“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.”
-Fragmento de ‘Lolita’-
Vladimir Nabokov nació en 1.899 en el seno de una familia aristocrática de San Petersburgo. Pasó su niñez en Rusia y recibió educación trilingüe en francés, inglés y ruso. Tras la Revolución rusa de 1.917, su familia se exilió en Gran Bretaña, y estudió en el Trinity College de Cambridge. Tras un nuevo traslado a Berlín, su padre, periodista y político, fue asesinado durante un mitin. Mientras vivía en Berlín y París, Nabokov escribió novelas, relatos y poemas en ruso, a la vez que trabajaba como instructor de tenis y tutor. En 1.925 se casó con Vera Slonim con la que tuvo un hijo, Dimitri. Después de huir a los Estados Unidos durante la II Guerra Mundial, continuó escribiendo en inglés. Enseñó en la Universidad de Cornell y, como autoridad en entomología, ocupó un cargo en el Museo de Zoología Comparada de Harvard. Falleció en Montreux, Suiza, en 1.977. Entre las novelas más destacadas del autor están “La dádiva” de 1.937, “Lolita” de 1.955, “Pálido fuego” de 1.962 y “Ada o el ardor” de 1.967.
La historia de la literatura está salpicada de obras que fueron prohibidas o censuradas considerando que corrompían la moral pública o que atentaban contra la política o la religión. En la primera mitad del siglo XX, la experimentación literaria forzó los límites del gusto y escandalizó al público conservador. En respuesta, los censores rastrearon obras como “Ulises” de Joice para detectar obscenidades, o eliminaron referencias sexuales de novelas como “El amante de Lady Chatterley” de D.H. Lawrence. Ya en 1.960, la versión íntegra de esta obra fue juzgada por obscenidad, aunque fue absuelta. Desde entonces, la censura literaria se ha relajado en todo el mundo, si bien no ha desaparecido por completo. Ejemplos de libros prohibidos no faltan en todas las épocas: en 1.532 “Gargantúa y Pantagruel” de Rabelais, fue condenado por obscenidad por la Sorbona; en 1.759, aunque fue prohibido por el gobierno y las autoridades religiosas, el “Candido” de Voltaire se convirtió en un “best seller”; “Trópico de Cáncer”, el relato de Henry Miller de su vida como escritor en París, publicado en 1.934, fue prohibido en los Estados Unidos por su contenido sexual; “El desayuno desnudo” de William Burroughs, de 1.959, novela narrada por un yonqui, fue prohibida en Boston en 1.962 y la decisión fue revocada en 1.966; “Los versos satánicos” de Salman Rushdie, publicado en 1.988, continúa estando prohibido en más de diez países al ser considerado blasfemo contra el islam. Podríamos seguir “ad infinitum”
Hoy pocos se ofenderían por libros que en el pasado fueron censurados; y aún así, la controvertida “Lolita” de Vladimir Nabokov conserva tanto su magnetismo como su poder perturbador. Prohibida tras ser publicada en 1.955 en Francia, y vuelta a publicar en Londres en 1.959, a novela gira en torno a la obsesión del narrador, Humbert Humbert, con cierto tipo de menores de edad: las , esbeltas niñas pubescentes de piel sedosa, entre los nueve y catorce años de edad. El título de la novela ha adquirido el significado de adolescente seductora y provocativa. La lectura de “Lolita” produce un estado de confusión mental a medida que nos familiarizamos con un narrador que subvierte todas las reacciones normales a su atroz relato. En la claustrofóbica fantasía de Humbert, el lector pierde la perspectiva, seducido por un cosmopolita profesor europeo provisto de una bien preparada defensa sazonada con apologías, alusiones literarias, juegos de palabras y un insidioso ingenio.
En su adolescencia, Humbert se enamoró en la Riviera francesa de la joven Annabel: el modelo para su obsesión. Años después, en Estados Unidos, rompió el hechizo encarnándola en otra: Dolores Haze, Lolita, la hija de doce años de su casera. Las devastadoras consecuencias de la obsesión se materializarán cuando Humbert se case con la madre para tener acceso a la niña objeto de su fantasía. Un vago plan para asesinar a su reciente esposa se vuelve innecesario cuando esta es atropellada mortalmente por un coche; el falsamente afligido padrastro recoge a Dolores del campamento de verano donde se encuentra e inicia su intento de realizar su sueño.
Podríamos decir que se trata de una novela erótica que no ofrece casi nada obsceno; la segunda parte es una continuación de la auténtica aventura amorosa del autor, pero con el lenguaje. Con una prosa sumamente elaborada, ornamentada y lírica, Humbert reconstruye su viaje de un año a través del continente con Dolores como dice >. Detalles de su despótico enamoramiento tales como riñas, situaciones comprometidas y sobornos, afloran de forma intermitente en un relato surrealista y cinematográfico que recorre sardónicamente la cultura estadounidense. Al cabo del año, de regreso a la Costa Este, Humbert inscribe a Dolores en la escuela y el tejido de su fantasía empieza a deshacerse
En los libros pornográficos no hay estilo, estructura ni imágenes, como nos recuerda Nabokov en el defensivo epílogo a una novela que sobresale en los tres aspectos. Humbert Humbert es un narrador poco fiable, que necesita ser protegido por el autor ficticio de un prólogo que ata los cabos sueltos antes incluso de empezar la historia. No hay relatos alternativos: solo la voz póstuma de Humbert, defendiendo lo indefendible ante sus lectores.