
“Aquí me pongo a cantar”al compás de la vigüela,que el hombre lo desvelauna pena extraordinaria,como la ave solitaria,con el cantar se consuela.”

José Hernández nació el 10 de noviembre de 1834 en la Chacra de Pueyrredón, San Martín, población cercana a Buenos Aires. A los nueve años una enfermedad le obligó a abandonar los estudios y trasladarse al campo con su familia. Allí, en el poblado de Camarones, en la Pampa argentina, entró en contacto con el estilo de vida, las costumbres, la lengua y los códigos de honor de los gauchos. En 1857 se instaló en la ciudad de Paraná, donde conoció a Carolina González del Solar, con quién se casó en 1863 y tuvieron siete hijos. Entre 1852 y 1872, durante una época de gran agitación política Argentina, defendió la postura de que las provincias no debían permanecer ligadas a las autoridades centrales, establecidas en Buenos Aires.
José Hernández combatió contra las fuerzas rosistas del coronel Hilario Lagos y, bajo las órdenes de Urquiza intervino en las batallas de Pavón y de Cepeda en 1859, y luchó junto al caudillo López Jordán en la última rebelión gaucha contra el gobierno de Sarmiento, un movimiento desdichado que finalizó en 1871 con la derrota de los gauchos y el exilio de Hernández a Brasil. Dos años después pudo regresar a Argentina y continuó su lucha desde sus colaboraciones periodísticas en “El Argentino” bonaerense y “El Eco” diario de Correntes. También fundó el periódico “Revista del Río de la Plata”. Fue diputado en 1879 y senador por la provincia de Buenos Aires en 1881.
La formación de Hernández fue autodidacta forzosamente pero en sus inicios literarios intentaron la poesía culta, sin embargo fue a través de la escritura de corte popular donde alcanzó el éxito. En noviembre de 1872, el diario “La República” anunció “El gaucho Martín Fierro” y lo publicó por entregas, así, el gran mérito de José Hernández fue el de trasladar a la literatura la vida de un gaucho narcándola en primera persona, con sus propias palabras e imbuido de su espíritu. En el gaucho descubrió la encarnación del coraje y la integridad inherentes a una vida libre e independiente. Dicha figura era, según el autor, la verdadera representación del carácter argentino. “Martín Fierro” se convirtió en el libro fundacional de la literatura gauchesca y en una de las obras maestras de la literatura argentina. José Hernández murió en su quinta de Belgramo, Buenos Aires, el 21 de Octubre de 1886 a los cincuenta y un años de edad.
Pocas obras maestras han tenido una salida tan modesta como “El gaucho Martín Fierro” en 1872. Publicado en un folleto impreso en el mismo papel en que se envolvían las mercancías en los almacenes; vendido en pulperías a los gauchos que venían a comprar los <<vicios>> (cigarro, ginebra); leído en corro por algún gaucho que sabía de letras para consumo de sus compañeros analfabetos, el libro parecía destinado a circular sólo entre las clases más pobres de la nación. En la ciudad, los literatos preferían los versos más pulidos de Ascasubi o Del Campo. Sin embargo, la popularidad del libro fue creciendo. Las ediciones se multiplicaron. Una segunda parte, “La vuelta”, fue publicada en 1879. Despreciado o combatido, el poema de Hernández se había incorporado a la literatura argentina.
En 1916, el poeta modernista Leopoldo Lugones le dedica un libro consagratorio, “El payador”, que corona a la pobre obra como poema épico nacional. Hoy, “Martín Fierro” es la obra más famosa de la literatura argentina y una de las obras maestras de la literatura hispanoamericana del siglo XIX. Las <<obscenas ediciones de lujo>> de que hablaba Borges se multiplican, así como los estudios filológicos y las infinitas interpretaciones críticas de las cuales las de Ezequiel Martínez Estrada (“Muerte y resurrección de Martín Fierro”, de 1948) son las más imaginativas. Pero en 1872, otro fue el libro que leyeron los gauchos. Hernández había querido que su poema tuviese un contenido político explícito.
Así, el autor, no creía que los gauchos debían ser usados para hacer reír a los señoritos de las ciudades, por brillante que la parodia fuese, y eso que él no tenía empacho en reconocer que el “Fausto”, de Del Campo, era brillante. Tampoco veía a los gauchos como lo habían hecho Sarmiento o Echeverría, o sea, bárbaros al servicio de un tirano, Quiroga o Rosas. Para él, y en esto no se equivocaba, el gaucho era un trabajador altamente especializado de las llanuras platenses, al servicio de una oligarquía que lo explotaba, pagando mal su trabajo, y que estaba conchabada con el gobierno lejano de Buenos Aires para convertirlo en instrumento de la lucha contra los indios. Y aunque Hernández no tenía simpatía por estos últimos, tampoco simpatizaba con el ejército, que se había propuesto exterminarlos.
La nueva Argentina, que hombres como Sarmiento estaba construyendo, se había convertido en los gauchos en carne de cañón de la Campaña del Desierto, o en vagabundos sin destino, perseguidos por la policía y los tiranos locales. Aliado con las compañías ferroviarias y los terratenientes que ponían alambradas y vías férreas en la extensión ilimitada de la Pampa, el gobierno se había convertido en los gauchos en seres humanos totalmente obsoletos. Asimismo, al abrir el interior de la República a los inmigrantes, también había dado un golpe mortal al grupo que había fundado la vida en las llanuras. Por eso, el “Martín Fierro” fue, en su origen, un panfleto político. Aunque también en algo más que eso.
José Hernández estaba muy bien calificado para escribir sobre la vida gaucha. Nacido en una estancia en las afueras de Buenos Aires, tuvo la experiencia de esa vida que le faltó tan notoriamente a Del Campo. En algunos de sus viajes llegó a vislumbrar la vida en las tolderías indias. Más tarde se vio envuelto en las guerras civiles, aunque él combatió en la facción opuesta porque su familia era federalista aunque no rosista. Al elegir un personaje como Martín Fierro, el autor quiso mostrar que elementos de la sociedad argentina podían convertir a un gaucho honesto en un descastado, en un bandido. La brutalidad de la vida militar, la rapacidad de los políticos, o el peligro de la lucha con los indios transforman al protagonista en una fiera solitaria, sin mujer, sin hijos, sin hogar.
Dentro de la tradición payadoresca de Santos Vega, Martín Fierro cuenta y canta su triste historia que lo habrá de llevar a desertar del ejército, convertirse en malevo, desafiar la autoridad y escapar al desierto con la ayuda de un amigo, el sargento Cruz. Ya en la segunda parte, Martín Fierro regresa del desierto buscando hacer los pasos con la sociedad. Cruz ha muerto también, Fierro encuentra a sus hijos perdidos y al hijo de Cruz, se cuentan las respectivas historias, se separan… La vitalidad del poema, la maestría con que dibuja situaciones y narra con brío la acción, el tránsito sutil de la reflexión al humor viril, de la melancolía a la sátira, demuestra que José Hernández era no sólo un hombre con una causa sino un gran narrador y un poeta de simple y escueta elocuencia.
El vocabulario gauchesco no limita el alcance del poema. Al fin y al cabo está escrito en el mismo metro clásico de un poema de Lope de Vega (San Isidro Labrador) y tiene, como este, profundas raíces en la lírica hispánica. Esta relación no es sorprendente, como lo demuestra la famosa payada de contrapunto entre Fierro y el Moreno al final de “La Vuelta”. El gaucho, cuando cantaba, usaba metros tradicionales españoles; era dialectal sólo en su conversación. Y esa conversación extraordinaria de los distintos personajes del poema es la que aún sigue viva en esta obra maestra. Borges escribió sobre José Hernández: << Cuarenta azarosos años lo habían cargado de una experiencia múltiple; mañanas, amaneceres perdidos, noches de la llanura, caras y entonaciones de gauchos muertos, memorias de caballos y de tormentas, lo entrevisto, lo soñado y lo ya olvidado, estaban en él y fueron moviendo su pluma.>> En una ocasión también dijo: << en cenáculos europeos y americanos he sido muchas veces interrogado sobre literatura argentina e, invariablemente, he respondido que literatura esa existe y que comprende, por lo menos, un libro que es el “Martín Fierro”>>.