“No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fio de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.”-Poema de Pedro Salinas-
A principios de 1939, con la derrota republicana, salieron de España medio millón, aproximadamente, de españoles. Varios millares murieron en los campos de concentración franceses, otros, más tarde, en los campos de concentración alemanes y durante las miserias y el hambre de la Segunda Guerra Mundial, en la que muchos lucharon contra los nazis en el maquis. La inmensa mayoría quedó en Francia. México acogió a unos 20.000 refugiados españoles, entre ellos tal vez la mayoría de los intelectuales y profesionales prominentes. Hubo exiliados también en Santo Domingo, Chile y Argentina; pocos en Inglaterra, Cuba, Puerto Rico, Bolivia, Colombia, Venezuela y Panamá; un número difícil de calcular en el norte de Africa; y un numero muy reducido en los Estados Unidos y Canadá. El falangista Gonzalo Torrente Ballester escribía en 1940 que aproximadamente el noventa por ciento de la inteligencia hispana se encontraba en el exilio, entre ellos 110 profesores universitarios, 200 de instituto y 2.000 maestros.
La lista de intelectuales exilados a raíz de la guerra se haría interminable; mencionaremos, aquí a algunos de ellos. En poesía: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, León Felipe, Carles Riba o Pere Quart. En narrativa: Max Aub, Arturo Barea, Ramón J. Sender, Francisco Ayala, Benjamín Jarnés o Manuel Andujar. En teatro: Alejandro Casona o Jacinto Grau. En Ciencias Sociales y ensayo: Fernando de los Rios, Luis Jiménez de Asúa, Angel Ossorio y Gallardo, Manuel Azaña, Luis Araquistáin, José Bergamín o María Zambrano. En historia: Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Rafael Altamira o Salvador de Madariaga. En ciencia: Arturo Duperier, Augusto Pi Sunyer, Severo Ochoa o Rafael Méndez. En música: Manuel de Falla, Pau Casals o Rodolfo Halffter. En Pintura: Pablo Picasso, Joan Miró o Arteta. En cine: Luis Buñuel…….Además fusilados como García Lorca o Julián Zugazagoitia, otros muchos han pasado por las cárceles de los vencedores: Miguel Hernández, José Hierro, Julián Besteiro, Buero Vallejo o Angel María de Lera.
La labor intelectual de los exiliados ha sido ingente a lo largo de más de treinta años, particularmente en aquellos países en que se les dieron facilidades y se les asimiló a un proceso social, económico y cultural en marcha. Siendo el caso de México el más destacado. Profesores, científicos, juristas, poetas, novelistas, traductores, filósofos, pintores… Es incalculable su producción cultural en el exilio y profundo el vacío que dejó su ausencia en España. Frente a los datos masivos de esta producción en el destierro es inútil hacer un recuento de nombres de intelectuales activos en España durante los años cuarenta y a principios de los cincuenta para demostrar la continuidad interior de una cultura progresista durante los años más duros de la posguerra. El hecho es que con la derrota del pueblo y en compañía de todos los que pudieron evadirse, sale del país la inmensa mayoría de los intelectuales y técnicos de la España progresista y moderna de los años veinte y treinta; los que quedan dentro, al igual que el resto de la población, se ven silenciados y postergados de tal modo que queda su producción prácticamente truncada. No mentía León Felipe, cuando refiriéndose a los poetas del exilio declaraba que se habían llevado <<la canción>>; y con la canción, por mucho tiempo, la esperanza y las posibilidades de desarrollo moderno.
No ha de olvidarse nunca, sin embargo, que todos los nombres recordados – y muchos más que podrían añadirse – se inscriben en el nombre común del pueblo español derrotado en la guerra. Los intelectuales presos o muertos en la España de posguerra son parte de los millones de subyugados, presos y muertos; los poetas, periodistas, profesores, pintores, científicos salen del país en compañía de medio millón de compatriotas (según los cálculos más razonables) cuyos nombres no pasan a la Historia, o si pasan, adquieren en ella una especial forma de anonimato heroico, como José Merfil Escolana, primer español muerto en el campo de concentración de Mauthausen el 28 de agosto de 1940, y de quién sólo queda el nombre en los registros; o los cuarenta <<ajustadores>>, o el único <<alpargatero>> que constan entre los primeros 4.600 refugiados que desembarcaron en México.
No hay cultura que no se sostenga sobre un fundamento popular-nacional, y es característico del largo y difícil avance cultural de la España moderna que su peculiaridad progresista se nos aparezca como inseparable del avance de los pueblos del país todos hacía transformaciones sociales y políticas democráticas. Esa fue la peculiaridad de la contradictoria Segunda República, y en su derrota, el sufrimiento alcanzó a todos. Habría que señalar que entre los escritores es sin duda la de los poetas la producción más conocida. Tal vez sea también la de más alta calidad y la más sostenida en el exilio, ya que siguen escribiendo, e incluso llegan a su plenitud, los más de los poetas de la generación de la República, entre cuyas filas faltan ahora García Lorca, muerto en 1936, Miguel Hernández, preso en España y muerto en 1942, así como Gerardo Diego y Vicente Aleixandre, que permanecen en el país.
Junto a los de la generación del 27 seguirán también escribiendo en el exilio algunos vanguardistas, como Moreno Villa y Pedro Garfias en México o Guillermo de la Torre en Argentina, así como, en Estados Unidos y Puerto Rico, el gran maestro, Juan Ramón Jiménez. Durante el exilio se darán también a conocer algunos de los poetas más jóvenes de los años de la guerra. Como Juan Ramón Jiménez, que cuando llega a los Estados Unidos en 1936 ya ha escrito lo más de su obra. Sin embargo no cesa su labor (como nuevos poemas, constante reescritura de lo ya publicado) sino que en el exilio escribe algunas de sus obras más significativas. En el exilio también, en 1956, recibe el Premio Nobel, honor que ha de interpretarse no sólo como reconocimiento del valor de la totalidad de obra del autor, sino como homenaje a la poesía española moderna que en estos años, muertos ya García Lorca y Machado, representan los poetas antifranquistas exilados.