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Nada más que libros – Jorge Amado – ‘Jubiabá’

10 noviembre, 2022 - Literatura
Nada más que libros – Jorge Amado – ‘Jubiabá’

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“Frente a las oficinas de la Compañía está parado un automóvil. Es el <<Hudson>> del director, un norteamericano que gana doce contos por mes. Y aparece fumando un puro, escaleras abajo. El chófer prepara el automóvil. Antonio Balduino, que viene en el grupo de huelguistas, grita: ¡Vamos por él! ¡Así también tendremos un preso!. El director es rodeado. Los guardias que protegían el edificio, desaparecen. Antonio Balduino lo agarra por un brazo y le rompe la blanca camisa. Gritan de la multitud: ¡Lincharlo! ¡Lincharlo! “

-Fragmento de ‘Jubiabá’, de Jorge Amado-

CARTEL NMQL - jorge Amado-cuadro

Jorge Leal Amado de Faria, fue el escritor que elevó a la ciudad de Bahía a la categoría de mito, que contribuyó a construir la imagen de la sensualidad de la mujer brasileña y que no cesó en denunciar en sus escritos la explotación a la que fueron y son sometidos los negros, los trabajadores y los campesinos bajo el sistema capitalista. Los libros de Jorge Amado retrotraen a los colores y el aroma de Bahía, a perennes tardes estivales, a los aires y la brisa marina, a mulatas de senos duros y almas valerosas, a hombres revolucionarios y mujeriegos pero cuyo corazón pertenece a una sola mujer, a jóvenes atléticos luchando y danzando la capoeira, a los ritmos del candomblé y el Samba de Roda. Y también a la risa de los obreros, de los campesinos, de los trabajadores del cacao, de los niños de la calle, de los delincuentes, de los marineros, de los vagabundos y de las prostitutas elevándose por encima de sus miserias, a la esperanza de los pobres, a cuerpos y corazones entrelazados en medio de la cópula febril del carnaval.

Porque de ello trata gran parte de sus novelas: del tiempo en que la carne vale, la carne que trabaja y es explotada pero puede rebelarse y la carne como plausible de ser gozada a través de los sentidos. Carne pobre que goza sobre todo a partir del baile, el sexo y la comida. En este sentido no es casual que dos de las heroínas de Amado más sensuales y populares sean cocineras: Gabriela y Doña Flor. El sexo y la comida se funden en uno a través de las palabras de Vadinho a su mujer, Doña Flor: <<quiero saborearte>>. La alegría bahiana que describe Amado se eleva por encima de las corrientes subterráneas de la historia. Es la risa de los perdedores que resuena a través de los siglos y que invade y atormenta los sueños de las buenas conciencias burguesas: la de los esclavos que comenzaron a luchar desde que el primer negro llegó a Brasil y que prosiguió hasta mucho después de la abolición; es la de los trabajadores del cacao y de los obreros urbanos secularmente explotados; es la de los vagabundos y los que beben hasta perder la decencia con la ilusión de un mundo al revés. Contradiciendo aquella famosa canción de Tom Jobim y Vinicius de Moraes que dice << La felicidad del pobre parece una gran ilusión del carnaval. La gente trabaja el año entero por un momento de sueño para realizar la fantasía de ser rey, pirata o jardinero y todo se acaba rápidamente…. La tristeza no tiene fin, y la felicidad sí>>, los libros de Amado parecen alentar el sueño eterno de la revolución y un tiempo donde es la felicidad la que no tiene fin.

Jorge Amado do Faria nació el 10 de Agosto de 1912 en la hacienda Auricidía dedicada a la recolección de cacao en Ferradas, en el estado de Bahía. Es hjo del coronel (nombre reservado en Brasil a los dueños de las plantaciones de cacao) joao Smadao de Faria y de doña Eulalia Leal Amado. El escritor dijo que <<nació en cuna rica, con una flor en el culo y una estrella en el pecho…>>. En enero de 1914, una crecida del rio Cachoeira destruye la plantación de su padre y obliga a la familia a trasladarse a Itabuma y de allí a llheus, donde Jorge pasala mayor parte de su infancia. El futuro escritor cursa sus estudios secundarios en un prestigioso colegio de Bahía, pero se escapa con apenas doce años y atraviesa solo el sertón de Bahía hasta Sergipe, donde vive su abuelo paterno. Esta experiencia será extraordinaria en su vida, ya que escapar del hogar de su niñez hace que conozca el verdadero valor de la palabra libertad y determina que sus padres decidan enviarlo, como alumno externo, llamado Ipiranga donde Jorge vive sus años adolescentes libre y mezclado con el pueblo de Bahía.

A los 16 años, con su familia venida a menos, se vuelve contra su pasado terrateniente con rebeldía moral e intelectual. Un camino que de manera muy esquemática recorrerá el personaje principal de su novela “Cacao”, un joven y apuesto muchacho de una clase media empobrecida que adquirirá conciencia de clase a partir del contacto con los campesinos trabajadores del cacao. Las huellas memorísticas de la infancia del autor desarrollada en un ambiente duro de hombres armados, cruces en los caminos y seres humanos expuestos a las serpientes, las pestes y la intensa labor, y su contacto adolescente con el mundo de los marginados de las ciudades: prostitutas, marineros y pescadores bahianos lo inspirarán a construir una obra que le ha merecido la calificación de <<rapsoda del alma popular de Bahía>>. Sus años de formación culminan con un paso como cronista de comisaría en el Diario de Bahía, donde en busca de noticias recorre burdeles, fiestas callejeras, bailes populares y otros escenarios de la vida del pueblo. Tras su primera novela, “El país del carnaval” de 1931, publica las novelas proletarias “Cacao” y “Sudor”, que significan el encuentro y el compromiso político del autor con la izquierda. El año de su graduación en la Facultad de Derecho, publica la novela “Jubiabá”, que comentaremos con más amplitud, que es posiblemente su obra más madura, tanto en el plano estilístico como en el de la conformación del carácter principal que resulta absolutamente encantador y conmovedor. El negro Balduino `reanuncia su principal personaje masculino, el Pedro Archajo de “Tienda de los milagros”, de 1969, que será elevado a la categoría de memoria viviente de la cultura popular de Bahía.

El contenido subversivo de las novelas de Amado, sumado a su militancia en el Partido Comunista, le valen ser encarcelado por primera vez en 1936, por orden de presidente Getúlio Vargas. Un año después, sus libros son quemados en la Plaza Pública de Bahía por la policía del Estado Nuevo Brasileño a la vez que es encarcelado nuevamente en Rio de Janeiro. Ese mismo año (1937) publica “Capitanes de la arena”, que es el nombre que reciben los niños abandonados que roban por hambre y cuyo cuartel de operaciones suelen ser las playas, los puertos y las orillas del los mares. Bajo amenaza de muerte, Jorge Amado es instado a abandonar Brasil y a refugiarse en la Argentina y en Uruguay a comienzos de los años cuarenta. De regreso a su país, hacía la década de los cincuenta, escribe “Los subterráneos de la libertad”. La decepción y el inmenso dolor que dos años más tarde le produjera el develamiento del terrorismo de estado estalinista, le hicieron a Amado abjurar de esta novela. Mejor dicho: se refirió a ella como la novela de una época de su vida y que representa lo que él era y sentía en ese momento. Es la novela de un tiempo en que creía que la URSS era el mejor de los mundos posibles y en la cual no hubiera imaginado, ni remotamente en la peor de sus pesadillas, las persecuciones, las purgas, las torturas y los campos de concentración del régimen soviético.

Más allá de la pena y de las frustraciones que cambian las cosmovisiones del mundo, Amado cambió también, por fortuna, la forma de pensar la literatura y ello posibilitó la emergencia de sus inolvidables heroínas tan llenas de bondad y a la vez tan ávidas de carne y tan sexualmente activas. La protagonista de “Gabriela, clavo y canela” de 1958, una mulata encantadora que deja fluir sus ardientes deseos y que cambia a partir de su comportamiento libertario las costumbres morales de una comunidad. Se anticipa así a los años sesenta, plenos de sueños de liberación social y sexual. Quizá la novela más popular de Amado sea “Doña Flor y sus dos maridos” de 1966 que cuenta, como reza su subtítulo <<la extraordinaria batalla librada entre el espíritu y la materia en el cuerpo y el corazón de la voluptuosa maestra culinaria Doña Flor dos Guimaraes >>. La obra comienza el triste día en el que el primer marido de Doña Flor, el mujeriego, bebedor y jugador Vadinho muere un día de carnaval, exhausto de tanto cantar y beber cachaça. Aunque él propinaba una mala vida a su esposa con sus abandonos, la hacía feliz cuando hacían el amor. Doña Flor vuelve a casarse, pero esta vez con un hombre decente, el farmacéutico don Teodoro que le asegura una vida tranquila y cariñosa, pero no es tan apasionado como su inolvidable primer marido. Entonces, Vadinho se le aparece como fantasma a Doña Flor y la ama apasionada y corporalmente, como antes. Es entonces cuando la mujer toma la decisión de quedarse con los dos maridos y vivir deliciosamente. Desde que la cantante popular Carmen Miranda apareciera en la película “Banana da terra” de 1938, como una bahiana que cantaba y danzaba con una pequeña cesta de frutas en la cabeza, pasando por la “Garota de Ipanema” de Vinicius de Moraes, llena de gracia y con el cuerpo dorado por el sol carioca, hasta las heroínas descritas por Jorge Amado, podemos armar el mapa del imaginario de las fantasías eróticas en torno a la mujer tropical.

Pronto llegarán las llamadas novelas del mar, dedicadas a los marineros, como el popular “Capitán de ultramar” de 1961, Vasco Moroso de Aragao que navega los siete mares, conquista hermosas mujeres y capea temporales y motines sin abandonar su pueblo natal. Y “La muerte y la muerte de Quincas Berro Dagua” de 1962, donde el protagonista vivió cincuenta años de su vida bajo el nombre de Joaquim Soares de Cunha, un funcionario ejemplar de la Dirección de Rentas de la Provincia, ciudadano respetable donde los haya, de barba rasurada y saco negro. Marido intachable y padre amantísimo sometido silenciosamente a los caprichos arbitrarios de las mujeres de la casa, su mujer Otacilia y su hija Vanda. Y los diez años restantes Joaquim los vivió como Quincas Berro Daguas, bebedor empedernido con alergia al agua, jugador vicioso, cantador y príncipe de las calles y los bailongos, amigo de marineros y vagabundos, amante de negras y mulatas de mala vida. Ahora, en la muerte, la familia respetable pretende regresar al muerto a la antigua dignidad perdida el día en que, al grito de ¡víboras!, Joaquim abandonará a su mujer e hija y se decidiera a vivir su destino.

Casado en primeras nupcias con Matilde García Rosa, de la que tendrá una hija llamada Lila que no sobrevivirá a los quince años y que, según palabras del propio Amado, no hubo tiempo y ocasión de conocer, su gran amor – que adquiere la connotación de épico y legendario – es la mujer con quién convivirá más de medio siglo: Zélia Gattai. Es posible hacer un recorrido del amor y la vida de Jorge Amado y Zélia a partir de las dedicatorias que el escritor le hace a su amada en cada uno de sus libros; por ejemplo en “Tieta de Agreste”: << Para Zélia rodeada de nietos. En la portada de este libro, en la entrada a la barra de la Bahía de Todos los Santos, quiero escribir tu nombre de bahiana. Un día viniste de paso para conocer mi ciudad, te quedaste para siempre. Aquí en este jardín donde crecieron nuestros hijos y crecen nuestros nietos, entre los árboles que plantamos, en el culto de la amistad, tomo tu mano de novia y te proclamo Zélia de Euá, hija de Oxum, mujer de Oxossi, dulce compañera, joven corazón irreductible, única e incomparable>>. Con Zélia, el autor comparte el compromiso con la situación política de Brasil, la pasión por las manifestaciones populares y por la literatura. Jorge Amado muere el 6 de agosto de 2001. Sus cenizas fueron enterradas en el jardín de su casa cuatro días días después, el día en que cumpliría ochenta y nueve años. Las últimas palabras de una vida siempre coherente y sin claroscuros son por cierto, para Zélia.
Jorge Amado escribió “Jubiabá” en 1935, es decir, una de sus primeras obras, escrita en plena juventud, precisamente el año en que se graduó como abogado, inmediatamente antes de dedicar todos sus esfuerzos a la lucha política. Lucha que en ningún momento le impidió seguir realizando una obra tan vasta como compendiadora de la realidad brasileña de mediados del siglo XX. Los dos planos que sirven de soporte material a “Jubiabá” son, por un lado, la personalidad y el entorno del negro Antonio Balduino, boxeador; y por otro, el mundo de las favelas y los ambientes portuarios, dramático y peligroso, lleno de necesidad y pasión, en el que sobresale una figura paterna y espiritual, Jubiabá, imbuido del espíritu chamánico y ancestral de sus antepasados africanos. A través de él, aparecen los ritos y los dioses, el camino de una santidad y una sabiduría que le permite a Antonio Balduino transitar desde su primitivo nivel de individuo dedicado a sí mismo hasta la obtención de una conciencia de clase, que le permite incorporarse al universo de las luchas sociales y la comunidad. Una huelga sirve de mecanismo explosivo de su nueva conciencia. Tras ella surgen las realidades comunes de la América Latina, el poder de un capitalismo implacable que trata, en este caso en vano, de torcerle la mano a la masa sindical.

Pero este vulgar esquema no permite valorar una obra cuyo mayor atractivo estriba precisamente en su minucia, en la rotación caleidoscópica de innumerables figuras: maleantes, prostitutas, pilluelos y vagabundos, que llenan sus páginas. Lo menos que puede decirse es que el camino que recorre Balduino bajo la mirada atenta y sacerdotal de Jubiabá, representa el camino de la libertad. Para él, y para Jorge Amado, la liberación del hombre pasa por el intrincado y nunca bien definido compromiso social. A través de este, la libertad se hace carne y, al mismo tiempo, se alcanza la santidad, no en el sentido cristiano sino en el más real de los ceremoniales yorubas. Es por esto que Jubiabá saludará en Balduino, al final del relato, a <<Oxulafá, Oxalá viejo, el mayor de los santos>>. Y la libertad se abre, madurada en los terribles momentos en los que la agresiva personalidad de Antonio Balduino se deslizaba a puñetazos por entre la selva de los intereses de los fuertes. Una epopeya en la que el héroe vive su iniciación, vela sus armas y termina a orillas de una plenitud menos aparente que la que él mismo imaginaba. Entonces aparece el mar, su vastedad y su esperanza, como premio final y como destino.

Antonio Balduino sabe. Puede disponer de sí y del mundo. Allí está la incitación del viaje, el agua interminable, a la que ya tiene derecho porque es su propio ser convertido en posibilidad y en libertad. Un paso más y se reconciliará con el destino inapelable que lo espera.

 

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