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Nada más que libros – Gran Sol (Ignacio Aldecoa)

25 enero, 2024 - Literatura
Nada más que libros – Gran Sol (Ignacio Aldecoa)

“Hace tres años se perdió una pareja de Vigo en La Chapelle. Atoaban hacía Francia, con mala mar. Se rompió el cable. El barco que daba remolque se fue de proa, se clavó en la mar. El otro resistió al garete, aunque la mar se le había llevado cuatro hombres. Cuando los recogieron, creo que no había ni guardacalor. ¡Qué esperanzas! Dijo Macario.”

-Fragmento de Gran Sol. Ignacio Aldecoa-

CARTEL NMQL - Gran sol-cuadro

 

Ignacio Aldecoa Isasi nació en 1925 en Vitoria. Estudió Filosofia y Letras en la universidades de Salamanca y Madrid, donde trabó amistad con Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Jesús Fernández Santos y otros escritores jóvenes que formaron el futuro plantel de la narrativa española de los cincuenta. Aunque se inició como poeta, pronto se dedicó al cultivo del cuento y la novela. Su obra novelística, reducida a cuatro títulos, forma parte de un vasto proyecto consistente, en principio, en tres trilogías que debían abordar respectivamente el trabajo del mar, el de las minas y el mundo de los guardias civiles, los gitanos y los toreros. De ese conjunto sólo llegó a escribir una parte de la primera trilogía, “Gran Sol” de 1957, sobre la pesca de altura, y dos de la última: “El fulgor y la sangre” de 1954, sobre la vida cotidiana de una pequeña guarnición de la guardia civil, y “Con el viento solano” (1956), que gira en torno al mundo de los gitanos.

Los cuentos de Ignacio Aldecoa, género en que el autor fue un verdadero maestro, son fragmentos de vida, historias insignificantes pero dotadas de un gran poder evocador por su variada temática: los oficios, la clase media, los bajos fondos, las vidas extrañas, el éxodo rural a la ciudad, etc. y configuran un amplio cuadro de comedia humana de la posguerra española. Estas narraciones fueron recopiladas en 1973 (“Cuentos completos”). Ignacio Aldecoa convirtió en materia novelable su profunda experiencia de los hombres y la difícil tesitura por la que atravesó España en años particularmente crueles. Guiado siempre por un creciente deseo de objetividad y comprensión de las formas de vida del país y de sus gentes, en especial las más sencillas y sometidas a la injusticia, el autor dio al conjunto de su obra un sello personal inconfundible; rico, laborioso, con un riguroso sentido de la construcción en lo que respecta a la situaciones y una técnica realista de la que sobresale la nota enérgica , teñida invariablemente de poesía y verdad. Ignacio Aldecoa murió en 1969, en Madrid, a los cuarenta y cuatro años.
“Gran Sol”, novela publicada en 1957, recrea la desazón, la soledad, la desesperación y la rabia. También la aceptación de la realidad desde una rebeldía constante; el retrato del incorformista que llevamos dentro y la falta de coraje e impulso para cambiarlo todo, para arrojar por la borda tanta miseria y las ataduras que nos inmovilizan. Si en las primeras páginas de la obra algunos nombres como Afá o Sas pudieran hacernos recordar a personajes de Herman Melville en “Moby Dick”, hay que descartar cualquier parecido. Los personajes de Ignacio Aldecoa surcan los mares en busca de pesca y si ésta conduce a la aventura es algo secundario y fortuito. Salvo la magnífica narrativa, pocas similitudes pueden establecerse entre ambas novelas. La aventura y la hazaña por un lado, lo cotidiano y real por otro. “Gran Sol” es el relato de una travesía sin misterios ni grandes odiseas.

Y es que las labores diarias, el transcurso del tiempo y la convivencia a bordo del Aril en nada recuerda a las del Pequod. En esta narración no existen obsesiones que lleven a la locura, tampoco se buscan ballenas imposibles, sencillamente persiguen bancos de peces con los que aliviar sus maltrechas economías y pescan por no saber otra cosa. Su argumento es un trazo que parece diluirse entre la espuma de las olas. A veces se tiene la sensación de estar leyendo un buen reportaje, otras veces un poema. El mar, el barco, la rutina que conduce al aburrimiento; el mirar sin ver o el hablar sin esperar respuesta. La mar y los que en ella trabajan, el mar y sus colores, pero también sus olores: <<olía a podredumbre de algas y a tormenta>>, se lee. La mar indomable, donde habita el duende caprichoso del miedo que cualquier persona puede sentir cuando la naturaleza se manifiesta de manera virulenta.

La rutina y la aceptación estoica del mar. Lo cotidiano, a veces transformado en aburrimiento, lo impregna todo dentro del Aril. Las conversaciones que parecen no interesar a nadie y los pescadores que, en vez de dialogar, monologan. La mar lo moja todo y tiende a extenderse más allá de sus límites. El agua, el cielo, el aire, la bruma, el viento, las olas y las tormentas. Pero también los trabajadores de la mar, sus familias que quedaron en tierra y sus proyectos de futuro que rápidamente se desvanecen porque, para ellos sólo existe el mar. Todo desempeña su papel de manera irremisible. Entonces aparece el cansancio, el tedio, la vaciedad de hacer siempre lo mismo; las jornadas se eternizan y los tripulantes beben, algunos tal vez demasiado, << porque el barco y el muelle, el presente y la memoria, la alegría y la nostalgia combinan un deseo de vivir bebiendo y hablando>> se lee en la obra. Y en ese perorar casi siempre habitual, los marineros se preguntan por sus vidas, por sus familiares porque las <<mujeres de los pescadores estaban condenadas>> y los hijos eran un fracaso. Tienen también sus ensoñaciones y expresan sus quejas laborales, pero todo en un tono resignado y de aceptación aunque alguna vez suelten exabruptos entre dientes, por que viven la tragedia de arriesgar sus vidas por un misero salario y porque son conscientes de que volverán a jugársela cada vez que su barco zarpe, y es que, como se lee en la novela: <<el que está hecho a la mar, la tierra le viene pequeña>>.

Alguien dijo que Aldecoa había escrito una novela coral, de hombres y barcos, y así parece. Ninguno de los protagonistas sobresale del resto de tripulantes y entre todos conforman el gran escenario de la vida en el mar y de la dura tarea del pescador, así que ninguno de ellos se erige en el centro de la narración. Aunque Macario Martín, el “Matao””, con sus contradicciones, sus borracheras, sus gansadas, sus complicados insultos, sus barbaridades barrocas, su filosofía de la vida y sus mujeres, sobresale de entre todos ellos. Como decíamos, el tedio y la protesta murmurada sin alzar la voz puede entenderse como una metáfora de la realidad española de la época, Ignacio Aldecoa, en “Gran Sol”, escribe sobre la lucha, la derrota y las ensoñaciones de quienes viven en el mar logrando transmitir una visión global del mundo de la pesca y los pescadores. Es una narración sobre el mar alejada de esos abundantes textos que sobre el tema se han escrito, repletos de imaginación, mitos ancestrales, aventuras o leyendas imposibles. Frente al Joseph Conrad de singladuras, vientos y hombres luchando contra un mar hostil y tormentoso, Al Galdós de “Trafalgar”, ensangrentado de restos y despojos después de la batalla, Ignacio Aldecoa nos recrea el mar de los pescadores que bien pudiera representar a aquella sociedad monótona, triste y condenada por la asfixiante presión de la dictadura. “Gran Sol” es, a mi entender y al de muchos, una gran novela, y Aldecoa un magnífico escritor.

VER PELÍCULA ‘GRAN SOL’  EN YOUTUBE: https://www.youtube.com/watch?v=UBW9KQkYucg

Gran sol – 1989 (Película basada en la novela de Ignacio Aldecoa)
Director: Ferran Llagostera
Reparto: Patxi Bisquert, Francisco Casares, Lola Gaos, Kike Goikoetxea, Agustin González, Ovidi Montllor…
Música: Luis Iriondo

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