Rafael Alberti nació en Puerto de Santa María (Cádiz) el 16 de diciembre de 1902. Estudió en el Colegio de los Jesuitas del Puerto, institución donde habían crecido también Juan Ramón Jiménez y Fernando Villalón. Su infancia y juventud han sido recobradas en las memorias tituladas “La arboleda perdida” de 1959. Alberti procede de una familia italiana venida a menos. La primitiva afición a la pintura tiene, con el posterior traslado de la familia a Madrid en 1917, el aliciente de poder contemplar los tesoros del Museo del Prado. Pronto siente el poeta los primeros síntomas de lo que más tarde se convertirá en tuberculosis. Pasa entonces una temporada en el Sanatorio de San Rafael de Guadarrama. Empieza a escribir poesía poco después de la muerte de su padre, en 1920, tras un fallido intento de obtener el prestigio en el camino de la pintura con su participación en la exposición del Salón de Otoño, que le supone un rotundo fracaso crítico. En 1921, desde mayo hasta octubre, permanece en el Sanatorio; allí el pintor Vázquez Díaz le muestra el libro de García Lorca “Libro de poemas”, que interesará profundamente a Alberti.
A través de Dámaso Alonso descubre también los poemas de Gil Vicente, cuyo “Cancionero” va a tener gran importancia en la primera obra del poeta. Durante los veranos de 1922 a 1924, en el Sanatorio, empieza a escribir “Marinero en tierra”, influido por el Cancionero de Barbieri, es decir por la poesía de corte tradicional. En este primer libro de Alberti aparecen también tenues influencias ultraístas; en cambio posee una gran seguridad de dicción, una adaptación y asimilación extraordinarias del paralelismo y de la expresividad de corte tradicional. La experiencia del poeta no queda lejos, por otra parte, de algunos poemas del propio Antonio Machado, como, por ejemplo:
“En las sierras de Soria, / azul y nieve, / leñador es mi amante / de pinos verdes” (Canciones de alto Duero).
“Mi corza, buen amigo, / mi corza blanca, / los lobos la mataron / al pie del agua” (Marinero en tierra).
Pero Alberti entra pronto en contacto, a través de García Lorca, con la Residencia de Estudiantes. En el invierno de 1924-1925, el poeta se traslada a Rute (un pueblecito de la provincia de Córdoba) y comienza a escribir la serie de “La encerrada”. Mientras tanto concursa con su “Marinero..” al Premio Nacional de Literatura, que obtiene en 1925. El jurado estaba integrado por Menéndez Pidal, Gabriel Maura, Carlos Arniches, Antonio Machado y José Moreno Villa. Entonces el libro se titulaba “Mar y tierra”. En 1925 emprende un viaje por tierras castellanas que iba a dar como resultado su segundo libro, “La amante”, dentro de la línea neotradicionalista que empleará en el primero, aunque con colores más agrios y más contrastados. En Julio de ese mismo año aparecieron poemas de “Marinero en tierra” en “Sí”, la revista de Juan Ramón Jiménez, y en “Revista de Occidente. En otoño publica la primera edición del libro “El alba del Alhelí”, que resulta más popularista e irónico. En él se encuentra el inquietante ciclo de “La encerrada”. Fue publicado por José María de Cossio en 1928 en edición reducidísima. En este periodo debemos situar el entusiasmo gongorino de Alberti, que en el homenaje a Joselito en 1927, se manifestará con la lectura de su recién acabada “Soledad Tercera”, en la que puede observarse la adaptación del estilo del cordobés. Con ella se cierra un ciclo y comienza otro período en la poesía de Rafael Alberti.
El período gongorino será, sin embargo, muy breve. Servirá como revulsivo e introducirá los experimentalismos de “Cal y canto” (1926-1927). Como poeta vanguardista, Aberti posee una voz personal. Introduce ya el tema de los ángeles, que constituirá su próximo y fundamental libro y realiza poemas estimables como “A Miss X enterrada en el viento del Oeste” y el “Madrigal al billete de tranvía”, donde el poeta trata fundamentalmente de hallar un nuevo lenguaje, apto para expresar su madurez, sentida desgarradoramente, lejos de la alegría juvenil primitiva. La “Carta abierta”, contenida en este libro, señalará, asimismo, la aparición de una poesía de confesión personal que adoptará el poeta más adelante. Puede afirmarse, sin lugar a dudas, que sin “Cal y canto” sería inexplicable “Sobre los angeles”, escrito entre 1927 y 1928. Dividido en tres partes, cada una de ellas viene introducida por una cita de Gustavo Adolfo Bécquer, pero el libro no responde al simple deseo de homenaje, sino a una compartida actitud sobre el misterio íntimo de la poesía. Se produce una constante adecuación entre la poesía y la circunstancia vital del poeta. Puede decirse que Alberti recibe su inspiración de la <<circunstancia>>, utilizando un término grato a Ortega y Gasset.
En “La arboleda perdida” ya indica el autor las razones que le llevaron a la redacción de “Sobre los ángeles”. Se produjo, como desencadenante, una crisis amorosa, pero la depresión viene desde más lejos; dice el poeta: <<había perdido un paraíso, tal vez el de mis años recientes, mi clara y primerísima juventud, alegre y sin problemas. Me encontraba como sin nada….roto, en mis centros más íntimos….llegué a escribir a tientas, sin encender la luz, a cualquier hora de la noche, con un automatismo no buscado, un empuje espontáneo, tembloroso, febril, que hacía que los versos se taparan los unos a los otros, siéndome a veces imposible descifrarlos en el día>>. “Sobre los ángeles”, publicado en 1929, utiliza una imaginería simbólica, los ángeles, despojados de sus atributos religiosos, como sombras que sustituyen o encarnan a diferentes aspectos del ser humano. Básicamente los ángeles se dividen en buenos y malos. Ambos están contenidos en el poeta, que establece una compleja red de relaciones, estímulos y conductas entre sus criaturas. Se produce una pérdida de identidad y en ocasiones se traduce el poema en un monólogo interior. Alberti aprovecha esquemas de la lírica tradicional, pero se supera en la imagen, que alcanza una de las más tensas iluminaciones. Ha aprovechado las aportaciones del surrealismo, pero nunca se abandona por entero al automatismo. El poema queda así en el plano simbólico. Por otro lado el verso corto se alarga progresivamente a medida que avanza el libro en busca de una mayor extensión y mayores posibilidades expresivas.
“Sermones y moradas” (1929-1930), sigue mostrando a un poeta intensamente expresivo, dentro de una técnica liberadora, ahora ya claramente , en algunos poemas, dentro del versículo. De 1929 son sus poemas representables “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”, inspirados en el cine cómico. A un cierto carácter dadaísta responden también sus actos públicos, como el recital en el Lyceum Femenino. De 1930, coincidiendo con los prolegómenos que conducirán a la República, es el poema calificado por el propio autor como <<elegía cívica>>, “Con los zapatos puestos tengo que morir”, donde el versículo, ya ampliamente desarrollado, resuelve un poema en el que a través de la imaginería alcanza pretensiones de denuncia social. En este año conoce Alberti a María Teresa León, que será la compañera de su vida. En 1931 participa con poemas panfletarios en la lucha política y siente la primera llamada que le conducirá a abrazar la doctrina marxista. Posteriormente, ingresará como militante en el Partido Comunista de España. “El poeta en la calle” reunirá una selección de la poesía política de Alberti, que retorna, en ocasiones, a la sencillez expresiva de la canción tradicional, convertida ahora en andadura política.
En 1934, el poema dedicado a la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías, titulado “Verte y no verte”, paralelamente a García Lorca, emplea los esquemas clásicos, especialmente los de Lope de Vega, autor que inspirará la poesía y el teatro de Alberti en esa época. En 1934, la editorial Cruz y Raya publica sus obras reunidas, “Poesía, 1924-1930”, que contiene también la carta de Juan Ramón Jiménez a Rafael Alberti con motivo de la publicación de “Marinero en tierra”. La próxima colección poética del autor, “Poesía,1924-1937, publicada ya en 1938, recopila buena parte de la poesía política que será seleccionada posteriormente por Alberti en sus “Poesías completas”. Viaja a Rusia y a América en 1935 y a este último viaje responde el libro “13 bandas y 48 estrellas” y “Poema del Mar Caribe” de 1936. Rafael Alberti ya había dado pruebas de su decantación política en 1933 en la colección de seis poemas titulado “Un fantasma recorre Europa”, frase con la que se inicia el “Manifiesto Comunista”, de Marx y Engels. “De un momento a otro” (1934-1939), reflejará la poesía política y Social del poeta, que en ocasiones escapa al momento político, como en “Siervos”, donde surge el tema nuevo en la poesía española de la llamada <<mala conciencia burguesa>>. En 1934 funda con su mujer, la revista “Octubre” y ante el alzamiento militar de franco, ya en la guerra civil, aumenta su dedicación a la propaganda del Frente Popular.
En el transcurso de la guerra civil Rafael Alberti también interviene en el II Congreso internacional de Escritores, funda la revista <<El mono azul>>, da recitales en el frente y ayuda a la salvación de los tesoros artísticos del Museo de Prado. Al finalizar la guerra civil, Alberti marcha al exilio, en primer lugar a París, donde trabaja en la radio. Resultado de esta breve disociación lingüistica, con la que se abre el nuevo ciclo en su poesía del destierro será “Vida bilingüe de un refugiado español en Francia” publicado en 1942. Ya en el año anterior había reunido con el título de “Entre el clavel y la espada” (1939-1940) los últimos temas de la guerra civil, la mayoría publicados anteriormente en revistas como <<La hora de España>>. En 1940 se instala en la República Argentina, donde comienza un período literario fructífero. Su poesía torna al clasicismo, a la serenidad, tras el fragor de la lucha. El poeta que <<bajó a la calle>>, no abandonará la poesía política ni la sátira, pero la alternará con una poesía centrada en el recuerdo, en la idealización de España, que se transformará en un tema-mito, bajo el símbolo del toro. “Pleamar”, publicado en 1944, ejemplificará en el nacimiento de su hija Aitana la nueva condición de exiliado en una América hospitalaria, joven y próspera. El poeta utilizará el aforismo y cuidará sobriamente la imagen.
Al mismo tiempo Alberti retorna a la pintura, esta vez al grabado, realizando primorosas ediciones de sus obras y también de otras de autores clásicos. “A la pintura. Cantata de la línea y del color” de 1945 tendrá como fuente de inspiración los grandes maestros, que traduce el poeta en versos y temas adecuados. El lenguaje, enriquecido, moldeará algunos de los poemas más artísticos de Alberti, más trabajados y complejos. “Signos del día” de los años 1945 a 1955, reunirá la poesía política, el reverso del nuevo clasicismo del autor, especialmente en las “Coplas de Juan Panadero” de 1949. “Poemas de Punta del Este” (1945-1956) suponen una introducción a los “Retornos de lo vivo lejano”, entre 1948 y 1952, sin duda, el mejor libro del exilio del poeta. En ellos el sentimentalismo desbordado queda contenido en versos que buscan lo clásico en el intento de recobrar el pasado español y sus temas perdidos. En la edición de “Poesías completas” de 1961, se incrementarán los poemas de esta serie, entre los que destacan “Retornos frente a los litorales españoles”, “Retornos de una mañana de otoño”, “Retornos del amor en la noche triste”.. y otros, plenos de retórica romántica. La “Ora maritima” de 1953, seguida de “Baladas y canciones del Paraná” de 1954, es un homenaje a un Cádiz paradisíaco y una elaboración de los temas americanos, tratados en forma de canciones.
Entre tanto, el poeta realiza diversos viajes a los países del Este de Europa, así como a la Unión Soviética y China; fruto de este último es el libro escrito en colaboración con María Teresa León, “Sonríe China” de 1958, en el que Alberti alterna con poemas la narración en prosa de su mujer. En 1968 publica “Roma, peligro para caminantes”, que reúne poemas de 1964 a 1967, una vez establecido definitivamente el poeta en la capital italiana. Las canciones satíricas se alternan con el soneto en una barroca elaboración. En 1972 aparece “Canciones del alto valle de Aniene”, conjunto de versos y prosas (con su significativo “Visitas a Picasso”) y, en forma de apéndice, las poesías anteriores a “Marinero en tierra”, correspondientes al periodo 1920-1921. Además de sus “Memorias”, Alberti publica el libro “Imagen primera de…..”, donde recoge en una brillante prosa los primeros encuentros con escritores y artistas de la época de la II Guerra Mundial. Su acción teatral se inicia con “El hombre deshabitado” de 1931, pero alcanza el éxito popular con “Fermín Galán”, estrenado por Margarita Xirgu, en 1931. Escribe diversas piezas de agitación política y sigue en el exilio con su famosa adaptación de “Numancia” de Cervantes (1944), “La gallarda”, “Noche de guerra en el Museo del Prado, y otras.
Rafael Alberti regresó a España en 1976. Se presentó como candidato del Partido Comunista de España por Cádiz, siendo elegido y presidiendo la mesa constitutiva del Congreso. Poco después renunciaría a su escaño, para continuar en Roma su trabajo como poeta y pintor. Las “Nuevas coplas de Juan Panadero de 1979, en las que reúne la poesía última de temática política, reflejarán su militancia. A partir de entonces Alberti asistió a recitales, conferencias y homenajes multitudinarios. No consiguió un sillón en la Real Academia , pero obtuvo el mayor reconocimiento literario, El Premio Cervantes, que le fue adjudicado en 1983. Anteriormente había sido distinguido con galardones internacionales como el Premio Lenin de la Paz, en 1965, y el Premio Roma de Literatura en 1981, además del Premio Nacional de Teatro en 1980. Renunció a ser candidato al Premio Principe de Asturias debido a sus fuertes convicciones republicanas. En el año 1988 falleció su esposa, María Teresa León y en 1990 se casó con María Asunción Mateo . El 28 de Octubre de 1999, a los 96 años, Rafael Alberti murió en su casa de El Puerto de Santa María, su ciudad natal. Sus cenizas fueron esparcidas en el mismo mar de su infancia, aquel que cantó en su obra “Marinero en tierra”.