 24 de octubre de 2009 hizo su último recital en el Luna Park, local que había visto lleno más de 20 veces en su carrera.
El viernes 13 de enero de 2017 muere a causa de un paro cardiorrespiratorio, a la edad de 91 años, en su casa de Luján.

 

 

 

 

 

 

Atahualpa Yupanqui nació el 31 de enero de 1908 en el Campo de la Cruz. Su padre mestizo de origen quechua, era oriundo de Monte Redondo, y su madre, de apellido Aramburu, era criolla de padres vascos.
Inicialmente estudió violín con el cura del pueblo. Más tarde aprendió a tocar la guitarra con el concertista Bautista Almirón, quien sería su único maestro. Con Almirón, Roberto Chavero, que por cierto, así se llamaba realmente nuestro personaje Atahualpa Yupanqui, descubrió la música de Albéniz, Granados y Tárrega, y también las transcripciones para guitarra de obras de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach y Schumann.
A los 19 años de edad, compuso su canción su primera canción “Camino del indio”, que acabamos de oír.
En enero de 1932 participó en la fallida intentona revolucionaria de los hermanos Kennedy, en La Paz (Entre Ríos), en la cual estuvieron envueltos también el coronel Gregorio Pomar y el escritor Arturo Jauretche, quien inmortalizó la patriada en su poema gauchesco El Paso de los Libres.
Después de esta derrota debió exiliarse. Tuvo que refugiarse un tiempo en Montevideo (Uruguay), y luego en otras localidades del interior oriental y el sur de Brasil. Atención a esta canción: Preguntitas sobre dios.

A causa de su afiliación al Partido Comunista, Yupanqui sufrió la censura durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Fue detenido y encarcelado varias veces. Al respecto ha dicho Yupanqui:
En tiempos de Perón estuve varios años sin poder trabajar en la Argentina… Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Una vez más pusieron sobre mi mano una máquina de escribir y luego se sentaban arriba, otros saltaban. Buscaban deshacerme la mano pero no se percataron de un detalle: me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo. Todavía hoy, a varios años de ese hecho, hay tonos como el si menor que me cuesta hacerlos. Los puedo ejecutar porque uso el oficio, la maña; pero realmente me cuestan.
La cantante Edith Piaf lo invitó a actuar en París el 7 de julio de 1950 donde alcanzó el éxito inmediato y su repercusión fue grande en toda Europa.
En 1952, Yupanqui regresó a Buenos Aires, donde rompió su relación con el Partido Comunista, lo que hizo más fácil para él concertar actuaciones en la radio.
Su esposa, Nenette, pianista y compositora, fue realmente la autora de 65 de sus canciones, pero que por motivos inexplicables, para mí, fueron registradas con el seudónimo de un poeta inexistente llamado Pablo del cerro. Algunas de estas canciones son: El arriero va, El alazán, Indiecito dormido, Luna tucumana, Zamba del otoño, o la inolvidable, Guitarra dímelo tú.

En 1992, Yupanqui volvió a Francia para actuar en la ciudad de Nîmes. Alli se sintió indispuesto y falleció el 23 de mayo de ese mismo año. Por su expreso deseo, sus restos fueron repatriados y descansan en Cerro Colorado bajo un roble europeo.

Fin de la primera parte. Nos quedan muchos países e intentaremos acercarnos a todos ellos. Aunque el sur del continente americano es enorme, no lo es menos el arte que atesoran sus gentes. La cantidad de giros que la música puede dar de un país a otro, de una región a otra, de un intérprete a otro. Y no es la nostalgia lo que nos mueve a recordar a estos intérpretes, es la justicia y, por qué no, el buen gusto. A ellos les debemos mucho, porque algunos dieron tanto… que dieron hasta su vida.

 

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